DIA 07. CANADÁ. Cataratas del Niágara: relax en el último día

19 de Agosto de 2009.

Asumo el mea culpa por mi decisión de permanecer una jornada más en las cataratas del Niágara. Es cierto que cuando preparé este viaje, no le dediqué, ni mucho menos, el tiempo que ahora dedico a la planificación de otros viajes, lo hice con poco margen y tampoco me documenté demasiado acerca de todo lo que se podía hacer en los alrededores, ni miré lo que se podía tardar en disfrutar de todas las atracciones importantes de la zona. Pero sí que pude leer en varios foros que más de día y medio era posible que fuera excesivo, pero no quise hacer caso y tomé la decisión de quedarnos otro día más, cuando perfectamente esta jornada la podíamos haber dedicado a nuestro siguiente destino, pero bueno ya no se podía hacer nada y era lo que había, por lo que no dudaríamos en disfrutar todo lo que pudiéramos de este entorno privilegiado.
Aunque es cierto que podíamos habernos acercado hasta el bonito pueblo de Niágara on the Lake con su arquitectura tradicional; o haber disfrutado del funicular Spanish Aero Car, atravesando en su cabina, suspendida por cables, la garganta por la que discurren las agitadas aguas del río; o hubiéramos podido sobrevolar en helicóptero los impresionantes saltos de agua; o haber paseado por la gran extensión ajardinada del Niágara Parks Botanical Gardens, observando su flora característica; al final no haríamos nada de ello.
Tanto mi padre como mi hermana estaban cansados y no les apetecía lo más mínimo desplazarse demasiado lejos del centro neurálgico de las cascadas, por lo que al final se tomaría la decisión de quedarnos tranquilos por la zona. Aunque muchos lo podrán ver como una pérdida de tiempo, sin embargo nosotros nos lo tomaríamos como una manera de admirar hasta la saciedad esta maravilla natural, sin prisas y sin agobios.
Río Niagara
Y que mejor manera de comenzar el día que paseando por la ribera del caudaloso río Niágara, el cual discurre por el sudeste de Canadá y el nordeste de Estados Unidos, a 24 kilómetros de la ciudad de Buffalo y 240 de Toronto. Más allá del tumulto de la gente, comprobamos que no había otro rumor que el de los pájaros, los gruesos abejorros y el silbido del viento que pasa a través de las ramas de los árboles. Pudimos ver varias ardillas de largas colas cruzando ante nosotros y observamos en varios remansos como varios troncos se amontonaban, formando islas de madera. Parecía mentira que tan sólo unos metros más adelante, el contrapunto a esta tranquila belleza fuese la furia desatada de las aguas precipitándose al vacío.
Río Niagara

Río Niagara
Después de este primer paseo matinal, no dudaríamos en volver a las barandillas de las cataratas para recordar escenas míticas de algunas películas, como la de Piratas del Caribe o la de  Supermán, donde un niño cae al vacío y el superhéroe lo salva.
Río Niagara y Horseshoe falls
También tendría tiempo para abstraerme del bullicio y preguntarme qué sensaciones tendría Louis Hennepin, el primer europeo que llegó aquí, en 1678 cuando encontró todo el entorno libre de edificios y de turistas y completamente virgen. Debió sentirse muy, muy pequeño.
¿Y puede haber mayor privilegio que leer un libro en un parque cercano, mientras escuchas cercano el rugir de los poderosos saltos? Pues seguramente que lo habrá, pero esta sensación, sin duda, que es gratificante y de lo más relajante.
Horseshoe falls
Tras ello todavía tendríamos tiempo, antes de comer, de dirigirnos a algunas de las tiendas que se distribuyen por la zona y comprar unos cuantos recuerdos del lugar y es que si en algo son buenos los americanos es en el merchandising de cualquier producto. Había de todo: tazas, imanes, camisetas, gorras, sombreros, etc., por lo que es imposible no caer en la tentación.
Después de una relajada y contundente comida, un nuevo paseo por el puente del Arco Iris, sería perfecto para bajarla, pero esta vez sin entrar ya en territorio americano, para justo después empezar una ruta de terrazas, que es como llamaríamos al ir sentándonos en los exteriores de algunos cafés y restaurantes en los que se podía disfrutar de algunas de las mejores panorámicas del entorno. Si a esto le sumas unas buenas cervezas, pues casi que no se podía pedir más.
Horseshoe falls
Y digo casi porque tras hacerse de noche y cenar, nos encaminamos a las cercanías de las Horseshoe falls y esperaríamos a que dieran las 22:00, hora a la que empezaría el espectáculo de fuegos artificiales unidos a la iluminación por varios colores de las cataratas. Sería esta, ahora sí, la guinda perfecta para concluir nuestra estancia en este increíble lugar.
Fuegos Artificiales en las cataratas del Niágara


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