DIA 01. BOLONIA. Mil años de cultura y arte

1 de Noviembre de 2019.

La capital de la región de Emilia – Romaña es capital cultural desde hace casi un milenio, desde que en el año 1088 se fundó en ella la primera universidad de Europa. Bolonia, la docta, ha sido y sigue siendo un hervidero de cultura. Por ella pasaron personalidades tan ilustres como Petrarca, Erasmo de Rotterdam, Copérnico, Giorgio Armani o Umberto Eco, entre otros muchos.

Pero además de la docta, Bolonia hace gala de otros epítetos, como la rossa (roja), debido a que su núcleo urbano se caracteriza por la cálida tonalidad de ladrillos que plasman sus edificios, aunque no sería ese el único motivo y es que desde la Segunda Guerra Mundial hasta la década de los noventa ha estado gobernada por gobiernos municipales de izquierdas.

Bolonia desde Torre Asinelli

Otro adjetivo urbano es la turrita, por sus torres. La ciudad tuvo más de un centenar, afiladas y ciegas como chimeneas. Muchas se troncharon en antiguos combates, otras fueron desmochadas por precaución y sólo media docena han aguantado el tipo.

También hay que hablar de pórticos, porque Bolonia es la ciudad más porticada del mundo. En total acoge casi cuarenta kilómetros de estos, con todo tipo de formas y dimensiones desiguales que constituyen una de las características más peculiares de la urbe y que crean un fantástico juego de penumbras y de líneas que, sin duda, no te dejan indiferente.

Soportales Via Farini

Y, por supuesto, no podía olvidar el calificativo de la gorda, por su deliciosa cocina y gastronomía, cuyo plato más simbólico es el “tortellini, aunque no se puede hacer de menos a sus embutidos, quesos y vinos.

En definitiva el centro histórico de la ciudad es uno de los mejores conservados de Europa y este fin de semana de Todos los Santos, algo más largo de lo normal, me iba a dar la oportunidad de disfrutar de sus principales edificios civiles y de representación, los más grandes institutos culturales (Universidad, museos, bibliotecas, etc.), grandes palacios patricios y las más importantes iglesias y monasterios de esta región de Italia.

Mi vuelo de ayer saldría con 45 minutos de retraso, cortesía de Iberia, o mejor dicho su socio Air Nostrum, volviendo así a las “buenas costumbres” y a recordar porqué siempre que puedo elijo otras compañías más eficientes que la que dicen es líder en puntualidad. Luego con pedir disculpas y decir que hacía mal tiempo en el aeropuerto del que venía el avión, lo arreglan todo, pero al final los que pagamos las consecuencias somos los pasajeros.

Aterrizaríamos a las 00:15 y no saldríamos al área común del aeropuerto hasta casi cuarto de hora más tarde, lo que nos haría perder a muchos el últimos autobús que salía hacia el centro de Bolonia, conllevando que el único medio para llegar hasta allí fuese el taxi y por tanto triplicar el coste de los seis euros que hubiera costado el aerobús. Pero claro, luego con ponerte los tripulantes una sonrisa se creen que ya está todo pagado.

Mi cabreo era monumental pero aún así mantuve la calma, puse una sonrisa y pregunté a una joven pareja de españoles, que estaban delante de mí en la fila para coger un taxi, que si les importaba compartirlo conmigo hasta la Estación Central, a lo que me respondieron que sin problema, ya que ellos tenían allí el hotel, por lo que no pude tener más suerte, ya que el taxi salió por 20 euros que dividido entre los tres se quedaba casi igual que si hubiera cogido el aerobús, es decir unos seis euros.

Por cierto que los taxis de madrugada brillan por su ausencia y vienen a cuentagotas lo que nos supondría una espera de unos veinte minutos.

Tras despedirme de los chicos, tendría que andar diez minutos más hasta el que iba a ser mi alojamiento tanto esta noche como la del sábado. Se llamaba We Bologna y está algo apartado del centro, pero entre quince y veinte minutos caminando llegas hasta él. Sus instalaciones son correctas y limpias y las habitaciones están bastante bien, espaciosas, con ropa de cama y toallas incluidas y taquillas para dejar tus pertenencias. Hay que llevar candado. Me supondría 36 euros con el desayuno y tasas de la ciudad incluidas.

Mi habitación era de cuatro y no tendría suerte pues en la cama de al lado me tocaría un tío que no paró de roncar en toda la noche, por lo que entre que me acosté pasadas las 02:00, el concierto continuo y el madrugón, era un muerto viviente en la jornada que comenzaba. Sí, me levanté a las 07:30 y es que eran muchas las cosas que quería hacer.

El desayuno fue normal y corriente con lo típico: tostadas, mermeladas y cereales. Algo más repuesto me pondría en marcha hasta la Estación Central para desde aquí comenzar mi ruta por la ciudad.

A pocos metros de esta encontraría la Puerta Galliera, construida en 1661 para sustituir la anterior, prácticamente derrumbada. Justo al lado podría ver  las antiguas ruinas del castillo Galliera, que los representantes en Bolonia del poder papal, hicieron construir con el objeto de controlar mejor la ciudad desde el punto de vista militar.

Puerta Galliera

Casi adosadas a las ruinas me sorprendería la hermosa Escalera de la Montagnola, con dos rampas de escaleras que se abran una a cada lado y en su base una hermosa fuente con la escultura que los boloñeses llaman afectuosamente “La mujer del gigante”, pero que representa un caballo y una mujer desnuda atacados por un pulpo gigante. Subiendo por las mencionadas escaleras llegaría hasta el jardín de la Montagnola, valga la redundancia, que en época napoleónica era utilizado como espacio de distracción, realizándose en él vuelos aeroestáticos, carreras a caballo e incluso caza del toro. Lo mejor son las vistas que se obtienen desde él de la Via dell´ Indipendenza, la cual fue construida para conectar directamente el centro con la estación, y por la que continuarían mis pasos, quedándome sorprendido al observar los primeros tramos de soportales.

Jardín de la Montagnola

Via dell´ Indipendenza desde Jardín de la Montagnola

Soportales Via dell´ Indipendenza

En mi camino se cruzaría a mi izquierda la plaza VIII Agosto, dedicada al día del año 1848 en el cual fueron derrotados los austriacos. Estaba completamente tomada por un mercado donde tras dar un breve paseo observaría que venden todo tipo de productos, desde vestidos ultramodernos hasta antigüedades.

De nuevo en Via dell´ Indipendenza seguiría avanzando hasta llegar a la Catedral de San Pedro, santo que en ese tiempo se invocaba como el máximo protector de la ciudad y cuya imagen se puso en algunas de las más antiguas monedas boloñesas. En este lugar la Universidad de Bolonia celebraba una de sus más solemnes ceremonias, la asignación de los doctorados, que era privilegio del Archidiácono de la Catedral.

A nivel arquitectónico hay que destacar la gigantesca bóveda (60 metros de ancho), la más amplia que existía en ése entonces en Europa, así como el poderoso campanario.

El interior de la iglesia sorprende por su amplitud. Las dos pilas de agua bendita de la puerta están sostenidas por dos leones de mármol rojo de Verona que dieron el nombre a la célebre puerta lateral de la basílica. La cantidad de pinturas y obras de arte que te encuentras en cada capilla y en cada rincón del edificio es soberbio, sin olvidarnos de la cripta con una preciosa y valiosísima Crucifixión de madera del siglo XII.

Catedral de San Pedro

Pila Bautismal. Catedral de San Pedro

Justo enfrente de la Catedral se puede ver el palacio Ghisilardi Fava que acoge el museo Cívico Medieval y del Renacimiento y al que decidiría no entrar.

Pocos metros más allá haría mi entrada triunfal en la Plaza de Neptuno en la que brilla con luz propia la fuente monumental con la estatua del dios del mar en el momento de aplacar las olas. Interesantes son también las figuras de los cuatro querubines con delfines y de las cuatro sirenas, una complicada alegoría que tiene relación con el curso de los cuatro ríos principales del mundo que van hacia el mar.

Plaza y Fuente de Neptuno

A la derecha de la fuente y en la misma plaza, está ubicado el Palazzo di Re Enzo (Palacio del Rey Enzo) cuya construcción pertenece a 1244. En este edificio, originalmente destinado a sede del Ayuntamiento, estuvo prisionero hasta la muerte el rey Enzo, hijo de Federico II, derrotado y capturado por los boloñeses en la batalla de la Fossalta. Su imagen medieval es soberbia.

Plaza de Neptuno y Palazzo Re Enzo

Palazzo Re Enzo

Pero la plaza de Neptuno es sólo la antesala y una zona de tránsito de lo que viene a continuación, ¿quién lo diría verdad?, pues esta sirve de acceso a la increíble Piazza Maggiore, el resultado de una sucesión de construcciones hechas durante largo tiempo. Está flanqueada por los siguientes edificios:

Palazzo Comunale (Palacio Municipal): conocido también como Palazzo d´Accursio por haber tenido como primer núcleo las casas de los Accursi, compradas posteriormente por el Ayuntamiento, es un gran edificio considerado como un palacio – ciudad por sus dimensiones. Es sede municipal desde 1336 y durante siglos los edificios que se fueron añadiendo no dejaron de crecer. Uno de sus elementos más vistosos es la torre con el reloj, pero su fachada cuenta también con interesantes obras como la Virgen y el Niño o la gran estatua de bronce de Gregorio XIII. La fachada está interrumpida por una ventana de arenisca, bajo cuyo alféizar se encuentran las estatuas de dos pequeñas águilas, una de las cuales (la de la izquierda) habría sido esculpida por Miguel Ángel. En su interior se pueden visitar las Colecciones Municipales de Arte de las que yo prescindiría por falta de tiempo.

Palazzo de Accursio. Piazza Maggiore

Palazzo de Accursio o Comunale y Plaza de Neptuno

Palazzo del Podestá: también conocido como Palazzo Vecchio, es la parte que asoma a la Piazza Maggiore y, en su aspecto actual, es el resultado de la incompleta renovación del primer ayuntamiento de Bolonia. Tras la construcción del Palazzo Comunale, el edificio fue utilizado como archivo y la sala del Consejo se usó para representaciones teatrales hasta más allá de la mitad del siglo XVIII.

Palazzo del Podestá. Piazza Maggiore

Palazzo dei Notai: el palacio de los Notarios hace notar que este sector social imponía una rígida selección para la admisión de sus miembros, que tenían que estar dotados de una excelente posición económica como requisito primordial.

Palacio de los Notarios o del Notai. Piazza Maggiore

Basílica de San Petronio: la imponente iglesia domina la plaza Mayor desde una plataforma que acentúa su tamaño y su imagen simbólica. Dedicada al obispo patrón, pero no catedral (la catedral metropolitana es San Pedro, como ya hemos visto párrafos atrás) encarna los ideales de independencia de la ciudad: la decisión de construirla fue tomada por la autoridad civil  en el renacido ayuntamiento libre. Importantes acontecimientos históricos tuvieron lugar aquí, como la coronación de Carlos V y las sesiones IX y X del Concilio de Trento que se trasladó aquí en 1547. La edificación jamás se terminó, como se puede comprobar, y es que la intención inicial era superar a la Catedral de San Pedro de Roma, algo que no se iba a permitir por decisión papal, no concediéndole por ello dicho título y dejándola como castigo en basílica. Una de sus peculiaridades es que su fachada tampoco se concluyó, pudiendo observarse como la parte inferior está revestida de piedra blanca de Istria, mientras que la superior es de piedra marrón sin embellecer.

Basílica de San Petronio. Piazza Maggiore

La entrada a su interior es gratuita, aunque me tocaría pagar dos euros por realizar fotografías. También hay que comprar un billete si se quiere ver la capilla de los Reyes Magos, así como para visitar las zonas temporalmente sometidas a restauraciones. Dicho interior llama la atención por la gran cantidad de luz que penetra por la especial coloración en blanco y rojo, los colores heráldicos de la ciudad de Bolonia. Las capillas poseen una rica decoración pero destaca especialmente la línea de la célebre meridiana de San Petronio, siendo la más grande del mundo construida en lugar cerrado, equivaliendo su longitud a la seiscienta milésima parte del meridiano terrestre.

Basílica de San Petronio. Piazza Maggiore

Meridiana y Basílica de San Petronio. Piazza Maggiore

Palazzo Dei Banchi (de los Bancos): la historia de este edificio es cuanto menos curiosa y es que en 1565 habría que hacer frente a un difícil problema urbanístico: se trataba de enmascarar un pintoresco grupo de tiendas y casuchas medievales, dándole de esa manera nueva dignidad a la plaza, manteniendo, sin embargo, las comunicaciones con las bulliciosas callejuelas que se encontraban al otro lado. La solución la encontraría un tal Barozzi que adoptó el recurso de un prestigioso y singular escenario: quince aberturas de arcos sobre dos filas, con varios accesos  a las calles del antiguo mercado, haciendo coincidir el registro superior con las casas de atrás, todas provistas de ventanas de diferentes alturas. Es por ello que a este edificio se le considera una auténtica genialidad arquitectónica.

Palacio de los Bancos o Banchi. Piazza Maggiore

Abandonaría la inmensa plaza por la Via Rizzoli, desde donde podría ver a lo lejos el símbolo de Bolonia por excelencia: las Dos Torres: Asinelli y Garisenda. Para comprender su significado urbanístico hay que decir que en el pasado había en la ciudad más de 150 torres teniendo un rol fundamentalmente militar, no sólo en el ámbito ciudadano, sino también con el territorio, con los campos aledaños, recibiendo o enviando señales luminosas; en caso de peligro, se coordinaban entre ellas, o también se podían conectar unas con otras mediante andamios aéreos. La torre Asinelli se dice que la hizo edificar la familia homónima y se eleva a una altura de casi cien metros sobre el suelo. En el curso de los siglos ha resistido terremotos e incendios, siendo sometida a numerosas restauraciones, pasando, hoy en día, un control anual. La torre Garisenda tiene una altura cercana a los cincuenta metros, y su característica primordial es que está tremendamente inclinada, como consecuencia de un aflojamiento del terreno. Es además recordada por Dante Alighieri en la Divina Comedia.

Torres Garisenda y Asinelli

La primera de ellas se puede visitar, pudiendo subir a lo más alto de la misma y contemplar así unas maravillosas vistas de la ciudad, pero mi sorpresa sería que cuando llegué a la puerta de acceso el encargado correspondiente me diría que la única forma de hacerlo es comprando la entrada en la Plaza Mayor o por internet, en la página www.duetorribologna.com, pero el caso es que para hoy estaban ya todas agotadas, aunque afortunadamente todavía tendría el domingo para ello, por lo que no dudé en desplazarme de nuevo a la Piazza Maggiore y entrar en la oficina de turismo para comprar la entrada. Cuesta cinco euros y mientras haya entradas se puede elegir la hora del día que mejor te convenga. La chica que me las vendió me recomendaría las horas centrales ya que en estas fechas es muy común que a primera hora la ciudad esté tomada por la niebla. Así que la haría caso y optaría por el pase de las 13:15.

Con mi visita garantizada para el domingo a la torre Asinelli, no dudaría en dirigirme hacia otra de las visitas que consideraba imprescindible en Bolonia. Me refiero al palacio del Archiginnasio, primera sede estable de la Universidad de Bolonia. Se construyó para reunir en un solo edificio todas las “escuelas”, es decir los lugares donde se dictaban las clases de los “Legislas” (materias de derecho canónico y civil) y de los “Artistas” (filosofía, medicina, matemática, ciencias físicas y naturales), que hasta aquel entonces se encontraban en diferentes lugares de la ciudad.

Palacio Archiginnasio

El edificio se presenta con un larguísimo pórtico de casi 140 metros, con 30 arcos sostenidos por columnas de piedra. En el interior, alrededor del patio central, aparecen dos galerías con dos anchas escaleras por las que se accede al primer piso, desde donde podría acceder al interesante “Teatro Anatómico” (3 euros), el cual se construyó para la enseñanza de la anatomía humana a través de la disección de cadáveres. La sala está completamente revestida de madera con nichos para las estatuas de célebres médicos de la antigüedad y con bustos de los más importantes médicos que aquí enseñaron. En el techo se puede observar a Apolo, también de madera, rodeado por los símbolos de las constelaciones.

Teatro Anatómico. Palacio Archiginnasio

Teatro Anatómico. Palacio Archiginnasio

Como curiosidad hay que mencionar que el teatro fue destruido por un bombardeo durante la II Guerra Mundial, siendo reconstruido utilizando todos los restos y piezas originales recuperados después del ataque aéreo.

La otra sala que también se puede visitar, con la misma entrada del anterior, es el salón “Stabat Mater”, a menudo sede de importantes eventos y conferencias, albergando en el pasado el Aula Magna de Derecho. Las paredes de esta prestigiosa habitación, como la mayoría del edificio, están decoradas con un sinfín de escudos heráldicos de los estudiantes que lo engalanan y le dan mayor porte aún del que ya tiene.

Aula Stabat Mater. Palacio Archiginnasio

Mi siguiente visita sería a Santa María della Vita, a poca distancia del anterior, con vistas a una plaza fingidamente medieval y frente al soportal de la Via de´Musei, llamado el soportal de la Muerte porque delante se encontraba el antiguo hospital de Santa María de la Muerte. Mi gran interés por este lugar residía en sus dos grandes grupos escultóricos (cuatro euros la entrada, que incluye además la de otros palacios). Por un lado “Lamentación sobre Cristo Muerto” de Niccoló dell´Arca, una composición de siete figuras de terracota policromadas de tamaño natural, visibles en una sala a la derecha del altar mayor. Por otro lado, en el oratorio, se encuentra otra bella composición de estatuas de terracota: “Tránsito de la Virgen” de Alfonso Lombardi, una narración de los acontecimientos inmediatamente posteriores a la muerte de María.

Llanto sobre Cristo muerto. Santa Maria della Vita

Tránsito de la Virgen. Santa Maria della Vita

Era el momento de perderme por el Quadrilatero, el distrito más auténtico de Bolonia. En la época medieval, este laberinto de calles estrechas albergaba muchos gremios de artesanos de la ciudad, incluidos los pescadores, orfebres, pintores y carniceros. No hay un mapa que marque los límites precisos de esta zona de Bolonia, por lo que sería mi nariz la que me guiaría por sus callejones. En los ventanales delanteros de una tienda se exponían enormes ruedas de queso, puestos de madera ubicados en las calles rebosaban de magníficas frutas y verduras, y las tiendas con agujeros en la pared ofrecían todas las variedades inimaginables de pastas, recién hechas según estrictas tradiciones.

Finalmente decidiría parar a comer donde dicen que se pueden probar las albóndigas más sabrosas de Bolonia: Bolpetta, en Via Santo Stefano, 6. Los cinco minutos iniciales de espera que me comenta el metre se convierten casi en media hora, sentándome posteriormente, sin avisarme de ello, en una mesa compartida con otros tres comensales, donde volvería a esperar quince minutos. Tras esto me levantaría, me pondría de nuevo el abrigo y me marcharía sin decir nada. No puedo hablar de sus famosas albóndigas, pero si del pésimo y desastroso servicio que consiguió quitarme el apetito y ponerme de bastante mal humor, por lo que continuaría con mis visitas, dejando para la tarde noche una merienda cena más contundente.

En pocos minutos mis pasos desembocarían en la segunda plaza más popular de la ciudad, la Piazza Santo Stefano, donde hallaría la popular basílica di Santo Stefano (o las Siete Iglesias), valga la redundancia, un apretado enredo de iglesias, patios, capillas, pasajes, etc.

Basílica de San Stefano

Plaza de San Stefano

Dedicado al primer mártir Esteban, el complejo está dividido en un conjunto de edificios sagrados. La tradición dice que fue fundado por el obispo Petronio en el siglo V. De él también surgió la idea, en recuerdo de una peregrinación a Tierra Santa, de transformar el lugar en un recorrido devocional a los lugares de la Pasión. El aspecto actual es en gran medida el resultado de extensos trabajos de restauración que se llevaron a cabo entre finales del siglo XIX y principios del XX.

Se accede al complejo por la iglesia del Crucifijo, de origen lombardo (siglos VIII), en cuyo interior destaca la cripta construida para albergar las reliquias de los mártires Vital y agrícola. Entre las columnas reutilizadas que separan las naves, la que no tiene capitel es llamada “de Petronio”, pues según la tradición, el obispo la trajo de Tierra Santa a Bolonia y su altura sería igual a la de Jesús.

A continuación, y a través de la anterior, pasaría a la iglesia del Santo Sepulcro, cuyo templo central (siglos XIII) representa el sepulcro de Cristo y contenía la urna con las reliquias de San Petronio, cuyos restos, sin embargo, en el año 2000 fueron trasladados a la basílica dedicada a él en la Piazza Maggiore, donde ya estaba conservada la cabeza del santo (segunda capilla a la izquierda).

Iglesia del Santo Sepulcro. Complejo de San Stefano

Posteriormente, entraría en la iglesia de los Santos Vital y Agrícola, construida en el siglo XI sobre un templo precedente dedicado a San Pedro. En los ábsides laterales del interior me llamarían la atención especialmente los sepulcros que recogían los restos de los mencionados mártires.

Retrocediendo por la iglesia del Sepulcro, saldría al patio llamado “de Pilatos”, construido por los benedictinos para completar la reproducción de los edificios sagrados que conservan el Santo Sepulcro en Jerusalén. Es llamado así para recordar el lugar de condena de Jesús. La fuente de mármol del siglo VIII con inscripción lombarda, situada en el centro, se llama de hecho “pila de Pilatos”.

Patio de Pilatos. Complejo de San Stefano

Desde el Patio de Pilatos accedería a la iglesia de la Trinidad, desde donde a su vez pasaría directamente al cercano claustro benedictino cuyo orden inferior fue edificado entre el siglo X y el sucesivo y el superior, más elegante y adornado, fue agregado en el siglo XIII; se dice que Dante Alighieri se detuvo aquí hasta el punto de inspirarse en los muy especiales capiteles para algunas descripciones de los condenados del Infierno.

Claustro Benedictino. Complejo de San Stefano

El maravilloso conjunto di Santo Stefano me encantaría y disfrutaría muchísimo con su visita por lo que considero que es un imprescindible en la visita a Bolonia. Su entrada es gratuita y se encuentra abierto de 09:30 a 18:00.

A la salida y sin apenas esfuerzo llegaría la iglesia de San Giovanni in Monte, cuyos orígenes se unen estrechamente con los del cercano bloque de Santo Stefano. La referencia a un monte en el nombre de la iglesia y de la plaza nos recuerda que estamos en un pequeña colina, donde ya en tiempos de los lombardos había un lugar de culto, más tarde llamado Monte Oliveto, para recordar el Monte de los Olivos de Jerusalén.

Iglesia de San Giovanni in Monte

Apenas quedaba ya tiempo antes de que se hiciera de noche, por lo que terminaría las visitas del día, tomando Via Castiglione y Via Poeti para llegar hasta otro templo imprescindible en la visita a la ciudad. Me refiero a la basílica de San Domenico. Antes de entrar en él, me quedaría unos momentos disfrutando de su también hermosa plaza con forma irregular y adornada por mausoleos y dos destacables columnas votivas, una en piedra y bronce realizada para agradecer a la Virgen el final de una plaga y la otra con una estatua de Santo Domingo. Acto seguido accedería a la construcción religiosa, de entrada gratuita y abierta de lunes a sábado de 09:00 a 12:00 y de 15:30 a 17:00 y el domingo de 15:30 a 17:00.

Basílica de Santo Domingo

Basílica de Santo Domingo

Basílica de Santo Domingo

Los frailes predicadores se establecieron en este lugar en 1219 y aquí, en 1221, murió Santo Domingo, que estaba en la ciudad para presidir el segundo Capítulo General de la orden que había fundado unos años antes. La veneración a Domingo de Guzmán – nacido en Caleruega (provincia de Burgos en España) y canonizado sólo trece años después de su muerte – se extendió pronto entre los boloñeses, que querían asociarlo con Petronio como patrón y construyeron para su gloria una iglesia, un digno mausoleo de sus restos. Con el convento antiguo, la basílica es un importante conjunto monumental, donde deslumbra por derecho propio la capilla de San Domenico, de cruz griega y coronada por una cúpula. Muestra en la bóveda adosada la Gloria de Santo Domingo de Guido Reni y, justo debajo, el sorprendente sepulcro de Santo Domingo de Guzmán, una composición escultórica de varios artistas de diferentes épocas donde destacan las estatuillas de S. Petronio, S. Procolo y del ángel cerifario (que porta una vela) realizadas por el grandísimo Miguel Ángel.

Basílica de Santo Domingo

Sepulcro de Santo Domingo

Sepulcro de Santo Domingo

Tras admirar otras capillas y obras de arte saldría, de nuevo, al exterior, donde la noche era ya la protagonista, y me dirigiría caminado hacia el restaurante Osteria dell´Orsa, en Via Mentana,1 siendo de los más famosos para probar el tagliatelle al ragú entre otras muchas especialidades, pero desgraciadamente volvería a no tener suerte. Supuestamente el encargado tomaría mi nombre en la barra y me pediría que esperase fuera mi turno, pues el local es tan pequeño que no te permiten hacerlo dentro. No tuve buenas vibraciones desde el primer momento y es que sabía que la sonrisa hipócrita con la que me dijo que en una media hora me llamarían, llevaba consigo una más que probable puñalada por la espalda. Efectivamente, tras cuarenta minutos de espera, empecé a ver como personas que habían llegado después que yo, empezaban a entrar al local y eran acomodadas, dejándome la situación cara de circunstancia y una decepción total. Por lo general casi siempre suelo protestar y hacer valer mis derechos, pero esta vez me pilló con desgana y decidí marcharme. Sin duda que es un lugar donde impera como le caes al responsable de asignar los sitios y si no le resultas simpático estás perdido, como fue mi caso.

Desde luego que no era mi día en cuanto a restaurantes se refiere, pues dos de los de más renombre en Bolonia habían brillado por su mal trato al cliente, lo que da que pensar respecto a este tipo de locales donde piensan que por servir una buena comida, pueden tratar con desprecio a cualquiera, pero mientras sigan ingresando lo que ingresan desgraciadamente esto seguirá siendo así.

Tenía claro que me iba a ir a lo fácil y pasar de cualquier otra recomendación, así que optaría por entrar a una pizzería de barrio y comerme en la barra una suculenta y jugosa pizza cuatro quesos con pepperoni picante que me supo a gloria más la bebida (8,5 euros).

Tenía el tiempo justo para volver al hostel a recoger la maleta y dirigirme a la cercana estación de trenes, donde a las 20:32 salía el correspondiente hacia Rimini, donde iba a pasar la noche. El motivo de ir a parar a esta población costera no era otro que mañana quería ir a conocer San Marino y los autobuses que te llevan a este pequeño país, salen desde dicha ciudad, pareciéndome buena idea quitarme más de la mitad del trayecto hoy por la noche y así mañana aprovechar más la estancia en San Marino.

El billete lo había reservado en la página oficial de trenes www.trenitalia.com   optando como he comentado por el de las 20:32 que tardaría una hora y treinta minutos en llegar. Desde la estación tendría un paseo de quince minutos hasta el paseo marítimo de Rimini donde se encontraba el hotel La Gradisca, donde dormiría. No era el mejor hotel ni muchos menos, empezando por lo desagradable que era la persona de recepción. La habitación era cutrecilla, accediendo a ella por la zona de comedores, aunque la limpieza era buena. Pero también es cierto que por 27 euros con baño individual no se podía pedir más.

Agradecería bastante tener una habitación particular pues hoy estaba realmente fundido y necesitaba descansar. Además mañana tocaba un buen madrugón si quería estar a primera hora en San Marino.

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