PERÚ - DIA 19. Huacas del Sol y de la Luna y Trujillo

6 de Septiembre de 2011.

Parecía que había recuperado fuerzas, después del día tranquilo de ayer, por lo que a las ocho estaba ya desperezándome.

Desayuné y como a las 08.30 había recibido una llamada a mi hotel, donde se me confirmaba una plaza en una avioneta para sobrevolar las líneas de Nazca, que haría en días posteriores, me fui pitando al Banco de la Nación en Trujillo, para realizar el correspondiente ingreso y asegurar así el preciado vuelo. Aprovechando que me encontraba al lado, también iría a una oficina de LAN para realizar el check in de mi billete de avión hacia Lima para el día siguiente. Ahora que los recados estaban hechos, comenzaría ya la jornada turística, hoy tocaría empezar por las Huacas del Sol y la Luna.

Para llegar hasta ellas tenía tres opciones:

1)    Una combi que me dejaría en el cruce de la panamericana sur y desde allí andando, pero no me recomendaron el camino por ir sólo y ser un recorrido largo y no demasiado seguro.

2)    Un taxi que me saldría por unos 40 soles (ida y vuelta) desde el centro de Trujillo más luego la entrada (11 soles). Total = 51 soles.

3)    Una agencia que me vendría a buscar al hotel con el guía incluido. (25 soles + 11 soles de la entrada =36 soles).

Así que al final, creo que lo tendría claro y me decanté por la tercera opción. A las once de la mañana un mini bus de la agencia se encontraba en la puerta de mi hostal para comenzar el recorrido.

El primer sitio que visitaríamos sería el museo Huacas de Moche, que aunque no está mal porque te explican un poco la cultura moche o mochica y hay una representación importante de la cerámica de esta cultura, se quedan lejos de la espectacularidad del museo del Señor de Sipán en Lambayeque. Así que yo me quedé igual que estaba.

Museo Huacas de Moche

Luego nos dirigimos a la Huaca de la Luna, una estructura piramidal que hacía de santuario de la ciudad del pueblo moche. Resulta que este pueblo abarcaba desde Piura hasta pasado Trujillo, de ahí que hubiera distintos centros de poder por todo su territorio. (El señor de Sipán también pertenecía a los moches).

Huaca de la Luna

Huaca de la Luna

Huaca de la Luna

Lo mejor de la visita fueron los murales policromados de los que están compuestas las paredes de la pirámide, pero para mí, fue lo único. Vamos que si no lo hubiera visto, no me hubiera pasado nada. Además la Huaca del Sol, es decir, el centro político y administrativo, se encontraba cerrada. En realidad, nunca se ha abierto al turismo, por lo que te venden las dos, cuando sólo ves una.

Huaca de la Luna

Huaca de la Luna

Huaca del Sol

Luis, nuestro guía, parecía que no estaba de muy buen humor y tenía algo de prisa, pues íbamos algo rapidito. La intención que tenía de acabar pronto no le saldría demasiado bien, ya que unos señores mayores se paraban bastante, hacían hincapié en todo tipo de detalles y preguntaban todas las dudas que tenían, por lo que le salió el tiro por la culata, ji, ji, ji.

La empresa se llamaba Travelers Tours y hay que decir, que ellos cumplen bien, a pesar de que su guía tuviera un mal día. A mí el contenido me defraudó, a lo mejor por lo que ya llevaba visto y porque las comparaciones son odiosas.

A las 13.30 estábamos, de nuevo, en Trujillo, por lo que me iría a comer nada más llegar. Paseando vería un sitio en donde no cabía ni un alfiler y dije –“aquí como yo”. Se llamaba El rincón de Vallejo y tomé lomo saltado y papa a la Huancaína. Ambos platos riquísimos, se notaba que era comida casera, rica rica. Mereció la pena la espera de unos veinte minutos. (30 soles y la cantidad muy generosa)

Acabado el festín, el resto de la tarde me la pasaría viendo Trujillo, otra de las ciudades donde la huella española es apabullante, por algo Pizarro, cuando la fundó, le puso el mismo nombre que a su ciudad natal.

Aunque se la conoce como la Capital de la primavera porque disfruta de un clima benigno durante todo el año y por tanto cualquier estación es idónea para visitarla, a mí me tocaría un día nubladillo.

Tras la importante huella que dejaron las civilizaciones Moche y Chimú y de cuyos vestigios había disfrutado en los alrededores de la ciudad, me disponía ahora a afrontar la época virreinal, también de gran importancia, dando fe de ella los edificios de arquitectura señorial y colonial que se esparcen por toda la ciudad.

Casa del Mayorazgo de Facalá.Trujillo

Palacio Iturregui. Trujillo

Comenzaría con la plaza de Armas, grandiosa y elegante, como muchas de las que llevaba vistas en Perú. En ella podría disfrutar de las mansiones de colores que la flanquean por sus cuatro costados y de la catedral a la que podría entrar de forma gratuita.

Plaza de Armas. Trujillo

Plaza de Armas. Trujillo

Plaza de Armas. Trujillo

Plaza de Armas y Catedral. Trujillo

Seguiría luego con la famosa calle Pizarro, la calle comercial y donde se encuentran gran parte de los restaurantes de caché, tiendas y casas señoriales importantes. Entre ellas cabría destacar, especialmente tres: la casona de la emancipación, sede del BBVA, el palacio Itúrregui y la casa del mayorazgo de Facala.

Calle Pizarro.Trujillo

Casona de la Emancipación.Trujillo

Casona de la Emancipación.Trujillo

Casa del Mayorazgo de Facalá.Trujillo

Después de ver éstas, me perdería por el resto de sus encantadoras calles y avenidas, a rebosar de gente, e iría viendo un gran número de iglesias como las de San Francisco, Santo Domingo, Santa Clara, La Merced, San Agustín, etc. Todas ellas son sencillas, pero es justo esa sencillez unida a los agradables colores de sus fachadas, los que hacen que sean el complemento perfecto de la ciudad.

Iglesia de San Agustín.Trujillo

Iglesia y Convento de Sta Clara.Trujillo

Iglesia de San Francisco.Trujillo

Cuando acabé sobre las 18.15 me senté a hacer vida contemplativa en la plaza de Armas y una chica que estaba haciendo la carrera de turismo, me  pidió que si podía rellenar una encuesta sobre Huanchaco. ¡Era la misma que me habían hecho el día anterior! Por supuesto que disimulé y le dije que sí, pues no me costaba ningún trabajo y así estaba entretenido charlando con alguien.


Al terminar era ya de noche, por lo que me fui a reposar un rato al hotel y a meterme en internet, pues disponía de servicio gratuito. Entre mail y mail, me daría la hora de la cena, por lo que me iría directo a un sitio que me recomendó Luisito, el guía de las prisas de por la mañana. Su nombre “Salón de Té, Buenos Aires”. Otro sitio de comidas caseras pero basado en sándwiches y entrantes, pero de buena calidad y donde va mucho la gente de por allí. Me pedí un sándwich de pavo, una papa rellena y un jugo de piña (14,50 soles). Como no había mucha gente un camarero se pondría a charlar conmigo y ya por lo menos se me hizo más amena la cena. Cuando acabé me iría a recogerme, pues a la mañana siguiente el despertador del móvil estaría sonando a las cinco de la madrugada.

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