DIA 01. OPORTO. Recién llegados a la tierra del vino

31 de Marzo de 2010.

Una vez más sería mi amigo Raúl quien me acompañaría en una nueva escapada y es que no hay mucha gente que se anime a sacar el billete de avión con tanta antelación como nosotros, pero es cierto que es la única manera de garantizarte un vuelo económico para unas fechas tan demandadas como Semana Santa. Aún así y todo, cinco meses antes, los precios ya estaban demasiado altos para muchos destinos, por lo que sería Ryanair quien decidiría por nosotros donde nos íbamos a marchar y es que los noventa euros que costaba el billete de ida y vuelta a Oporto, no tenía mejor postor.

Oporto desde Torre de los Clérigos

Era esta una buena oportunidad para regresar a nuestro país vecino, pues muchas veces con la excusa de estar tan cerca, lo vas dejando para mejores ocasiones y no vas nunca, así que esta vez sí, nos esperaban dos de las ciudades más importantes del norte de Portugal, ya que junto con Oporto, también haríamos una pequeña escapada de un día a la cercana Braga.

Campo Novo. Braga

Nuestro viaje no comenzaría de la mejor manera y es que nos tocaría sufrir una hora de retraso, como ya casi viene siendo una tradición con la compañía Ryanair, así que no llegaríamos a nuestro destino hasta las nueve de la noche. Al menos nos quedaría el consuelo de, que una vez desembarcados, no tendríamos que calentarnos mucho la cabeza para llegar al centro de la ciudad en menos de media hora, pues allí mismo se toma el metro, bajándonos en la estación de Trindade. (Línea E, 1,85 euros el billete). Desde esta sólo nos quedaría andar diez minutos para llegar a nuestro alojamiento, el Residencial Pao de Açucar. La habitación estaba decorada con muebles de época y moqueta, pero se la veía antigua y es cierto que no le vendría mal una renovación, aunque cumple de forma correcta su función para pasar varias noches y estar cómodo. El baño está limpio aunque tampoco le vendría mal una reforma. Lo mejor es la situación, pues está en pleno centro de Oporto y se puede ir a todos los lugares caminando. También es destacable el desayuno, muy abundante y variado y con constante reposición.

Residencial Pao de Açucar. Oporto

Una vez instalados, decidiríamos salir a cenar, eligiendo un restaurante cercano que parecía tener buena pinta y que se llamaba Café Guarany, al menos eso parecían indicar las mesas superpuestas y los camareros trajeados que podían verse a través de sus amplios ventanales exteriores. Nada hacía presagiar lo que nos íbamos a encontrar dentro. El caso es que, casi sin habernos quitado la cazadora, uno de los camareros vendría para darnos la carta y después de apartarse un minuto escaso, volvería para, sin saludarnos, solicitarnos de forma imperativa que queríamos para cenar. La verdad que en ese momento teníamos que haber cogido y marcharnos, pero al final no lo hicimos. Yo en su mismo tono le diría que no sabía y que espera a que decidiéramos y se marcharía de muy malas maneras.

A los cinco minutos llegaría otro compañero suyo, serio también pero con mejores modales, al que le pediríamos dos sándwiches vegetales. Tras diez minutos aparecerían con ellos y sólo con verlos se nos quedaría cara de circunstancia. Ante nosotros había panes resecos y casi sin tostar, una hoja de lechuga más tiesa que la mojama, una rodaja de tomate verde y medio espárrago. Acto seguido, Raúl y yo nos miraríamos y, sorprendentemente, en vez de montar un espectáculo nos empezaríamos a reír a carcajada limpia, ante la mirada atónita del personal, que casi que nos invitarían a terminar lo antes posible y marcharnos. Eso haríamos pero, no sin antes decirles a la cara que había sido una vergüenza de cena y de servicio, a lo que amenazaron con llamar a la policía, por lo que saldríamos de allí lo antes posible para no empezar con peor pié aún nuestra estancia en Oporto.

Tiempo después me enteraría que habíamos estado en lugar histórico fundado en 1933 y que, supuestamente, es famoso por el ambiente especial que une la tradición y la calidad del servicio al espíritu artístico, además de celebrarse en él tertulias y eventos culturales. Me gusta ser justo y no ser excesivamente duro con los establecimientos de hostelería, pero en este caso y dada mi experiencia personal, me pareció justo la antítesis del buen gusto y a años luz del trato personal correcto y aceptable al cliente, del que tanto alardea.

Poco más nos quedaba por hacer hoy, así que nos retiraríamos a descansar que mañana nos esperaba un día repleto de lugares interesantes para visitar.

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