DIA 05. TOULOUSE. Otro día descubriendo Toulouse

16 de Abril de 2017.

El canal du Midi o del Mediodía fue terminado en 1681, dando la posibilidad a los barcos de navegar del océano  Atlántico al mar Mediterráneo, sin dar la vuelta por el estrecho de Gibraltar. Ya en los tiempos de los romanos se había pensado en cavar un canal similar, pero era demasiado complicado. De nuevo se contemplaría esa posibilidad a principios del siglo XVI, cuando Francia y España entraron en guerra y los españoles impedían el paso por el Estrecho, pero igualmente se desechó el proyecto de abrir otra vía por la complejidad de las obras.

Canal  du Midi o Canal del Mediodía

Sería, por fin, en el siglo XVII cuando se llevaría a cabo esta colosal obra de ingeniería, durando quince años y participando en él 1500 hombre y mujeres que lo excavaron con palas y picos.

Hoy es Patrimonio de la Humanidad y entre otros muchos lugares, atraviesa Toulouse, creando un hermoso espacio de paz y tranquilidad por el que poder pasear, hacer deporte y descansar, por lo que no dudaría en comenzar la jornada por él, pues no estaba a más de cinco minutos de mi hotel.

Tras unos quince  minutos andando por su ribera derecha encontraría, en el mismo margen en el que me encontraba, una inmensa iglesia que me llamaría la atención, por lo que me desvié unos metros para ver cuál era. Se trataba de la iglesia de Saint Aubin con una peculiar forma, muy diferente a otros edificios religiosos. En sus alrededores había instalado un mercadillo y había bastante ambiente.

Iglesia de Saint Aubin

Después del momentáneo barullo, volvería a la tranquilidad del canal de Midi, para un poco más adelante llegar hasta el puerto Saint Sauveur, el cual ha sufrido una gran transformación al pasar de ser un puerto comercial al que se puede ver hoy en día, acogiendo unos 400 barcos de recreo y gabarras.

Puerto de Saint Sauveur.Canal du Midi

Puerto de Saint Sauveur.Canal du Midi

En sus inmediaciones, pero cruzando el curso del agua por un puente, encontraría el barco en el que debía embarcar para realizar el crucero que había contratado el día anterior en la oficina de turismo (10 euros).

Aquí lo mismo habrá alguna persona que se pregunte por qué no compré la Toulouse card si con el importe de los dos cruceros (Garona y Midi) ya suman los veinte euros de un día, pues sencillamente porque el mencionado pase sólo da derecho a uno de ellos.

A las 10:15 soltaban los amarres y empezábamos a navegar. El barco iba con algo menos de la mitad de su capacidad, por lo que en la cubierta se podía ir la mar de tranquilo, con espacio, y disfrutando de los rayos de sol que, según el tramo, penetraban entre los árboles. A lo largo de la hora y media que duraría el trayecto de ida y vuelta podría ir contemplando los puentes, esclusas y orillas repletas de gente realizando deporte.

Canal du Midi o Canal del Mediodía

Canal du Midi o Canal del Mediodía

Canal du Midi o Canal del Mediodía

Esta relajante actividad me había servido para reponerme del cansancio con el que había amanecido, así que cuando volvía a tener los pies en tierra, me encaminé a conocer la Toulouse más verde, repleta de hermosos espacios naturales, bien cuidados y conectados los unos con los otros.

El más cercano de donde me encontraba y con el que comenzaría mi paseo sería el conocido como “Grand Rond”, llamado también jardín Boulingrin, debido a que en sus esplanadas se jugaba a la petanca. El nombre de este parque hacer honor a su inmensa forma de rotonda de 200 metros de diámetro, en cuyo centro existe un hermoso estanque del que brota un chorro, adornado con una gran cantidad de flores de diferentes clases y tamaños. Hasta él van a parar diferentes alamedas por donde pasear e igualmente adornadas con flores, palmeras, otras plantas y esculturas de diferentes tipos que contrastan a la perfección con los elementos vegetales.

Jardín del Grand Rond o Boulingrin

A través de una pequeña pasarela, que permite no tener que tocar el asfalto, accedería a otro importante parque, más grande que el anterior y justo enfrente de él. Era el Jardin des plantes o jardín botánico. Este se encuentra repleto de un buen número de especies, pero lo mejor para mí, fue el sector en el que se puede apreciar un pequeño riachuelo sobre el que se precipita un cascada, que se encuentra muy cercana del sendero que te lleva hasta un Quiosco de madera casi cubierto por la frondosidad de los árboles y donde uno puede evadirse del mundo.

Jardín Botánico o Jardín des Plantes

Jardín Botánico o Jardín des Plantes

Si a todo lo anterior le sumas nuevas explanadas repletas de esculturas, rodeadas de flores, y hasta el museo de Ciencias naturales, pues es un espacio donde te puedes recrear todo lo que quieras.

Jardín Botánico o Jardín des Plantes

Jardín Botánico o Jardín des Plantes

Yo optaría por no entrar en el museo y dirigirme hacia el cercano monumento a la Resistencia, ya en el exterior del parque. Tras una escultura monumental de acero se encuentra el memorial subterráneo que conmemora la Segunda Guerra mundial y las gestas de la resistencia.

Monumento  a la Resistencia

Para terminar con los espacios verdes de Toulouse, me encaminaría hacia el jardín Real, el cual se crearía en 1754, siendo el primer jardín público de la ciudad. Mide dos hectáreas y ha conseguido la distinción de “jardín notable”. En él se pueden admirar especies como magnolios, olmos de Siberia y caquis, entre otras muchas, además de un estanque y numerosas estatuas entre las que destaca la dedicada a Saint – Exupéry, el autor de “El Principito”, y que me gustaría especialmente.

Jardín Real

Todavía no había tenido oportunidad de apreciar el ligero color rosado de los edificios del que toma su sobrenombre la ciudad, pero a partir de este instante iba a poder admirarlo en muchas de sus construcciones y en más de una ocasión y es que el sol cada vez permitía más apreciar esas tonalidades tan características de esta zona del sur de Francia. Además dejaba ya los espacios verdes y me internaba en una nueva zona, perteneciente al casco histórico, en la que iba a descubrir bellos edificios civiles y religiosos muy importantes.

Saliendo del jardín Real y torciendo a la derecha me adentraba en la calle Ozenne, un vía ancha, con un buen número de árboles y en la que se pueden apreciar bellos testimonios de la arquitectura  de los siglos XVI al XX. Entre ellos destaca una torre pentagonal de lo más peculiar.

Calle Ozenne

Torre Pentagonal. Calle Ozenne

Un poco después llegaba hasta la plaza Salin, una de las antiguas puertas de entrada a la ciudad y en la que están situados el palacio de Justicia, un templo protestante y algunas casas de entramado de madera que le dan un encanto especial a este rincón.

Plaza del Salin

Casa Típica en la Plaza del Salin

Desde aquí sale la rue Fonderie, la cual cuenta con unas cuantas mansiones cuyas fachadas son dignas de admiración tales como el palacete de los caballeros de San Juan de Jerusalén, el Instituto católico y el Palacete de Bagis o Clary. Este último es realmente espectacular debido a sus esculturas blancas de piedra.

Palacete de Bagis o Clary

Y a sólo dos pasos y justo en frente podría ver la iglesia de la Dalbade con una bonita fachada de ladrillo y un pórtico renacentista en cuyo tímpano está representada la coronación de la Virgen. Rodeándola y siguiente por su parte trasera llegaría a la animada plaza de Carmes en la que se encuentra un mercado de abastos y un terrible parking de varios pisos de altura que estropea completamente la zona. Es un auténtico atentado y no puedo entender como permiten que siga en pie.

Iglesia de la Dalbade

Esquina Rue des Couteliers con Rue H. de Gorsse

Plaza de Carmes

Afortunadamente pronto me olvidaría de lo que acaba de ver, gracias a la arquitectura de dos increíbles palacetes. Por un lado el llamado Vieux – Raisin, que posee una torre octogonal y una hermosa decoración con medallones con busto en las ventanas y cariátides en las fachadas del patio, y por otro, el denominado Besson, que hoy alberga el museo Paul Dupuy en el que se exponen cuantiosos objetos profesionales de artes gráficas y decorativas, y que no me entretendría en visitar.

Palacete del Vieux Raisin

Museo Paul Dupuy

Mi ruta continuaría por las calles Mage, Tolosane y Croix – Baragnon, por ese orden, donde podría observar fachadas de ladrillo, balcones de hierro forjado, pequeños patios y fuentes, portales monumentales, casas con hermosos ventanales, etc. Y lo mejor de todo que apenas había gente, pues casi todo el mundo estaba concentrado en las zonas más famosas de la ciudad.

Calle Mage

Calle Tolosane

Y de esa manera llegaba hasta la impresionante y original catedral de Saint – Étienne, uno de los monumentos que más me gustarían de Toulouse. El templo es de una arquitectura sorprendente, pues su construcción duró tanto, del siglo XI al XVII, que conjuga prácticamente todos los estilos de la arquitectura religiosa francesa. Del interior destacan sus espléndidas vidrieras, el rosetón y las 17 capillas que la circundan.

Catedral de Saint Étienne

Catedral de Saint Étienne

Una vez que me recreé lo suficiente mirando los diferentes detalles exteriores e interiores y la hermosa plaza en la que se encuentra situada y del mismo nombre que el edificio religioso, me desplazaría unos cuantos metros para ver el exterior del convento de los Agustinos, ya que su interior alberga el museo de Bellas Artes, y desde allí llegaría a la plaza de San Jorge, un importante lugar histórico que en su momento fue la más amplia de la ciudad, celebrándose en ella asambleas populares, mercados y ejecuciones capitales. Está flanqueada por bellas casas de arquitectura variopinta, pudiendo ver en uno de sus laterales el palacete Lafage con su característica fachada monumental del siglo XVIII.

Plaza de San Jorge

Hoy es un lugar de lo más concurrido por sus animadas terrazas, siendo este el punto que en principio tenía pensado para comer. Y es que mi hermana, que estuvo viviendo aquí un año, me había recomendado almorzar en un restaurante llamado Le Miroir en el que, entre otras cosas, sirven unas fantásticas hamburguesas. Eran las 14:30 y le pregunté a uno de los camareros que si todavía servían comidas a lo que me contestó afirmativamente. Así que allí que me senté y cuando estaba a punto de pedir, el mismo camarero que me había atendido vino para decirme que la cocina ya estaba cerrada y que lo sentía mucho, así que mi gozo en un poco.

Restaurante Le Miroir.Plaza de San Jorge

Como ya era tarde para encontrar un sitio abierto, no lo dudaría y encaminaría mis pasos hacia lo más sencillo y barato, es decir, una Mc Donald, que no estaba ni a cinco minutos de donde me encontraba. Tras comer la hamburguesa de siempre, optaría por tomar el postre en una pastelería llamada La Bonbonniére sita en la Rue des Tourneurs, 41, donde mi hermana me había dicho que podías probar unos deliciosos pasteles que casi te hacían llorar, pero hoy no era mi día, en lo que a lo culinario se refiere, porque también me la encontraría cerrada.

Pero no me daría por vencido tan fácilmente, pues el postre es el postre, así que me dirigiría hacia la plaza de Salengro, que además de bonita, en ella se encuentra la pastelería Flower´s Café en la que realizan unas tartas artesanas increíbles. A la tercera va la vencida y en esta ocasión sí que estaba abierta y la terraza repleta de gente, quedando sólo una mesa libre, la cual ocupé y me dispuse a disfrutar del festín. Antes de sentarme pude ver en el escaparate un conjunto de varias tartas a cada cual más increíble. Había de queso, de chocolate, de limón y de muchas otras variedades y mezclas. Aunque me hubiera comido todas, tampoco quería acabar en un hospital de Toulouse, así que me decantaría por una de frambuesa con pistacho y para acompañarla un batido natural de chocolate. Efectivamente, no me equivocaría, es de las tartas más deliciosas que he probado nunca. Todo me saldría por nueve euros (cuatro la tarta y cinco el batido), y aunque es caro, de verdad, que merece la pena.

Plaza de Salengro

Flower´s Café. Plaza de Salengro

Después de este gran momento gastronómico, continuaría perdiéndome por las calles de la ciudad, llegando sin querer a una animada plaza, con gran ambiente, llamada Wilson, para poco después pasar por delante de la iglesia de San Jerónimo, con una fachada la mar de discreta y que no dice absolutamente nada. Desde esta me plantaría, en no más de un minuto, en la famosa calle Saint Rome, una de las calles principales de Toulouse, situada en el corazón del barrio comercial. Tanto en ella como en las calles aledañas se pueden apreciar numerosos palacios nobles de estilo gótico y renacentista, muchos de ellos con patios rodeados de galerías y torres de varios pisos, como el palacete Serta, cuya torre domina el cruce de calles; el ostal  d´Occitánia; el hotel Dumay, un palacete del fin del Renacimiento y en el que se ubica el museo del viejo Toulouse; el Hôtel de Pierre Delfau; así como otros muchos.

Calle Saint Rome

Torre Palacete Serta.Calle Saint Rome

Pero si hay un palacio que destaca sobre todos ellos ese es el Hôtel d´Assézat de estilo renacentista y uno de los más bellos de Francia. Se extiende alrededor de un gran patio con fachadas, galería y balcones. Hoy es la sede de la fundación Bemberg, un importante centro cultural y museo, al que tampoco entraría ya el tiempo empezaba a terminarse y todavía quería intentar hacer una última cosa.

Palacete de Assézat

Palacete de Assézat

Así que no dude en encaminarme hacia el Capitole y comprobar que la suerte estaba de mi lado, al encontrarse abierto al público, cosa que no había conseguido ayer al estar solamente reservado para bodas. La entrada es totalmente gratuita y se pueden recorrer por libre sus espléndidas habitaciones encontrándome el doble patio de Enrique IV, la gran escalera, la sala Gervais, la sala Henri Martin y la sala de los Ilustres, la más impresionante de todas con los bustos de los personajes más notables de la ciudad y unas magníficas pinturas en el techo.

Capitole o Ayuntamiento

Patio Enrique IV. Capitole

Sala de los Ilustres. Capitole

Y de esta manera concluía mi estancia en Toulouse y en esta zona del sur de Francia, ya que el tiempo no daba para más, por lo que me dirigía a recoger la maleta al hotel y desde este, y en sólo cinco minutos, llegaría hasta la estación de autobuses donde tomaría el que me llevaría al aeropuerto. El ticket ya lo tenía ya que lo había comprado de ida y vuelta en el aeropuerto a la ida. (15 euros).

Para variar el vuelo con Ryanair saldría con un retraso de 45 minutos, por lo que entre unas cosas y otras no llegaría a Madrid hasta las 23:00, aunque es cierto que encantado de haber conocido lugares tan increíbles de la geografía francesa. Estoy seguro de que volveré pronto a su territorio…

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