Frente a la ría de Vigo, el archipiélago de las Cíes relumbra por la belleza de sus playas y la
pureza de su entorno natural. Deshabitadas por completo desde hace décadas,
siguen conservándose totalmente vírgenes. Durante un tiempo, algunas de sus
playas y rincones más señeros, como la Furna do Inferno, estuvieron invadidos
por el chapapote del Prestige, pero poco a poco, la naturaleza se ha ido
recuperando y las islas han recuperado su afamada belleza.
Efectivamente, este pequeño archipiélago, no posee más
población permanente que la formada por los guardas que lo cuidan. Sin embargo,
en el pasado sirvió de refugio a celtas, romanos, vikingos, piratas de diversas
nacionalidades y monjes benedictinos que nos han dejado algunos vestigios.
No hace mucho de aquellas hordas de veraneantes que acampaban
donde les parecía, se hacían sus chabolas, defecaban a placer y estuvieron a
punto de convertir la zona en un estercolero mayor, hasta que hace unos años se
convirtió en espacio protegido y se les acabó el chollo a todos ellos.
A diferencia de ayer, esta vez sí que saldríamos desde el puerto de Vigo para llegar hasta ellas,
dado que había salidas desde primera hora de la mañana, aunque también parten
barcos desde Cangas y Baiona. Como
temíamos que no hubiera tickets para el barco si esperábamos a comprarlos hoy
mismo, estos ya los habíamos obtenido el mismo día de llegada a Vigo en el
puerto, por lo que sólo tendríamos que dirigirnos al muelle y esperar a que
partiera la embarcación correspondiente. Parece ser que desde no hace mucho
todo se ha complicado bastante más y ahora hay que conseguir un permiso
especial y hacerlo todo con más tiempo para no quedarte sin plaza (2000
visitantes al día) tanto con el permiso como con los barcos, especialmente si
quieres ir en los meses de julio y agosto. Y es que la masificación está
llegando a todos los rincones del planeta.
Monte La Guía desde barco hacia Islas Cíes |
La navegación duraría como unos cuarenta minutos y
desembarcaríamos en el muelle de la isla
del Norte o de Monteagudo, pegado a la famosa playa de Rodas que el diario británico The Guardian, hacía sólo
unos meses, había calificado como la más bella del mundo. Parece que esta
noticia ya está corriendo como la pólvora y las visitas son cada vez mayores
por lo que puede poner en peligro su frágil ecosistema.
Llegando a las Islas Cíes |
La playa se ha formado como resultado de la acción de las
corrientes marinas, uniendo así las islas de Monteagudo y O Faro, las más
importantes. Su inmenso arenal blanco y brillante, sus aguas cristalinas y su
verde bosque provocan una atracción difícil de resistir, tanto que hoy mi madre
decidiría quedarse aquí todo el día y disfrutar de este lugar paradisiaco al
máximo.
Playa de Rodas. Islas Cíes |
Como habréis imaginado, no está permitido el uso de
vehículos de motor en este entorno protegido, por lo que la única manera de
conocerlo es andando. A diferencia de mi madre, yo preferiría, antes de
relajarme, realizar una de las rutas de senderismo que ofrece el lugar,
decantándome por la que se conoce como ruta del Monte Faro de siete kilómetros de recorrido y unas tres horas de
duración, ida y vuelta, con un desnivel aproximado de 175 metros.
La ruta transcurre fundamentalmente por la isla de Faro o
del Medio. El punto de partida está en la caseta de información próxima al
embarcadero de Rodas, donde se puede aprovechar para solicitar folletos y
mapas. Desde aquí hay que tomar el camino de la izquierda que pasa por el dique
que une las dos islas bordeando el lago
de Os Nenos, otro éxtasis para los sentidos y un remanso de paz en pleno
océano, pudiéndose ver multitud de peces, en este refugio para la vida marina.
Lago de os Nenos. Islas Cíes |
Una vez en la isla de Faro, hay que continuar el sendero
hasta el punto de información del Monasterio
de Santo Estevo. Unos 300 metros después, a la altura de la playa de Nosa Señora, está el cruce
principal de la isla. Hay que girar a la derecha y empezar a subir entre una
espesa arboleda que os dejará entrever la isla
de San Martiño, al sur. Si no estáis muy cansados, a medio camino hay un
desvío hacia la Pedra da Campá, una
formación rocosa perforada por los vientos atlánticos cargados de salitre. Muy
cerquita está el observatorio de aves donde,
además de estos animales, también podréis contemplar magníficas panorámicas. De
vuelta en el camino principal no tenéis más que seguir ascendiendo. Antes de
llegar al objetivo, todavía se puede hacer otro pequeño desvío al castro prerromano.
Isla de San Martiño desde ruta del Monte Faro.Islas Cíes |
Pedra da Campá. Islas Cíes |
Mirador Pedra da Campá. Islas Cíes |
La subida culmina en la cima del monte donde se ubica el Faro, el mirador más hermoso y
emblemático de las islas. Ante mí la inmensidad del océano de un lado y la ría
de Vigo al otro, junto con el perfil de las propias islas.
Islas Cíes desde Monte Faro |
Isla de San Martiño desde Monte Faro |
Tras disfrutar del sublime momento durante una hora,
desharía mis pasos y volvería a la playa de Rodas para comer con mi madre unos
sándwiches que habíamos traído y descansar hasta el momento de tener que volver
a coger el barco que nos llevaría de nuevo a Vigo.
Vigo al regreso de las Islas Cíes |
Al igual que ayer no daríamos por terminado el día tras el
paso por el Parque Nacional, sino que decidimos aprovechar que todavía quedaban
un par de horas de luz para conocer algo más.
En mi caso tenía especial interés en contemplar uno de los
más famosos y célebres cruceiros de
Galicia, localizado en la aldea de Hío.
Nos costaría encontrar el pequeño pueblo pero realmente merecería la pena pues es
objeto de gran simbolismo iconográfico y está realizado en un solo bloque de
piedra. Representa el Descendimiento, escenas del Antiguo Testamento, y Adán y
Eva expulsados del paraíso.
Cruceiro de Hío |
A diferencia de lo que muchos piensan no es una obra
antigua, pues esta pieza sería esculpida por el artista pontevedrés José
Cerviño en el siglo XIX.
Ya que estábamos aquí visitaríamos la iglesia de San Andrés, románica de los siglos XII – XIII, y
continuaríamos nuestro camino hasta la cercana Cangas do Morrazo, localizada a sólo seis kilómetros.
Su estratégica situación motivó encendidas disputas con
vikingos, piratas turcos y otros asaltantes, hasta que en el siglo XIX quedó
ligada definitivamente a la industria marinera.
En las estrechas callejuelas de su casco antiguo se aprecian
las pintorescas casas de patín,
típicas de las Rías Baixas. Una de ellas, en la calle Garelly, conserva la característica escalera donde las
mujeres remendaban las redes de pesca.
Destacar también el Reloj
del Avilés, que indica si el tiempo va a ser tormentoso, lluvioso o seco;
la iglesia de origen medieval, la Casa del Concello y el puerto.
Puerto Deportivo. Cangas del Morrazo |
O Reloxo. Cangas del Morrazo |
Ex-Colegiata de Santiago. Cangas del Morrazo |
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