DIA 05. CIUDAD DEL VATICANO. Descubriendo la sede Papal y primer contacto con la Ciudad Eterna

29 de Septiembre de 2000

Por fin éramos libres del todo, pues si queríamos no tendríamos que volver a coincidir con el guía y con la totalidad del grupo durante el tiempo que nos quedaba en Italia. Eso suponía olvidarnos de las prisas y los agobios y poder ir a nuestro ritmo, eligiendo nosotros las visitas a realizar y los planes que más nos atrajesen. Así que de momento iríamos por libre los dos primeros días y luego ya veríamos si nos apuntábamos a alguna excursión extra que nos pudiera interesar.

Para empezar, optaríamos por dejar la Ciudad Eterna para más adelante y dirigir nuestro pasos  al estado más pequeño del planeta, que como todo el mundo ya sabe es El Vaticano y se encuentra enclavado dentro de la misma Roma.

La ciudad – estado cuenta con su propia oficina de correos, sistema judicial, farmacia, gasolinera, estación de ferrocarril, comisaría, canal de televisión y policía. También publica un periódico diario, el influyente Osservatore Romano, y emite programas de radio en más de una docena de idiomas.

Antaño, el Papa gobernaba gran parte de Italia, pero los Estados Pontificios fueron conquistados por las tropas piamontesas entre 1860 y 1870. Como resultado, el Papa no salió del Vaticano en los cincuenta años siguientes, pero en 1929 se acordó  la paz con Italia. Los papas habían vivido en el Vaticano desde el siglo XIV, cuando regresaron de su exilio en Aviñón y abandonaron el Palazzo Lateranense, que estaba en ruinas.

Basílica de San Pedro. Ciudad del Vaticano

Gran parte del Vaticano está ocupado en la actualidad por los Museos Vaticanos que, junto con la Capilla Sixtina y las Salas de Rafael, incluyen el Museo  Pio – Clementino, la Pinacoteca, y los museos Gregoriano, Egipto y Etrusco.

Sería por ellos por donde comenzaríamos nuestra primera visita. La entrada se halla en la parte posterior de la Ciudad del Vaticano – más allá de la Piazza del Risorgimento – al girar por Viale Vaticano. No tardaríamos mucho en  entrar, sólo poco más de una hora, lo que puedo garantizar que es un tiempo prudencial para las esperas que hay que soportar en otras ocasiones. Además hay que tener en cuenta que por aquellos tiempos las entradas no podían comprarse por internet, así que estábamos de suerte.

Es complicado pensar en museos más importantes que los del Vaticano. Otros pueden abarcar también un gran periodo de tiempo y contener piezas de diferentes procedencias, pero ninguno incluye salas enteras pintadas por Rafael y los frescos del techo de la Capilla Sixtina.

Los Museos son inmensos, y no se puede esperar verlo todo en una visita. Es necesario seleccionar lo que más nos interese y concentrarse en eso, ya que si se intenta retener, captar o leer todo es probable que se acabe agotado en poco espacio de tiempo. Además hay que recordar que el camino es largo (medio kilómetro desde la entrada a la Capilla Sixtina). Es importante recordar que a partir de las 16:00 ya no se permitirá el acceso.

Una vez superada la entrada, subiríamos la escalera y torceríamos a la derecha donde podríamos deleitarnos con la Pinacoteca con obras de Fra Angélico, Bellini y Tiziano, por nombrar sólo algunos.

Tras esa primera toma de contacto volveríamos a salir al punto inicial y nos marcharíamos hacia la izquierda, es decir hacia el vestíbulo de las Cuatro Puertas, donde nos detendríamos en un gran patio donde resalta una gran piña de bronce. Luego giraríamos a la izquierda, otra vez, y subiríamos unas escaleras hasta el primer rellano, donde estaba la sala de la Cruz Griega con dos estupendos sarcófagos.

Instantes después subiríamos a un segundo piso y nos encontraríamos un largo e impactante pasillo donde podríamos observar candelabros, tapices y mapas pintados al fresco que muestran las posesiones de la Iglesia en la década de 1580.

No fue poco el tiempo que estuvimos admirando todo lo anterior, pero al terminar, una nueva sala nos llevaría de forma directa a las estancias de Rafael, de las cuales hay cuatro, siendo encargadas por Julio II en 1508, supuestamente porque el apartamento papal existente le recordaba demasiado a su odiado predecesor, Alejandro VI.

La Stanza della Segnatura es la sala más famosa porque, entre otras, contiene dos de las pinturas más conocidas de Rafael: “La Discusión sobre el Sacramento” Y “La Escuela de Atenas”, pintadas entre 1508 y 1511, y que son alegorías que representan los ideales humanistas de teología, filosofía, poesía y justicia. Sería emocionante, en la segunda de ellas, poder observar con detalle la escena en la que Platón y Aristóteles conversan animadamente en el interior de un enorme edificio de estilo clásico. Está claro que a Rafael le gustaba pintar a sus contemporáneos en escenas históricas, muy abundantes en este cuadro. El mismo Rafael es el segundo empezando por la derecha entre el grupo de caballeros con sombrero. Enfrente, está Bramante, disfrazado de Euclides, que se inclina, con la vara en la mano, para explicar un problema a sus estudiantes.

La Stanza di Eliodoro es también muy interesante por el sorprendente uso que hace del color en la Guardia Suiza en la esquina inferior derecha, así como por la iluminación de “La Liberación de San Pedro”.

Las dos siguiente salas, la dell´ Incendio y la di Constantino están ya pintadas por los alumnos de Rafael y él, probablemente, sólo hizo algunos bocetos preliminares, pero también son dignas de detenerse en ellas y admirarlas con tranquilidad.

Después de las salas anteriores y antes de llegar a la estrella de la visita, podríamos visitar los aposentos Borgia, con maravillosos frescos de Pinturicchio y sus discípulos.

Y ahora sí y sin más preámbulos llegábamos hasta la inigualable Capilla Sixtina, construida durante el papado de Sixto IV (1471-1484), de forma rectangular y privilegiado testigo  de muchos episodios históricos. Fue la capilla privada de los pontífices y durante siglos ha sido la sala donde se celebraban los cónclaves o elecciones papales.

Para entrar deberíamos esperar unos veinte minutos, pues el número de visitantes en su interior no podía pasar de un número determinado de personas, al menos en aquellos momentos (no sé si ahora será igual). Eso sí, una vez dentro te dejaban permanecer allí todo el tiempo que quieras sin haber límite de tiempo.

Aunque el suelo y los tabiques destacan, la sala es tan conocida por los maravillosos frescos de las paredes y el techo, que llegan a atraer hasta a 20.000 visitantes  al día y muchos consideran el ejemplo supremo del Renacimiento o incluso del arte universal.

Los fabulosos trabajos de las paredes realizados por artistas de la talla de Botticelli, Doménico Ghirlandaio, Rosselli o Perugino, se ven a menudo eclipsados por los frescos de Miguel Ángel en la bóveda y la pared del altar, posiblemente el mayor logro artístico de Occidente  y sin duda la mayor  obra pictórica jamás proyectada y llevada a cabo por un hombre. Julio II encargó la decoración en 1508, y Miguel Ángel la completó en 1512, con escenas narrativas, efectos arquitectónicos y figuras esculturales de gran belleza. Los paneles centrales representan la Creación y la historia de Noé.

Años más tarde, en 1535, Miguel Ángel fue de nuevo citado a la capilla, esta vez por Paulo III, para pintar al fresco la pared del altar con escenas de Juicio Final, un inmenso trabajo que lo mantuvo ocupado hasta 1541. Esta obra es esencialmente una celebración del cuerpo humano, rebosante de potencia y movimiento. Incluso antes de que lo terminara, el gran número de cuerpos desnudos  ya habían ofendido a muchos, especialmente a los maestros de ceremonias del Papa. Pío IV reprobó la desnudez de las figuras hasta tal punto que mandó llamar a Daniele da Volterra para que cubriera los genitales, lo que le hizo ganarse el sobrenombre de “il Braghettone”. Afortunadamente, esta sobrepintura se eliminó  en el curso de una extensa restauración de la bóveda y El Juicio Final durante las décadas de 1980 y 1990.

Saldríamos de los Museos Vaticanos exhaustos después de unas cuatro horas en su interior, así que buscaríamos un rincón para descansar e hidratarnos un rato antes de, sin todavía haber asimilado todo lo visto, dirigirnos a la inmensa plaza de San Pedro y su basílica.

La entrada a este gran recinto es impactante y desde el primer segundo entiendes porque ha sido mundialmente aclamado como una obra maestra de la arquitectura. La culpa de ello la tendría su creador: el gran Lorenzo Bernini quien la realizaría por encargo del Papa Alejandro VI. Su forma elíptica y las dos columnatas semicirculares la hacen única e insustituible. En medio de la plaza se alzan un obelisco egipcio situado allí antes de la creación de la columnata, y dos fuentes, una también de Bernini y otra de Maderno. A medio camino entre el obelisco y cada una de las fuentes hay un disco de piedra donde se lee “Centro de Colonnato”. Si te sitúas encima de uno, verás como las cuatro hileras de columnas del hemiciclo correspondiente se alinean milagrosamente en una sola fila.

Tres tramos de escaleras, flanqueadas por las estatuas de San Pedro y San Pablo, nos conducirían a la entrada de la soberbia basílica de San Pedro.

Nadie sabe exactamente en qué año llegó San Pedro a Roma, pero seguro que fue después del 50. Tampoco se conoce la fecha exacta de su martirio, sólo que fue crucificado en un circo imperial cerca del Vaticano durante las persecuciones del emperador Nerón, por lo tanto, entre los años 64 y 67. Lo que sabemos es que su tumba muy pronto adquirió especial importancia para los cristianos.

Sería Constantino quién mandaría construir la primera iglesia de San Pedro, pero cuando los papas regresaron de Aviñón, se encontraron con que la vieja iglesia se había deteriorado y amenazaba con derrumbarse. Tendrían que pasar varios siglos hasta que se completara la enorme construcción que hoy conocemos, edificada sobre la tumba de San Pedro y conocida mundialmente.

Dicen que la perfección no existe, pero creo que este lugar es una clara excepción. Todo en ella te sobrecoge: sus dimensiones; la fachada de travertino de color blanco y ocre; el pórtico de techo estucado; la cúpula diseñada por Miguel Ángel; la escultura de La Piedad, nada más entrar en la capilla de la derecha; el baldaquino de Bernini, sobre la cripta donde yace San Pedro; el gran círculo de pórfido donde Carlomagno y otro muchos se arrodillaron para ser coronados emperadores; las miles de obras de arte del renacimiento y del barroco italiano; y mil y un detalles más. Todos ello hace que este portento arquitectónico más parezca que fuese realizado por dioses que por seres humanos.

La Piedad de Miguel Angel. Basílica de San Pedro. Ciudad del Vaticano

La cúpula sobre la basílica de San Pedro ofrece una vista maravillosa de la ciudad, pero en aquellos momentos no se encontraba abierta al público y tendríamos que quedarnos sin poder acceder a ella. Tampoco podríamos visitar, por falta de tiempo o previsión debido a las largas filas, las Tumbas Papales  y la Necrópolis de San Pedro, pero recomiendo encarecidamente que si se tiene oportunidad se haga, pues no te defraudará en absoluto. Como siempre se dice, será esta una buena excusa para volver en otra ocasión.

Terminaba aquí nuestra visita al pequeño Estado en cuanto a tamaño, pero no así en grandeza, queriendo aprovechar lo que restaba de tarde en tener un primer contacto con algunos de los monumentos que conforman Roma y que no estaban muy lejos de donde nos hallábamos.

Empezaríamos por las vistas del castillo de San´t Angelo, construido como un mausoleo por el emperador Adriano, pero cumpliendo a lo largo de su historia, funciones de fortaleza, prisión, un refugio papal, un cuartel y un palacio de reposo.

Tendríamos que conformarnos con llegar hasta su puente levadizo que hasta 1822 todavía se usaba para proteger el castillo de invasores indeseables. Como curiosidad decir que el puente cruza la cámara funeraria donde se conservan los restos de Adriano.

A las 18:00 cerraban nuestra próxima visita a cuyo interior sí queríamos entrar. Hablo del Panteón, así que a paso ligero nos plantaríamos en diez minutos en la entrada. Después de atravesar su frontón, sostenido por altas columnas de granito y las imperiales puertas de bronce, podríamos deleitarnos ante su cúpula perfecta de cuarenta metros de diámetro, una hazaña arquitectónica y de ingeniería tan importante que se ha convertido en un modelo en gran parte del mundo. Se fijó vertiendo cemento sobre un marco provisional de madera y es más ancha que la de San Pedro.

Panteón de Roma

Dicen que el Panteón es el monumento antiguo mejor conservado de Roma, en gran parte gracias a su transformación en una iglesia cristiana. Dentro están enterrados un buen número de reyes italianos, pero sobre todo destaca la tumba del pintor Rafael, fallecido en el año 1520.

A la salida y dado que no se encontraba muy lejos decidiríamos terminar el día con la inmensa columna de Trajano, perfectamente conservada. Su altura es de cuarenta metros y está construida con mármol de carrara. El emperador que da nombre a la columna conseguiría hacerse con la mayor extensión de territorio para el Imperio Romano de la historia, relatándose en los relieves de la misma una de sus campañas: la correspondiente a la conquista de Dacia, en las actuales Moldavia y Rumanía. Por cierto que las cenizas de Trajano se encuentran enterradas debajo de la columna.

Columna de Trajano. Roma

Columna de Trajano. Roma

Por hoy, habían sido suficientes visitas por lo que nos marcharíamos al hotel para recuperar fuerzas para los días que restaban en Italia.

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