Parecía que
había recuperado fuerzas, después del día tranquilo de ayer, por lo que a las
ocho estaba ya desperezándome.
Desayuné y
como a las 08.30 había recibido una llamada a mi hotel, donde se me confirmaba
una plaza en una avioneta para sobrevolar las líneas de Nazca, que haría en
días posteriores, me fui pitando al Banco de la Nación en Trujillo, para
realizar el correspondiente ingreso y asegurar así el preciado vuelo.
Aprovechando que me encontraba al lado, también iría a una oficina de LAN para
realizar el check in de mi billete de avión hacia Lima para el día siguiente.
Ahora que los recados estaban hechos, comenzaría ya la jornada turística, hoy
tocaría empezar por las Huacas del Sol y la Luna.
Para llegar
hasta ellas tenía tres opciones:
1)
Una
combi que me dejaría en el cruce de la panamericana sur y desde allí andando,
pero no me recomendaron el camino por ir sólo y ser un recorrido largo y no
demasiado seguro.
2)
Un
taxi que me saldría por unos 40 soles (ida y vuelta) desde el centro de
Trujillo más luego la entrada (11 soles). Total = 51 soles.
3)
Una
agencia que me vendría a buscar al hotel con el guía incluido. (25 soles + 11
soles de la entrada =36 soles).
Así que al
final, creo que lo tendría claro y me decanté por la tercera opción. A las once
de la mañana un mini bus de la agencia se encontraba en la puerta de mi hostal
para comenzar el recorrido.
El primer
sitio que visitaríamos sería el museo Huacas de Moche, que aunque no está mal
porque te explican un poco la cultura moche o mochica y hay una representación
importante de la cerámica de esta cultura, se quedan lejos de la espectacularidad
del museo del Señor de Sipán en Lambayeque. Así que yo me quedé igual que
estaba.
Museo Huacas de Moche |
Luego nos
dirigimos a la Huaca de la Luna, una estructura piramidal que hacía de
santuario de la ciudad del pueblo moche. Resulta que este pueblo abarcaba desde
Piura hasta pasado Trujillo, de ahí que hubiera distintos centros de poder por
todo su territorio. (El señor de Sipán también pertenecía a los moches).
Huaca de la Luna |
Huaca de la Luna |
Huaca de la Luna |
Lo mejor de
la visita fueron los murales policromados de los que están compuestas las paredes
de la pirámide, pero para mí, fue lo único. Vamos que si no lo hubiera visto,
no me hubiera pasado nada. Además la Huaca del Sol, es decir, el centro
político y administrativo, se encontraba cerrada. En realidad, nunca se ha
abierto al turismo, por lo que te venden las dos, cuando sólo ves una.
Huaca de la Luna |
Huaca de la Luna |
Huaca del Sol |
Luis,
nuestro guía, parecía que no estaba de muy buen humor y tenía algo de prisa,
pues íbamos algo rapidito. La intención que tenía de acabar pronto no le
saldría demasiado bien, ya que unos señores mayores se paraban bastante, hacían
hincapié en todo tipo de detalles y preguntaban todas las dudas que tenían, por
lo que le salió el tiro por la culata, ji, ji, ji.
La empresa
se llamaba Travelers Tours y hay que decir, que ellos cumplen bien, a pesar de que
su guía tuviera un mal día. A mí el contenido me defraudó, a lo mejor por lo
que ya llevaba visto y porque las comparaciones son odiosas.
A las 13.30
estábamos, de nuevo, en Trujillo, por lo que me iría a comer nada más llegar.
Paseando vería un sitio en donde no cabía ni un alfiler y dije –“aquí como yo”.
Se llamaba El rincón de Vallejo y tomé lomo saltado y papa a la Huancaína.
Ambos platos riquísimos, se notaba que era comida casera, rica rica. Mereció la
pena la espera de unos veinte minutos. (30 soles y la cantidad muy generosa)
Acabado el
festín, el resto de la tarde me la pasaría viendo Trujillo, otra de las
ciudades donde la huella española es apabullante, por algo Pizarro, cuando la
fundó, le puso el mismo nombre que a su ciudad natal.
Aunque se la
conoce como la Capital de la primavera porque disfruta de un clima benigno
durante todo el año y por tanto cualquier estación es idónea para visitarla, a
mí me tocaría un día nubladillo.
Tras la
importante huella que dejaron las civilizaciones Moche y Chimú y de cuyos
vestigios había disfrutado en los alrededores de la ciudad, me disponía ahora a
afrontar la época virreinal, también de gran importancia, dando fe de ella los
edificios de arquitectura señorial y colonial que se esparcen por toda la
ciudad.
Casa del Mayorazgo de Facalá.Trujillo |
Palacio Iturregui. Trujillo |
Comenzaría
con la plaza de Armas, grandiosa y elegante, como muchas de las que llevaba
vistas en Perú. En ella podría disfrutar de las mansiones de colores que la
flanquean por sus cuatro costados y de la catedral a la que podría entrar de
forma gratuita.
Plaza de Armas. Trujillo |
Plaza de Armas. Trujillo |
Plaza de Armas. Trujillo |
Plaza de Armas y Catedral. Trujillo |
Seguiría
luego con la famosa calle Pizarro, la calle comercial y donde se encuentran
gran parte de los restaurantes de caché, tiendas y casas señoriales
importantes. Entre ellas cabría destacar, especialmente tres: la casona de la emancipación,
sede del BBVA, el palacio Itúrregui y la casa del mayorazgo de Facala.
Calle Pizarro.Trujillo |
Casona de la Emancipación.Trujillo |
Casona de la Emancipación.Trujillo |
Casa del Mayorazgo de Facalá.Trujillo |
Después de
ver éstas, me perdería por el resto de sus encantadoras calles y avenidas, a
rebosar de gente, e iría viendo un gran número de iglesias como las de San
Francisco, Santo Domingo, Santa Clara, La Merced, San Agustín, etc. Todas ellas
son sencillas, pero es justo esa sencillez unida a los agradables colores de
sus fachadas, los que hacen que sean el complemento perfecto de la ciudad.
Iglesia de San Agustín.Trujillo |
Iglesia y Convento de Sta Clara.Trujillo |
Iglesia de San Francisco.Trujillo |
Cuando acabé
sobre las 18.15 me senté a hacer vida contemplativa en la plaza de Armas y una
chica que estaba haciendo la carrera de turismo, me pidió que si podía rellenar una encuesta sobre
Huanchaco. ¡Era la misma que me habían hecho el día anterior! Por supuesto que
disimulé y le dije que sí, pues no me costaba ningún trabajo y así estaba
entretenido charlando con alguien.
Al terminar
era ya de noche, por lo que me fui a reposar un rato al hotel y a meterme en
internet, pues disponía de servicio gratuito. Entre mail y mail, me daría la
hora de la cena, por lo que me iría directo a un sitio que me recomendó
Luisito, el guía de las prisas de por la mañana. Su nombre “Salón de Té, Buenos
Aires”. Otro sitio de comidas caseras pero basado en sándwiches y entrantes, pero
de buena calidad y donde va mucho la gente de por allí. Me pedí un sándwich de
pavo, una papa rellena y un jugo de piña (14,50 soles). Como no había mucha
gente un camarero se pondría a charlar conmigo y ya por lo menos se me hizo más
amena la cena. Cuando acabé me iría a recogerme, pues a la mañana siguiente el
despertador del móvil estaría sonando a las cinco de la madrugada.
No hay comentarios :
Publicar un comentario