BAVIERA - DIA 4. Zugspitze: los Alpes a vista de pájaro

19 de Abril de 2014.

Después de perderme ayer por las fantasías, ilusiones e historias caballerescas del rey bávaro, Luis II, hoy quería cambiar de tercio y pasarme al menos la mitad del día disfrutando de la naturaleza y de paisajes sobrecogedores que me llenaran tanto como lo habían hecho ayer las imponentes construcciones de piedra. Y estaba claro que para conseguir este objetivo tenía que elegir un sitio especial y que consiguiera causarme un impacto visual lo suficientemente fuerte. Después de investigar la zona desde Madrid y descubrir que muy cerca de la localidad de Garmisch-Partenkirchen se encontraba, ni más ni menos, que el Zusgpitze, la cima más alta de Alemania, tenía muy claro que ese iba a ser un destino primordial para uno de los días y ese día era hoy.

Dicha localidad tan sólo me quedaba a 19 km. y casi todo el trayecto era por autovía, por lo hoy madrugaría un poco menos y el desayuno me lo tomaría con más calma. Aún así, a las 08.30 estaba saliendo de la casa rural hacia dicho destino. Después de una parada para nutrir al coche de gasolina (40 euros) llegaría hasta esta localidad, la cual atravesaría, ya que mi intención era acceder a la cumbre del Zusgpitze desde otro lugar. Este no era otro que un precioso lago llamado Eibsee, que se encuentra justo debajo de la colosal montaña y desde el que se puede tomar un teleférico que te lleva directo a la cima.

Estación del Teleférico al Zugspitze

De todas maneras para los que opten moverse sin vehículo, existe la opción de llegar en tren hasta Garmisch-Partenkirchen y una vez en esta tomar un tren cremallera, que tras ir parando en diferentes paradas, una de ellas la del lago Eibsee, te lleva hasta la estación del Glaciar, que se encuentra justo debajo de la cima. Esta opción sería la elegida por mí para la bajada, de tal manera que al final haces un triángulo utilizando distintos medios de transporte.

Para poder moverte con facilidad por todas estas instalaciones y utilizando todos los medios de transporte yo decidí que me enviaran a mi casa y por correo una tarjeta electrónica, que te abre los tornos de acceso a todos los teleféricos y trenes. La página en la que la solicité era: www.zugspitze.de/de/winter/preise/zugspitze/skifahrer . Conviene solicitarla al menos con una semana de antelación de la fecha en la que vayas a subir, para que así te asegures que llegue sin problema. También puedes adquirirla directamente allí, pero para evitar problemas con el idioma y colas, en mi caso, preferí hacerlo así. Eso sí, también hay que decir que lo que yo hice fue un riesgo ya que si te encuentras un día cubierto al final pierdes lo que has desembolsado, ya que aquí sí que te cobran todo el importe en tu tarjeta. (41,50 euros)

Bueno pues como iba diciendo, llegaría a uno de los parking cercano al lago Eibsee y allí aparcaría mi coche. Tras pensar si ver antes o después el lago, decidí dejarlo para la bajada, para así estar ya tranquilo y sin agobios, pensando como estaría el tiempo en la cima. En unos metros estaba ya entrando en la estación del teleférico llamada Eibsee-Seilbahn, donde pegué mi tarjeta a un lector y el torno se giró sin problema. La cabina estaba ya prácticamente llena de gente, muchos de ellos con esquís, tablas de snowboard y ataviados con trajes para la práctica de estos deportes. Junto a todos ellos algún que otro turista japonés suelto al que en ese momento yo me sumaba. Minutos después y tras la entrada de una última pareja en el interior, el encargado cerró las puertas y comenzamos el ascenso.

Estación del Teleférico al Zugspitze

Este teleférico salva casi 2000 metros de subida vertical en unos diez minutos ya que te lleva casi hasta la cima de la montaña a 2962 metros y según íbamos ascendiendo las vistas eran cada vez más espectaculares, así hasta que empezamos a llegar a la zona de nubes y se acabó el espectáculo y el disfrute. No me gustaba nada lo que estaba viendo y los peores presagios se empezaban a hacer realidad, es decir, que llegara hasta allí arriba, con el dineral que cuesta, y que no pudiera ver nada. Por fin el teleférico llegaría a la estación y en cuanto se abrieron las puertas  prácticamente la totalidad del pasaje salió disparado como posesos para irse a esquiar y a realizar actividades varias con la nieve. Yo en lo primero que me fijaría sería en un panel que indicaba que la temperatura exterior era de ocho grados bajo cero y que el viento soplaba con una velocidad de 72 km/h, por lo que calculo que la sensación térmica pudiera ser fácilmente de unos menos quince grados bajo cero.

Valores Atmosféricos en la Cima del Zugspitze

Estuve mirando algunos carteles y tras unos minutos empecé a subir por unas escaleras que me llevaron hasta unas puertas correderas que daban al exterior. Me abrigué con todo lo que tenía, es decir, gorro, guantes de montaña, braga, la capucha del propio abrigo y me dispuse a salir fuera. Una bofetada de viento gélido y helador, con copos de nieve que más parecían pequeños alfileres sería lo que me encontraría. Los ojos me empezaron a llorar del frío en segundos y el aire y la nieve del suelo, mucha de ella convertida en hielo, hacían que cada paso fuera una aventura. Todo estaba cubierto y no se veía nada, ni siquiera la cima del Zugspitze  que supuestamente tenía que estar a tan sólo unos metros y en frente de la plataforma metálica sobre la que me encontraba. Tras unos cinco minutos y prácticamente helado volvería a entrar en la estación. Aunque estaba algo triste, esta vez no iba a ser injusto, ya que tenía en la cabeza, todavía, la suerte que tuve el año pasado cuando me haría un día totalmente despejado en Suiza cuando visité el Jungfrau, por lo que pensaba que unas veces se gana y otras se pierde.

No obstante, no me iba a dar tan fácilmente por vencido y como lo bueno que tiene el viajar sólo es que haces lo que te da la gana, pues decidí pulular por los pasillos interiores de la estación que son unos cuantos e ir curioseando. De esta manera fui a dar a varios restaurantes que estaban sin un alma, a una cúpula desde donde se tendría que ver la estación meteorológica y el teleférico de la parte austriaca que también llega hasta aquí, ya que esta montaña es compartida por los dos países. Tras esto volvería de nuevo a otra puerta que daba al exterior por otra zona y repetí el mismo procedimiento que había realizado hacía ya un cuarto de hora. La cosa seguía igual o peor, ya que se estaban formando incluso remolinos de nieve en varios puntos, por lo que desistí de seguir allí y volví otra vez hasta la puerta corredera del principio. Allí permanecería otro rato, cuando, de repente, las nubes que cubrían la zona de la cima, se disolvieron y me permitieron ver la inconfundible cruz dorada que se asienta en lo más alto de esta montaña.

Cima del Zugspitze

Cima del Zugspitze

También pude ver cómo el último acceso, que permite llegar a la cumbre, estaba a rebosar de nieve, así como los pocos tramos que se dejaban ver de las escaleras metálicas que te dejan afrontar esta última subida, estaban con escarcha y completamente heladas.

Camino hacia la Cima Real del Zugspitze

El primer objetivo estaba logrado, por lo que accedí otra vez al confort del interior y traté de entrar en calor. Continué allí media hora más y no me podía creer lo que estaba empezando a suceder: la fuerza del viento estaba empezando a llevarse las nubes hacia la zona austriaca, dejando la parte alemana totalmente despejada por momentos y en intervalos cada vez mayores. Así que como un poseso volví a salir y allí tenía a mis pies una  perspectiva de los Alpes totalmente nevados con el cielo azul.

Los Alpes desde la Cima del Zugspitze

No cabía de gozo y de alegría e incluso tengo que reconocer que estaba bastante emocionado, tanto que parecía que ni sentía el frío. Estuve como cuarto de hora tirando fotos y pidiéndole a algún alma caritativa, que también andaba por allí, que me sacara alguna a mí. Me quedaría embelesado en algún momento con la mirada perdida y cuando estaba a punto de la congelación y de que casi tuvieran que amputarme los dedos, volví a la estación. No me lo podía creer, tras dos horas lo había logrado: contemplar una de las vistas más bonitas de los Alpes, más incluso que la que se obtiene desde el Junfrau.

Los Alpes desde la Cima del Zugspitze

Pletórico, me encaminaría a tomar el teleférico llamado Gletscherbahn que me bajaría hasta el glaciar Schneefem, donde se encuentran las pistas de esquí, unos cuantos restaurantes, tiendas de recuerdos y una ermita. A la salida y aunque hacía frío, aquello era el paraíso en comparación con lo que había vivido en la cumbre. Además el día empezaba a abrirse y las vistas seguían siendo maravillosas, aunque desde una altitud menor.

Los Alpes desde la Zona del Glaciar o Gletscher

Los Alpes desde la Zona del Glaciar o Gletscher

Al final, la arriesgada apuesta de esperar con la esperanza de que las nubes se marcharan, me había salido más que bien y, por supuesto, que no desaproveché la oportunidad y permanecería por toda esta zona durante otra hora más disfrutando del espectáculo de las vistas y de la pericia de los esquiadores, hasta que a las 12.30 tomé el tren cremallera que en aproximadamente una hora te vuelve a dejar en el lago Eibsee. Hasta Garmisch-Partenkirchen demora como cuarto de hora más. El trayecto comienza por las entrañas de la montaña, para luego salir al exterior y así poder ver extraordinarios paisajes de bosques nevados y el lago en varias ocasiones desde las alturas. De esta manera llegaba hasta la estación del lago Eibsee, donde había dejado el vehículo, cerrando el recorrido del Zugspitze con un rotundo éxito.

Cuando bajé del tren hacía hasta calor, así que dejé el abrigo en el coche y me fui a dar un pequeño paseo por la ribera del lago, sería breve porque todavía quería hacer unas cuantas cosas más, aunque hay un sendero que lo rodea por completo y que es ideal para pasar unas cuantas horas en la naturaleza y de relax.

Lago Eibsee

No tardaría ni cuarto de hora en llegar hasta mi siguiente destino, los trampolines donde se celebra el campeonato mundial de saltos de Esquí, en la localidad de Garmisch-Partenkirchen. No quedaba ya ni una pizca de nieve, pero la verdad que imponía bastante ver estas plataformas desde donde se lanzan los valientes deportistas.

Trampolín de Salto de Garmisch-Partenkirchen

Cuando dejé el coche delante del estadio olímpico había un inmenso letrero en el que ponía en letras negras Partnachklam, por lo que después de ver el mismo, me acerqué a una ventanilla de turismo que había allí mismo a preguntar que qué era eso. La mujer que me atendió sonrió y me sacó un folleto y cuando pude ver que se trataba de una garganta de 700 metros de recorrido con unos paredones de unos ochenta metros de altura a cada lado, mis ojos se abrieron de par en par y la mujer pasó de la sonrisa a la carcajada. No me imagino la cara de sorpresa y alegría que pude llegar a poner. Así que como la ruta no suponía más de una hora en hacerla tranquilamente, pues a ello que me puse. La entrada cuesta 3,5 euros.

Garganta del Río Partnach o Partnachklamm

La garganta de Partnach es el escurridero por el que desagua uno de los glaciares de la Zugspitze. En 1905 se abrió este angosto desfiladero al turismo, para lo cual hubo que cavar túneles en la roca. Desde el mismo Ski Olimpia Stadion sale una pista asfaltada que te lleva directo a la garganta y donde tras unos minutos ya te encuentras con las aguas del río Partnach y tras unos metros más comienza el auténtico espectáculo. El agua empieza a rugir con fiereza y produce un polvillo que cala los huesos. Los muros de roca, con apenas separación entre ellos, impiden que la luz solar apenas pueda llegar al fondo del desfiladero y pequeñas cascadas caen con fuerza en algunos puntos del recorrido. A veces la improvisación trae maravillas como esta. Estaba siendo una de las cosas que más me estaban gustando de lo que llevaba visto e ironías de la vida, había sido por mera casualidad.

Garganta del Río Partnach o Partnachklamm

Garganta del Río Partnach o Partnachklamm

Cuando acabé de atravesar la garganta y aunque se puede realizar un circuito circular que te lleva por un bosque el cual te devuelve al parking, era evidente, que con lo que me había gustado iba a volver a atravesarla en sentido contrario, pero antes era el momento del bocata sentado tranquilamente en una piedra. Cuando acabé me volví a introducir en el mundo de las tinieblas y sin darme cuenta llegaba otra vez al parking.

Eran ya las cinco de la tarde, por lo que decidí que qué mejor que pasar el resto de la tarde que paseando tranquilamente por el  Altstadt o casco antiguo de Garmisch-Partenkirchen. Así que tras dejar el coche en una de las calles aledañas del centro, me dispuse a patearlo relajadamente. Lo que encontré sería un centro histórico realmente espectacular. De primeras todo él peatonal y de segundas lleno de casitas de cuento con muchos de sus edificios decorados con pinturas en sus paredes a cada cual más bonita. Algunas de ellas con balconadas de madera, otras con cabezas de ciervo disecadas, la mayoría con multitud de flores adornándolas y todo ello acompañado de multitud de gente paseando por sus calles, un sol radiante y los Alpes Bávaros como telón de fondo. Una situación perfecta que a lo único que invitaba era a no marcharse de allí, por lo que tras descubrir los entresijos de la localidad, me aferré a un banco del centro, dentro de unos jardines, y allí que me quedé saboreando el momento.

Casa con Motivos Pictóricos.Garmisch- Partenkirchen

Altstadt o Casco histórico.Garmisch- Partenkirchen

Altstadt o Casco histórico.Garmisch- Partenkirchen

Eran ya casi las siete, por lo que tocaba retirada, pero como de camino a la casa rural de Oberammergau, pasaba por la puerta de la Abadía de Ettal, pues probé a ver si esta se encontraba abierta, con la fortuna de que así fue, así que pasé a visitarla, ya que es gratuita y encima estaba más sola que la una. Lo que destaca de su interior por encima de cualquier otra cosa es su gigantesca cúpula repleta de frescos donde se representa a Jesucristo, la Virgen María y los Padres de la Iglesia en un cielo idealizado. Por supuesto que sería un error desmerecer el resto de la Abadía que al ser de estilo barroco – rococó impide que pase desapercibido como consecuencia de la gran cantidad de detalles y motivos que presenta.

Abadía de Ettal

Abadía de Ettal

Después de esta última visita, sólo quedaba ya despedir el día con otra gran cena preparada con cariño por mis anfitriones consistente en una sopa de caldo de pollo de primero y como segundo una base de repollo, con seis suculentas salchichas encima, con salsa de mostaza y acompañadas por patatas a lo pobre en otro cuenco aparte. De postre mouse de fresas con nata. Todavía seguía dándole vueltas, antes de apagar la luz, en cómo era posible que estas pedazo de cenas pudieran estar incluidas en el precio total de la habitación. Realmente sorprendente.

A TENER EN CUENTA:

Para moverte por los teleféricos y tren que hay en la zona del Zugspitze conviene sacar un pase diario que te da esa opción y sacándolo por internet además te ahorras unos euros. Eso sí te arriesgas a que el día elegido haga mal tiempo y pierdas lo desembolsado.

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