INDONESIA - DIA 19. Bye bye Gili y Kuta

25 de Septiembre de 2013.

Porqué será que todo lo bueno dura tan poco y se hace tan corto. Claro está que porque cuando no tienes preocupaciones de ninguna clase y te encuentras en un paraje de ensueño, el tiempo no es que pase rápido sino que vuela. Y así sin apenas darme cuenta habían transcurrido los casi tres días de estancia en Gili Trawangan, de la que tengo que decir que me había convertido en un auténtico fan y me había vuelto adicto del buen rollo y las buenas vibraciones que se respiran en toda la gente y lugares de la isla. Vamos que me hubiera quedado otra temporadita más, pero al final las fechas mandan y nuestro billete de regreso indicaba que hoy, día 25, teníamos que volver a tomar el barco que nos llevaría hasta el puerto de Bali, por lo que a las 10.15 haríamos el canje en la agencia que nos correspondía.

Conviene inscribirse en la agencia correspondiente, si ya lo llevas contratado, o sacarlo en alguna, un día antes de la vuelta, ya que si no corres el riesgo  de quedarte sin billetes. A las 11.15, después de toda la vorágine del embarque, caminando con las maletas sobre la arena de la playa, dándoles estas nosotros mismos a los chicos del barco desde abajo y haciendo milagros para subir desde las escaleras de proa desde la misma arena, por fin, conseguíamos entrar a la nave y partíamos hacia el puerto de Padangbai.

Iluso de mí y de muchos pasajeros que íbamos en el barco, creíamos que al igual que a la ida, el regreso iba a ser coser y cantar, algún que otro saltito de nada y ya está, tan contentos a tierra firme, pero no,  el mar estaba caprichoso, había un buen oleaje y lo que decían algunas guías de que esta zona es famosa porque los trayectos suelen ser moviditos, íbamos a poder comprobarlo en nuestras carnes.

Antes de todo ello, cruzaríamos a la isla de en frente, Gili Meno, para recoger a cuatro pasajeros y de momento hasta aquí no hubo la mayor complicación.


Parada en Gili Meno de Regreso a Bali


Después comenzaríamos la navegación hacia Bali. Al principio todo iba  bien, como a la ida, y todos íbamos con nuestras sonrisas de haber pasado unos días de sol y playa perfectos. Tras unos veinte minutos, la cosa empezaría a cambiar y comenzaron los primeros botes fuertes pero espaciados en el tiempo, pero tras transcurrir tan sólo veinte minutos más, empezaría la verdadera fiesta. Continuas subidas y bajadas, balanceos a la izquierda y derecha, golpes de la embarcación contra el mar tan fuertes que parecía que esta se iba a partir en dos pedazos, etc. Las caras del personal y, por supuesto, la mía, que si habéis leído el diario de Canadá, está claro que no sería un buen marinero, empezaban a ser un auténtico poema. El color bronceado y rojizo de muchos rostros empezaba a pasar a blanco y amarillo pálido y las sonrisas iniciales a gestos demacrados, para casi inmediatamente después, proceder por parte de muchos a solicitar bolsas para aliviar, dentro de lo que se podía, el malestar de bastantes cuerpos vencidos por el mareo y las náuseas. Yo haría de tripas corazón y aguantaría con los ojos cerrados y encogiendo las tripas, pero vamos, que al igual que el año pasado, llegué hecho un cadáver al puerto, porque afortunadamente tras casi unos treinta minutos más que a la ida, es decir dos horas y media, llegábamos a Bali.

Fuimos bajando poco a poco del barco, como bien podía cada uno, todavía casi sintiendo el balanceo que habíamos heredado de la embarcación, y nos dirigimos a la oficina para recoger las maletas, pues aquí sí, que afortunadamente no teníamos que cargar con ellas, pues nos las traían. Luego esperaríamos un rato hasta que nos distribuyeron según el destino al que iba cada uno. Esto también estaba incluido en el millón de rupias por persona que pagamos.

Nosotros íbamos hacia Kuta, por lo que montamos en el minibús correspondiente que nos dijeron los encargados y para allá que salimos. El pequeño vehículo nos fue dejando a cada uno en nuestro hotel, estando todos bastante céntricos, así que tras una hora y media de carretera, llegábamos al Ohana Hotel, donde descansaríamos la tarde – noche  de hoy. Es un alojamiento que está a unos diez minutos andando de todo el meollo, pero está de maravilla, similar a cualquier europeo y muy limpio y económico para lo que son otros del mismo estilo.

Ya estábamos asentados en Kuta después del viaje infernal que habíamos vivido, por lo que era el momento de salir a descubrir esta famosa ciudad que sale en, prácticamente, todos los documentales de la televisión cuando se hace referencia a Bali.

Y qué podemos decir de ella, pues que para mí, desde mi punto de vista y, por tanto, muy personal, que me pareció lo menos auténtico de la isla, occidentalizada al 100%, el lugar donde, sin duda, más pesada era la gente al pasear, pues cada dos pasos tenía que aguantar el que si masaje, compra esto, compra lo otro, taxi taxi y mil demonios más. Todas las franquicias de cualquier marca y restaurante que quieras encontrar lo tienes aquí y vamos que yo creo que venir a Bali para sólo vivir esto, como les pasa a muchos australianos, es un auténtica pena. Pero para gustos los colores.

En nuestro caso, como al día siguiente tomábamos un avión y el aeropuerto se encuentra muy cerca, pues me pareció buena idea el, por lo menos, pasar la tarde y vivirlo en primera persona y así poder opinar.

Después de comer en el Mc Donald, pues apetecía algo contundente, nos iríamos a darnos un baño y a ver la puesta de sol a la famosa playa de Kuta, que tengo que reconocer que me pareció una pasada y muy chula, tal vez por sus dimensiones que son espectaculares, a la par que por su oleaje que era grandioso, por lo que no es extraño ver a cientos de surfistas intentando pillar la mejor de las olas. Estaba a rebosar de gente, lo que también me llamó bastante la atención, ya que me chocaba que en tantos kilómetros de playa virgen, hubiera, igualmente, tantísimas personas por metro cuadrado. Así que buscaríamos un sitio, más o menos tranquilo, para expandir nuestras toallas y, en mi caso, probar el agua de esta famosa playa internacional. Esta estaba muy buena, aunque algo más fría que las templadas aguas de las Gili y pude sentir, también, las fuertes corrientes que tiran cada dos por tres de ti, por lo que tampoco me metería mucho para dentro.


Playa de Kuta

Playa de Kuta

Tras este baño, me preparé para relajarme y disponerme a ver una nueva puesta de sol, esta vez esperando que ningún mono cabrón, me la amargase, cosa que sí sería posible porque aquí no hay ni rastro de ellos. Una vez más fue conmovedora y emotiva y difícil de olvidar.


Puesta de Sol en la Playa de Kuta

Después de que el sol se hubo escondido, decidiríamos marcharnos a descansar, pues el día había sido duro en el tema de transportes y lo necesitábamos. Sobre las 21.30 nos iríamos a cenar y esta vez elegiríamos un pequeño restaurante familiar, cerca del hotel, que encontraríamos de casualidad. Estaba a tan sólo una manzana y se llamaba Kumbaya.

Pudimos tomarnos una lasaña y un cottagg Beef caseros, que estaban de muerte más las bebidas (112000 rupias todo). El día ya no daba para más porque mañana sonaba el despertador a las seis en punto.

A TENER EN CUENTA:
  • En el ferry hacia o desde las islas Gili a Bali, conviene tomarse una pastilla del mareo para intentar aliviar un poco estos síntomas si eres propenso a ello. Dependerá completamente de la suerte de como esté el mar para tener una buena travesía o no.
  • Ten cuidado con tus pertenencias en la playa de Kuta, ya que hay muchísima gente y aunque por lo general todo el mundo está a lo suyo, hay algún que otro amigo de lo ajeno que siempre está al acecho.
  • Las corrientes en la playa de Kuta son fuertes por lo tanto, si te vas a bañar, no conviene meterse excesivamente para dentro, para evitar tener ningún disgusto.


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