LISBOA - DIA 3. Belem: recuerdos de un pasado glorioso

29 de Marzo de 2013.

Los tres días que continuaban iban a ser para dedicarlos completamente a Lisboa. Después de darle muchas vueltas y valorar si sólo estaba dos y dedicar el tercero para irme a Cascáis y Estoril, al final descarté esta opción debido a que el tiempo que se preveía tampoco es que fuera a ser muy bueno y, principalmente, porque la capital de Portugal, en contra de lo que pueda parecer, ofrece muchísimas posibilidades y una vez analizado y estudiado todo lo que tiene, me di cuenta que con dos días si quería entrar a muchos de los sitios interesantes y disfrutar un poco de los paseos y caminatas, no me iba a dar tiempo ni de casualidad. Así que a descubrirla que íbamos.

La jornada de hoy decidí dedicarla por completo al famoso barrio de Belem, para así no tener que andar con agobios, además el tiempo parece que no me iba a acompañar, lo que me ralentizaría más si cabe a la hora de hacer fotos y tener que estar resguardándome de la lluvia.

Como siempre, después de desayunar como un señor, tomaría el metro hacia la estación de Cais do Sodré, donde nada más salir te encuentras con varias paradas de autobuses y tranvías. Como en ese momento justo llegaba el bus 728, que te llevaba al centro de Belem, pues ese que cogí. Hay muchas más opciones para llegar pero eso ya depende de donde se aloje cada uno y de las preferencias de cada cual.

En diez minutos escasos me estaba bajando justo en frente del Monasterio de los Jerónimos y como estaba empezando a chispear y eran justo las diez, hora en la que abría, pues para dentro que me metí. La entrada hoy era gratis hasta las 14.00, porque como ya dije, trasladaron la gratuidad de los domingos a hoy Viernes, ya que era Pascua ese día. Razón esta por la que no saqué la Lisboa Card, con la que también sería gratis.

El espectacular monasterio fue mandado construir por Manuel I para recordar al infante Don Enrique y glorificar la rama dinástica de los Avis-Beja y, además, rendir honor  a todos los grandes descubrimientos que hicieron los portugueses, especialmente Vasco de Gama, abriendo la ruta hacia las Indias y Alvares Cabral, la de Brasil. El estilo arquitectónico, haciendo honor a su rey, es imponente y se caracteriza por los motivos marineros, inspirados en los descubrimientos y por su elaborada y abundante decoración.


Monasterio de los Jerónimos



Monasterio de los Jerónimos

Como había una auténtica marabunta de gente, decidí comenzar la visita por la parte alta del claustro, donde todavía no había nadie, y que da acceso al Coro Alto y desde donde se consigue una perspectiva espectacular de toda la iglesia.


Claustro Monasterio de los Jerónimos

Claustro Monasterio de los Jerónimos

Tras un rato por aquí y cuando ya parecía que la masa se había desperdigado y distribuido por todo el monasterio, bajé ya a la planta baja y empecé a recrearme con salas como el antiguo comedor; la sala del capítulo donde está enterrado Alexander Herculano, el que fue primer alcalde de Belém e importante historiador, etc. Luego continuaría fijándome en peculiaridades  y detalles de los confesionarios, la fuente del León, el túmulo de Fernando Pessoa, etc.


Fuente del León. Monasterio de los Jerónimos

Cuando terminé con todo ello me dirigí hacia la Iglesia (que es lo único que siempre se puede visitar gratuitamente), para pasear por sus naves y ver los sepulcros de las grandes celebridades Vasco de Gama, navegante, y Luis Vaz de Camoes, poeta. Con esto finalizaba mi visita a este monasterio patrimonio de la Humanidad y uno de los símbolos de Portugal.


Nave Central. Monasterio de los Jerónimos

Túmulo de Luis de Camoes.Monasterio de los Jerónimos

Al salir, sólo tendría que trazar una simple línea recta para llegar al monumento a los Descubrimientos. Este se levantó en 1960 para celebrar el 500 aniversario de la muerte de Henrique el Navegante y el dictador Salazar lo mandó construir en honor a los marinos, reyes y todos los que participaron de una u otra manera en la larga época de los descubrimientos. Lo primero que haría sería subir hasta el mirador situado en lo más alto (3 euros) Con la Lisboa Card son 2 euros. Subes en un ascensor y te toca esperar una fila que como haya mucha gente te eternizas. Yo sólo tuve que esperar como un cuarto de hora. Cuando llegué arriba me encontré con una perspectiva aérea muy chula tanto del Monasterio de los Jerónimos como de Lisboa y del Puente 25 de Abril.  Bueno hay que decir que en mi caso, de este último pude ver lo que me dejó la puñetera niebla o nubes tocapelotas que lo cubrían parcialmente.


Monumento a los Descubrimientos

Monumento a los Descubrimientos

Vistas desde Monumento a los Descubrimientos

A la bajada me estuve fijando durante un largo rato en todos los personajes que se encuentran representados en esta soberbia y descomunal escultura. Como si subes te dan un pequeño libreto, aquí están quienes son  todos ellos. Así vas reconociendo desde Henrique el Navegante hasta a Vasco de Gama, pasando por ilustres y tan importantes figuras como Alfonso V, Alvares Cabral, Fernando de Magallanes o Bartolomé Díaz, entre otros muchos.


Monumento a los Descubrimientos

El momento en el que paré de recrearme no lo decidiría yo por esta vez, sino el caprichoso tiempo, ya que la cosa empezó a ponerse fea, muy fea, pues comenzó a diluviar de repente y a soplar un viento parecido a los vendavales, que hacía que te calaras hasta los huesos, daba igual paraguas, chubasquero o lo que quisieras. Qué gracia y me quejaba yo de Londres, joder, pues menos mal. Este al lado de la capital lisboeta era una hermanita de la caridad.

Lo que haría entonces fue ir lo más rápido que pude hasta la Torre de Belem, a la que llegaría totalmente calado y de bastante mala leche, por qué no decirlo, ya que así era imposible hacer nada. Entré también gratis ya que llegué a las 13.50, es decir, diez minutos antes de que se acabara el chollo. Con la Lisboa Card entras también gratis. Aquí decidí tomármelo con calma, a ver si mientras la cosa se calmaba fuera.


Torre de Belém

Esta torre la mandaría construir, también, Manuel I entre 1515 y 1521 en medio del río Tajo. Antiguamente era el punto de embarque para los navegantes que partían a descubrir nuevas rutas marítimas, por lo que esta joya manuelina se ha convertido en el símbolo de la expansión de Portugal. Es realmente una obra maestra de este arte, con ventanas de filigrana gótica, enmarcada por almenas y emergiendo de las aguas. Compuesta de piedras talladas imitando cordajes, balcones abiertos, atalayas moriscas, etc.

Durante siglos sirvió de baluarte defensivo de la ciudad frente a barcos enemigos y de punto de llegada de los cargamentos de especias  y oro que las naos portuguesas traían de Brasil y de los puertos de Asia.

Había gente para aburrir, casi no cabía un alfiler y costaba moverse por su interior. Está claro que con la que estaba cayendo fuera y con la historia de que era gratis, todos pensamos en hacer lo mismo. Lo primero que visitaría  sería la sala abovedada del piso inferior que hacía las veces de mazmorra. La verdad, que no tiene nada, está completamente diáfana. Luego comenzaría a subir hasta lo más alto, donde hay unas vistas excepcionales del río Tajo y de los alrededores. Para subir y bajar es un auténtico coñazo, ya que existe una única escalera y casi no caben dos personas cuando se cruzan, por lo que te tienes que armar de paciencia y meter tripa cuando coincides con alguien.

Después de mojarme otro rato en la azotea, ya que me daba un poco igual, comenzaría a bajar, parándome en los diferentes pisos o niveles de los que se compone la torre, como el salón gótico y otras habitaciones privadas, hasta llegar así al balcón renacentista, realmente bonito, y después al enorme patio desde donde se aprecian mucho mejor y más de cerca los pequeños detalles de la construcción.


Torre de Belém

Torre de Belém

Dicen que después de la tempestad siempre llega la calma. En este caso sería una calma tensa, pues los nubarrones grises y amenazantes seguían dispuestos a estropearme el día. Pero bueno, antes de que, como diría Obelix, el cielo cayese sobre mi cabeza, aprovecharía este parón de lluvia, para salir fuera y recrearme un rato con las vistas, tanto de la torre como de las aguas plateadas del Tajo, mezclándose ya con las del Atlántico, el inmenso océano temido y ambicionado de los descubridores.


Torre de Belém

Torre de Belém

La tregua duraría una hora, aproximadamente, para comenzar de nuevo el castigo pasada esta, por lo que me metí a comer en un restaurante buffet que estaba como a diez minutos, llamado Vela Latina (11,50 euros) donde me tomaría un filete con patatas, una pepsi y un pastel de crema y dejaría pasar el tiempo mientras almorzaba con tranquilidad, viendo la lluvia caer.

Parecía que, de nuevo, la constante cortina de agua empezaba a remitir, lo cual aproveché, rápidamente, para salir al exterior y dedicarme a pasear por los alrededores y la impresionante plaza do Imperio, que es como se llama la que tiene justo delante el monasterio de los Jerónimos y aprovecharía también para acercarme  hasta otra cercana llamada Alfonso de Alburquerque, con una gran columna en su centro que sustenta su estatua, con escenas de su vida grabadas en la base. Este señor sería el primer virrey portugués de la India.


Plaza del Imperio. Barrio de Belém

Plaza Alfonso de Alburquerque.Belém

Luego cruzaría la calle y pasaría por la puerta del Palacio de Belém o Palacio Rosado, por el color de su fachada, que es la residencia oficial del presidente de Portugal, para desde aquí acercarme un momento a ver la portada del museo de la Marina, que era donde los marinos asistían a misa antes de embarcarse.


Museo de la Marina. Barrio de Belém

Y nuevamente comenzó a llover, por lo que me dirigí hacia la calle Rua de Belém 84, lugar en el que se encuentra la confitería más famosa de Lisboa, donde hacen los archiconocidos pasteles de Belém desde 1837, es decir que vamos ya camino de casi dos siglos. Esperé la fila donde pagas primero (1,05 euros por pastel), luego me fui a la barra, entregué el ticket y allí estaban en el plato esos dos sabrosos dulces esperando para que les hincara el diente. ¡Qué pasada!


Confitería Pasteles de Belém

Estaban deliciosos, buenísimos y ¡joder! , casi me abraso, porque estaban recién sacados del horno. Tuve que comérmelos de pie, porque no cabía un alma y mira que es grande el sitio. Así que mientras se iban enfriando un poco di una vuelta por el interior del local y pude ver, desde una cristalera, como trabajan en la cocina sacando a destajo miles de pasteles en un momento. La receta es secreta y sólo la conocen ellos.


Pastel de la Confitería de Belém

Cuando acabé de saborear las últimas miguitas del plato y como seguía jarreando y ya era casi de noche, no lo dudé y me fui para el hotel, donde llegaría casi a las ocho, y ya sería para no volver a salir porque  ni tenía hambre ni el tiempo invitaba a ello, por lo que tan a gusto que me quedé en la habitación hasta el día siguiente.

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