DIA 04. TOULOUSE. La ciudad rosa

15 de Abril de 2017.

Cuando en el primer capítulo de este diario hacía referencia, casi de pasada, a la ciudad de Toulouse, comentaba que era el lugar que menos me llamaba la atención de esta escapada, para, poco después, añadir que de forma totalmente injustificada, porque es cierto que no me había interesado en saber todo lo que ofrece. Cuál sería mi sorpresa cuando empecé a interesarme por su patrimonio que además de contar con varios lugares Patrimonio de la Humanidad, también poseía un sinfín de parques, plazas, una interesante arquitectura en un número importante de calles de su centro histórico, el importante río Garona y el famoso canal du Midi, entre otras muchas cosas. Así que no tardaría mucho tiempo en tomar la decisión de dedicar dos días en vez de uno, que era mi primera intención, a descubrirla.

Toulouse posee una rica y agitada historia que con el paso de los siglos la ha convertido en la cuarta ciudad de Francia, con una población aproximada de 500.000 habitantes, siendo además la capital de la región de Midi  Pyrénees. Ante todo ello se puede afirmar que aquellos que se animen a visitarla encontraran una urbe vibrante donde no hay lugar para aburrirse ni saber a que dedicar el tiempo del que se disponga, pues siempre hay alguna actividad interesante para realizar.

Después de disfrutar de dos días espléndidos, con cielos completamente despejados, hoy amanecía nublado y con una pequeña bajada de temperaturas, pero afortunadamente no llovía, así que no podía quejarme.

Fiel a la manera de desayunar de las jornada anteriores, compraría, en una pequeña pastelería pegada al hotel, la napolitana de siempre con el correspondiente batido y tras dejar atrás el no demasiado agradable barrio en el que me hospedaba, tomaba la calle de Alsacia y Lorena, que suponía un fuerte contraste con la zona anterior, pues los decrépitos edificios de la zona pegada a la estación eran sustituidos por otros mucho más elegantes y señoriales que flanquearían el resto del camino que me quedaba hasta llegar al parque donde se encuentra la torre de homenaje del Capitole, restaurada en el siglo XIX por Viollet – le – Duc, el mismo que lo haría con La Cité de Carcassonne y cuyo nombre ya me era más que familiar. En su interior se halla la oficina de turismo a la que entraría para conseguir un plano decente y preguntar alguna que otra cuestión referente a la Toulouse card (un día por 20 euros y dos días por 27 euros) y que al final no compraría porque no estaba interesado en los museos que ofrece, además de que la mayoría de los monumentos religiosos que iba a visitar eran gratuitos.

Calle de Alsacia y Lorena

Torre del Homenaje del Capitole

Desde aquí  pasaría directamente a la enorme plaza del Capitole, la cual sorprende tanto por sus dimensiones como por los edificios que la enmarcan. Destaca el propio Capitole o Ayuntamiento con sus 128 metros de fachada, en estilo neoclásico, cuya construcción concluyó en 1759. Como curiosidad decir que el nombre que da nombre al enorme espacio proviene de las ocho columnas en mármol rosado del frontal, las cuales encarnan a los ocho magistrados, los Capitouls, que antiguamente gobernaban la ciudad.

Capitole o Ayuntamiento

Este inmenso cuadrilátero es el centro vital de la ciudad y donde se congregan un buen número de tolosanos para pasear, además de ser el sitio de las celebraciones importantes. Uno de sus laterales también cuenta con un gran número de cafés y terrazas, los cuales, entre el tiempo nublado y que era algo temprano, estaban desiertos.

Plaza del Capitole o Ayuntamiento

Plaza del Capitole o Ayuntamiento

En el centro de la plaza, grabada en el suelo, también se puede ver la cruz del Languedoc, emblema de Toulouse y de su región.

Es desde aquí desde donde se pueden llevar a cabo varias rutas interesantes por la ciudad, por lo que optaría por tomar la Rue du Taur para llegar desde ella a los monumentos más representativos de la urbe.

El nombre de Taur (toro en occitano) remite al martirio del primer obispo  de Toulouse quien fue arrastrado por un toro desbocado por las calles de la ciudad. El lugar donde se abría roto la soga que arrastraba al santo corresponde a la ubicación de la iglesia de Notre Dame du Taur.

Iglesia del Taur

Visitado su interior, continuaría por la misma calle y me desviaría un momento por la Rue du Perigord para entrar en la capilla de las Carmelitas, cuyo austero exterior no te hace pensar que en su interior te encontrarás con preciosas pinturas recubriendo las bóvedas y los muros. Se la considera una de las obras maestras de la pintura tolosana.

Rue du Taur

Capilla de los Carmelitas

Volviendo a la Rue du Taur y sólo unos pasos más allá me encontraría con el museo  Saint Raymond o de antigüedades, al que no entraría, y con el primer punto fuerte del patrimonio monumental de Toulouse: la basílica de Saint Sernin. Está declarada patrimonio de la Humanidad por la Unesco y está catalogada como la mayor iglesia románica de occidente, siendo durante mucho tiempo una parada obligada del camino de Santiago. Sus enormes dimensiones, 115 metros de largo con naves central y laterales, corresponden a la necesidad de permitir la circulación de peregrinos sin que se interrumpieran las misas.

Basílica de Saint Sernin

Basílica de Saint Sernin

Basílica de Saint Sernin

Tras disfrutar de su arquitectura interior y exterior, continuaría por la Rue A.Lautmann hasta llegar a una fachada de características religiosas y que destaca respecto a otros edificios de la zona, pero que no te hace pensar que sea la entrada de la inmensa iglesia de Saint Pierre des Chartreux, un antiguo monasterio de los siglos XVII y XVIII. La verdad que me impresionaría su interior. Lástima que el claustro que posee con un conjunto de pinturas y esculturas barrocas estuviera cerrado en esos momentos.

Iglesia de Saint Pierre des Chartreux

Iglesia de Saint Pierre des Chartreux

Unos metros más allá de la anterior, también podría ver los exteriores de Saint Pierre des Cuisines, un edificio del siglo IV que estaba situado en el exterior de la ciudad por ser una basílica funeraria como lo prueban los sarcófagos y las tumbas que subsisten. La iglesia es hoy un auditorio consagrado a la música y la danza.

Iglesia de Saint Pierre des Cuisines

Justo en frente de esta, estaba el importante río Garona, que ya tenía ganas de ver, así que no dude en acercarme a su orilla y sentarme un rato a disfrutar de las vistas. Lástima del cielo plomizo y gris que no acompañaba durante la jornada de hoy.

Puente Saint Pierre y Río Garona

Después de este breve descanso me dirigiría a otra de las joyas tolosanas y que no se puede obviar. Me refiero al convento de los Jacobinos, cuya iglesia es una de las joyas del gótico en el Midi francés. Cuando uno accede a su interior y se acerca a la última columna que sostiene el techo, la conocida con el nombre de “la palmera”, se siente empequeñecido mirando hacia lo alto, sobrecogido por su belleza.

Convento de los Jacobinos

"La Palmera". Convento de los Jacobinos

Al interés arquitectónico e histórico de la iglesia se añade la tumba del dominico Santo Tomás de Aquino, uno de los principales teólogos del catolicismo.

Aunque mi idea era también entrar a visitar el fabuloso claustro, decidiría dejarlo para después para así poder ir con calma al lugar en el que iba a llevar a cabo mi siguiente actividad, pero de camino a aquella no podría evitar fijarme en el palacete de Bernuy y más exactamente en su torre – escalera, evidente demostración del éxito de su propietario. El interior sólo es visitable por grupos guiados, previa reserva.

Eran ya las 14:00 cuando llegaba al muelle de la Daurade, otro lugar que invita a pasear dejándose arrastrar por el río, en cuya orilla creció el asentamiento romano que los años convirtieron en una de las principales ciudades de Francia.  Desde aquí partía el crucero por el río Garona y el canal de Brienne, de algo más de una hora de duración, cuya entrada ya había comprado en la oficina de turismo por la mañana. (10 euros).

Cuarto de hora después de mi llegada zarpaba el barco, el cual tras unos primeros momentos de navegación por el río Garona, no tardaría mucho en comenzar a realizar las maniobras que le iban a permitir entrar en la esclusa de San Pedro, es decir, el inicio o el final, según se mire, del canal de Brienne, el cual hace de nexo de unión con el canal du Midi. Una vez amarrados pudimos ver como las puertas de la esclusa comenzarían a cerrarse detrás de nosotros y el agua empezar a bajar. De esta manera salvábamos el desnivel existente entre los dos cursos de agua. Después se abrirían las compuertas contrarías y seguiríamos con la navegación por el estrecho canal, bajo los frondosos árboles y las gabarras atracadas en sus laterales. Sus orillas se encuentran repletas de plátanos centenarios y la imagen es idílica y evocadora.

Crucero por el Río Garona

Esclusa Saint Pierre en Canal de Brienne

Canal de Brienne

Tras casi dos kilómetros llegábamos a la parte contraria del canal: el puerto de la Desembocadura, también llamado “Los Puentes Gemelos”, donde destaca el bajorrelieve hecho para la inauguración del cauce de agua en 1774.

Bajorrelieve en Canal de Brienne

De nuevo en el Garona pudimos pasar por debajo de los diferentes puentes de esta zona y ver las vistas de monumentos como el hospital de La Grave, la plaza Viguerie o la iglesia de la Daurade que desde el río imponen más que desde tierra.

Puente Nuevo desde Crucero por el Río Garona

Desembarcábamos a las 15:30, por lo que tardaría lo imprescindible en llegar hasta el Mac Donald de la plaza del Capitole, pues estaba a punto de desfallecer.

Con las fuerzas repuestas, volvería, de nuevo, al convento de los Jacobinos para ver el claustro, enteramente realizado en ladrillo; la sala capitular de una gran belleza; la capilla de San Antolín y el presbiterio. La entrada por el conjunto de todo ello son cuatro euros.

Claustro Convento de los Jacobinos

Claustro Convento de los Jacobinos

Sala Capitular. Convento de los Jacobinos

A la salida decido volver a orillas del canal de Brienne, que tanto me había gustado, y relajarme paseando un rato por allí, para tras quince minutos, retroceder sobre mis pasos y cambiar de cauce de agua, caminando ahora a orillas del Garona hasta que llegué a la iglesia de Nuestra Señora de la Daurade, cuyo nombre le viene de la decoración (“deaurata” significa dorada o recubierta de oro.) Su fachada recuerda un templo clásico.

Canal de Brienne

Canal de Brienne

Muy cerca de esta también se puede admirar el edificio que alberga la escuela de Bellas Artes con otra bella fachada de piedra del siglo XIX, que es una alegoría a las artes.

Desde aquí  cruzaría el Pont Neuf, un puente de ladrillos de peculiar diseño que forma parte de la identidad de Toulouse. A pesar del nombre, es el más antiguo de la ciudad, ya que sustituyó al puente de la Daurada, destruido por una riada frente a la plaza donde aún se pueden ver algunos de sus pilares.

En la otra orilla del río, dentro del barrio de Saint Cyprien,  lo primero con lo que me encontraría sería con la pradera de los Filtros, un agradable lugar utilizado por los habitantes de la ciudad para pasear y donde se organizan diferentes eventos festivos. Al lado se halla la peculiar sala de exposiciones el Château d´Eau que se ubica en el antiguo aljibe de agua que suministraba agua a las fuentes de Toulouse.

Château d´eau

En frente se puede ver también el antiguo hospital del Hôtel Dieu que acogía en el siglo XII a los pobres, huérfanos y peregrinos que iban a Santiago. Hoy hace la función de museo.

Hotel Dieu Saint Jacques

Las piernas empezaban a pesarme bastante, pero aún así me propuse llegar a La Grave, lo que conseguiría después de otros diez minutos caminando.  Esta fue un hospicio para enfermos de la peste, convirtiéndose después en hospital. Lo más destacable es la impresionante cúpula de cobre de la capilla de San José, que te acompaña constantemente desde cualquier perspectiva que se tiene desde la orilla contraria del río.

Capilla de San José.La Grave

Otra zona que me gustaría especialmente sería la correspondiente a los jardines Raymond VI y es que en ellos se pueden observar las torres y los lienzos de las antiguas murallas de la ciudad de principios del siglo XVI. Es una zona muy tranquila y agradable para pasear, donde también se halla el museo Les Abattoirs para aquellos a quienes les guste el arte moderno y contemporáneo.

Antigua Muralla

Antigua Muralla

Finalmente llegaría a las orillas del Garona, justo en frente de donde había estado al mediodía y desde donde podría apreciar de cerca la pasarela Viguerie, la cual está como colgada de la fachada de La Grave por encima del río y une el jardín Raymond VI con el puerto Viguerie. Aunque en estos momentos no estaba habilitada para el paso de personas.

Río Garona y Pasarela Viguerie

Eran ya las 19:30 y estaba fundido por lo que no dudé en dirigirme, atravesando el puente Saint Pierre, hacia la plaza del Capitole, donde me sentaría en una de las terrazas de los soportales llamada Grand Café Albert a tomarme una coca cola (4 euros), mientras esperaba a que se hiciera de noche para ver el ayuntamiento iluminado. Tras unas cuantas fotos a este y a la torre del homenaje, volvería al hotel, donde me tomaría en la habitación unos bollos y un zumo que me había comprado de camino en un supermercado, ya que no tenía demasiada hambre al haber comido tarde. De esta manera concluía otro día de lo más intenso.

Capitole o Ayuntamiento

Torre del Homenaje del Capitole


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