DIA 04. COSTA MURCIANA. Calblanque, Cabo de Palos y Mar Menor

3 de Mayo de 2009.

Hacía un día bochornoso, típico de los que empiezan a predecir en mayo que el verano no queda lejos ya, por lo que no podía dejar pasar la oportunidad de darme el primer chapuzón del año y si encima era en un entorno incomparable pues mejor todavía. Y este podría encontrarlo en el increíble Parque Regional de Calblanque, uno de los mejores ejemplos de ecosistema litoral murciano sin degradar. Declarado Parque Regional en 1987, Calblanque es un trozo de costa salvado de la especulación inmobiliaria con sierras áridas, dunas fósiles, playas largas y doradas y un mar azul maravilloso. En los pequeños acantilados el mar ha tallado túneles o bufaderos por los que resopla el aire en días de oleaje.

Parque Regional de Calblanque

Parque Regional de Calblanque

Aquí pasaría media mañana antes de proseguir mi camino hacía uno de los lugares más famosos no sólo de Murcia sino de toda España: el renombrado Cabo de Palos, el accidente geográfico más sobresaliente del litoral murciano, desde donde se consiguen unas excelentes panorámicas de La Manga, así como de las estribaciones del Parque Natural de Calblanque recién visitado hacía unos instantes. Por supuesto, destacar también su faro, construido en 1865 para dirigir el tráfico marítimo en este punto crucial del Mediterráneo, además de ser utilizado  como escuela de fareros, de ahí su voluminoso primer cuerpo. Su torre se levanta a más de cincuenta metros del suelo para paliar la escasa altura del farallón rocoso sobre el que se asienta.

Faro de Cabo de Palos

Faro de Cabo de Palos

Frente al Cabo de Palos se puede observar como emergen las Islas Hormigas, muy concurridas por buceadores debido a su gran diversidad biológica.

Islas Hormigas desde Cabo de Palos

Tampoco hay que dejar de visitar el pueblo de pescadores que toma el nombre del accidente geográfico. Es una encantadora villa marinera cuyo puerto siempre tiene actividad pesquera, de recreo o de buceadores. Conviene darse un paseo al atardecer por la Barra, el espigón donde están los mejores restaurantes, aunque en mi caso no tendría oportunidad de dar fe de ello.

Antes de regresar a Madrid, tampoco podría obviar acercarme a echar un vistazo al Mar Menor, un capricho de la naturaleza que creó en la costa murciana una gigantesca piscina salada  de 170 kilómetros cuadrados de superficie donde el sol brilla casi tanto como la ausencia de oleaje.

Mar Menor

Aunque como nota negativa sería testigo de la gran cantidad de bloques y más bloques de hormigón de todo tipo de alturas y tamaños que flanquean  la carretera que se adentra en toda esta zona y que haría que no me costase mucho ponerme de camino a Madrid, pues no es el lugar idílico con el que terminar un viaje.

Mar Mediterráneo y La Manga

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