DIA 03. ALBI. Cuna de Toulouse Lautrec y los cátaros

14 de Abril de 2017.

Albi es una ciudad encantadora gracias a los puentes que atraviesan el río Tarn, su abigarrado casco viejo y su buen número de rincones entrañables que puedes encontrar por sus calles casi a cada paso que das por ellas. Pero si a todo ello le sumas su convulso pasado relacionado con el catarismo, el movimiento cristiano que se extendió por el sur de Francia defendiendo los valores olvidados de la iglesia católica, y que aquí nacería el genial pintor Toulouse Lautrec, contando con el mejor y más completo museo del artista en el mundo, el éxito de la visita a esta localidad está asegurado.

Cada monumento que contemplas te permite conocer esa interesante historia y la tortuosa vida del pintor, lo que combinado con las continuas perspectivas que, sin querer, obtienes al doblar alguna esquina y el juego de luces y colores que se van contemplando en las distintas fachadas de los edificios, sin diferenciar entre lo sacro de la catedral, la elegancia de los palacetes renacentistas o la robustez de un puente antiguo, consiguiendo que del rosa se pase al violeta, o del naranja a los tonos ocres, en cuestión de minutos, hacen que sea un espectáculo digno de contemplar en plena calle y sin el mayor esfuerzo.

Mi jornada comenzaba, al igual que ayer, en la estación de tren de Toulouse – Matabiau, aunque en esta ocasión una hora más tarde, pues no conseguí ponerme en pié antes. Así eran las 09:15 cuando salía el tren hacia Albi. Los billetes de ida  y vuelta ya los había sacado la noche anterior cuando regresé de Carcassonne, por lo que sólo tuve que dirigirme directamente al andén. Esta vez serían algo más caros, costándome 14,10 euros cada uno.

El viaje duraría una hora y diez minutos y es que el tren va parando en las estaciones de pequeñas localidades. El paisaje que se contempla, por los amplios ventanales del vagón, es agradable, pasando entre algunos campos de cultivos y el discurrir del río Tarn que con sus aguas verde esmeralda permite que se le vea en alguna que otra ocasión.

Estación de Albi

La estación de Albi del centro se encuentra separada, tan sólo, por un agradable paseo de no más de quince minutos, por lo que antes de que te quieras dar cuenta tienes casi encima la soberbia catedral de Santa Cecilia que es lo primero que ven tus ojos del centro histórico, como si quisiera recibirte con sus mejores galas, avisándote, desde el primer momento, de que estás entrando en una ciudad que tiene muchísimo que ofrecer.

Catedral de Santa Cecilia

La silueta de la catedral fortaleza es imponente y te sobrecoge cuando te sitúas debajo de ella y su soberbio torreón de casi ochenta metros de altura. No hay lugar a dudas que el templo se diseñó para intimidar. A diferencia de sus homólogos del norte, su mayor particularidad es que sus muros se asemejan a una serie de torres de vigilancia circulares que recuerdan más a una fortaleza que a una iglesia. No se trata de una cuestión accidental pues su propósito fue amedrentar y atemorizar a los rebeldes religiosos, es decir la secta herética conocida como cátaros o albigenses.

Catedral de Santa Cecilia

Catedral de Santa Cecilia

Catedral de Santa Cecilia

La cruzada papal llevada a cabo contra ellos en el siglo XIII fue famosa por su brutalidad, incluso desde el punto de vista de las cruzadas.

Las obras se iniciarían en 1282, tan sólo unas pocas décadas después de la cruel persecución y no se terminarían hasta dos siglos después, consiguiendo mantener hasta hoy el título del edificio de ladrillo más grande del mundo.

Catedral de Santa Cecilia

Catedral de Santa Cecilia

El interior contrasta de forma pintoresca con su sobria fachada, y su rasgo más espectacular es un soberbio mural del Juicio Final. También hay bellos frescos del siglo XVI en la bóveda, y el coro de piedra esculpida es una auténtica maravilla, con una magnífica colección de estatuas polícromas que representan a diversos santos y ángeles. Además la catedral es la orgullosa propietaria de un impresionante órgano, uno de los mayores de Francia.

La entrada es gratuita, aunque para poder ver el coro es necesario pagar cinco euros, aunque aquí desvelo un pequeño truco para no tener que abonar nada. Si al señor que está guardando la entrada le dices que vas a rezar este te dejará pasar sin más. Sobra decir que tu actitud por tanto a de ser acorde a ese acto y disimular un poco a la hora de ponerte a observar los detalles y realizar fotografías.

Justo en frente de la maravillosa catedral se halla el otro edificio imprescindible en cualquier visita a Albi: el palacio de la Berbie, antiguo palacio arzobispal, que también presenta un aspecto fortificado. Es algo anterior a la catedral de Santa Cecilia e igualmente utiliza el ladrillo rojo en todos sus elementos arquitectónicos. Su visión global impacta al formar un sólido baluarte defensivo.

Palacio de la Berbie

Palacio de la Berbie

Catedral de Santa Cecilia desde Palacio de la Berbie

Pero lo más interesante de este palacio se halla en su interior, colgando de sus paredes. En efecto, en sus habitaciones hoy se pueden contemplar las mujeres de vida licenciosa, los ambientes turbios de prostíbulos y las bailarinas de cabaret que pintara el genial Toulouse Lautrec. El Museo abre de 10:00 a 12:00 y de 14:00 a 18:00, así que dado que estaba a punto de llevarse a cabo el primer cierre del día, decidiría dejar la visita para después y ahora dirigirme a los jardines del palacio, los cuales son realmente bonitos con elaboradas plantaciones que se hoy se encuentran entre las más destacables del país. De hecho tiene el título de “Jardín notable” desde 2010.

Jardines del Palacio de la Berbie

Jardines del Palacio de la Berbie

Si  a lo anterior se le suman las excepcionales vistas que se contemplan sobre la ribera derecha del río Tarn, pues el panorama que se tiene delante es tan excepcional que invita a quedarte aquí disfrutando de todo ello, sin prisas y sin estar pendiente del reloj.

Albi desde Jardines del Palacio de la Berbie

Albi desde Jardines del Palacio de la Berbie

Mis pasos me llevarían ahora a la parte trasera de la catedral de Santa Cecilia, más exactamente a la plaza de la Trébaille, donde encontraría los arcos de herradura que formaban parte del antiguo claustro de la catedral románica, que en su día se alzaba en el espacio comprendido entre la catedral actual y el Palacio Episcopal.

Restos del Claustro de la Catedral Románica.Plaza de la Trébaille

Continuando por la Rue du Castelviel, encontraría varios rincones preciosos que nadie debería perderse, dándote la sensación que el tiempo se ha detenido en ellos y sintiéndote transportado, de repente, a otra época. Estoy hablando de varias placitas que se pueden encontrar si callejeas a uno y otro lado de la mencionada calle. Sus nombres son plaza St Loup, plaza du Château y plaza Savéne, siendo la más encantadora de todas ellas esta última.

Plaza Savéne

Plaza de Château

Por cierto, que en la parte baja de la plaza du Château se puede ver el puente por el que el tren atraviesa el río Tarn, con unos inmensos arcos de ladrillo rojo, que más allá de afear el paisaje, lo embellece.

Puente de S.N.C.F.

Dejando atrás este sector del casco antiguo, me sumergiría ahora en pleno corazón del centro histórico de Albi, haciéndolo por la Rue Caminade, la cual bordea el muro del recinto de la catedral. En pocos segundos podría encontrarme un conjunto de calles estrechas repletas de casas y edificios bien conservados, al más puro estilo albigense, y algunos de ellos con bonitas fachadas de madera. Entre ellos destacan, sin duda, la Maison du Vieil Alby, un de las casas más pintorescas; la casa de Lapérouse, un famoso navegante, expedicionario y héroe en la guerra de Independencia de Estados Unidos; y, como no podía ser de otro modo, la casa del pintor Toulouse Lautrec, con la que tienes que conformarte con ver su exterior dado que en ella todavía viven generaciones posteriores de su familia.

Maison du Vieil

Rue de la Croix Blanche

Casa de Toulouse Lautrec

Otro de los lugares que más me fascinaron de la vieja Albi sería el claustro de Saint Salvi, que no tardaría mucho en encontrar desde donde estaba. Aunque no se conserva entero (sólo la galería sur) el espacio que ocupa es precioso con un bonito jardín repleto de flores. En la parte que todavía queda en pié se pueden apreciar tanto elementos góticos, como los pilares de las esquinas o los motivos vegetales, y elementos románicos, como los arcos de medio punto y los capiteles figurados.

Claustro de Saint Salvi

Claustro de Saint Salvi

Claustro de Saint Salvi

Desde el claustro accedería, por un oscuro callejón, a otra agradable plaza, situada detrás de la colegiata y en la que, antiguamente, residían los religiosos. Se trata de una parte importante del antiguo barrio de Saint Salvi en la que también residían mercaderes y artesanos. Por las calles aledañas también podría disfrutar de casas señoriales de los siglos XVI, XVII y XVIII.

Barrio de Saint Salvi

Barrio de Saint Salvi

Tras este nuevo paseo decidiría concluir la visita, a esta área de la ciudad, entrando en la catedral de Saint Salvi, uno de los edificios más antiguos de Albi. Se encuentra construido en el punto más alto de una de las lomas de la ciudad y hasta la Revolución Francesa aquí se hallaba el sepulcro de Saint Salvi, valga la redundancia. En su compleja arquitectura también se pueden ver partes románicas y góticas.

Colegiata de Saint Salvi

Colegiata de Saint Salvi

Llegado este momento no había manera ya de engañar al estómago por lo que decido comerme dos crepes de nutella con coco en un pequeño puesto callejero (7 euros) y continuar, sin prisa pero sin pausa,  mi andadura por las calles de Albi.

Calle Tradicional

Aunque también es cierto que tampoco duraría mucho al aire libre, sólo lo necesario hasta llegar al Museo de Toulouse Lautrec ,en el interior del Palacio de la Berbie, al cual no entré por la mañana por estar a punto de cerrar. Ahora tendría más calma y tranquilidad para poder admirar todo lo que ofrece este. (9 euros). En sus instalaciones podría disfrutar de uno de los mejores museos dedicados a un solo artista del mundo, poseyendo la mayor concentración de obras de este autor. Sus salas muestran una buena parte de sus pinturas, dibujos y carteles, haciendo un recorrido de lo más completo desde los cuadros del joven Lautrec en su llegada a París y la época en que retrató el ambiente de los burdeles, hasta los lienzos más notables de su madurez, incluyendo sus últimas pinturas antes de morir en 1901.

Palacio de la Berbie. Museo de Toulouse Lautrec

Palacio de la Berbie.

Pero lo más destacable y lo que más impacta son la larga representación de los famosos carteles que marcaron el principio de un tipo de arte totalmente nuevo: la iconografía publicitaria moderna.

Es una ironía que a pesar de su grave enfermedad ósea que le convirtió en minusválido, su alcoholismo y la locura final que le hizo acabar sus últimos días en un manicomio, haya acabado siendo uno de los maestros de la génesis de la pintura contemporánea.

Lástima que no dejen hacer ninguna fotografía de su interior ni de los cuadros, habiendo además un guardia por cada sala, por lo que es casi imposible saltarse la prohibición.

Después de casi hora y media en las instalaciones del museo, saldría algo saturado, al exterior. Eran las 15:30 y el día seguía siendo espléndido y hacía calor, pudiendo ir en manga corta. Decidiría perderme entonces por los alrededores del mercado de abastos que también cuentan con casas y palacios señoriales como por ejemplo el que pertenecía a una familia acomodada de Albi llamada Fenasse. Destaca, entre otras del entorno, por ser de las pocas construcciones civiles de estilo románico.

Mercado de Abastos

Palacio Señorial Fenasse

Otra de las zonas emblemáticas de la ciudad es la que se encuentra pegada al río Tarn, que separa la localidad en dos, y hacia donde me iba a dirigir a continuación. Y como no podía ser menos, hay que decir que es otra área que invita al relax y a pasear y disfrutar de las vistas excepcionales que se tienen de los núcleos urbanos, uno a cada lado del río, desde sus puentes. Sería el llamado 22 de abril de 1944 o puente nuevo, el elegido para disfrutar de las primeras de esas perspectivas, no decepcionándome en absoluto. Desde aquí también se pueden observar el lugar donde se asentaban los viejos molinos de agua que se encontraban a la vereda del río y que serían sustituidos por fábricas de harina y estas a su vez reemplazadas por centros culturales.

Puente Nuevo y Río Tarn

Puente Viejo, Río Tarn y Albi desde Puente Nuevo

Puente Viejo, Río Tarn y Albi desde Puente Nuevo

Tras pasar muy cerca de estos últimos me desviaría por una estrecha callejuela llamada Rue du Port que me llevaría hasta la ribera del río y me permitiría recrearme con la panorámica de los puentes nuevo y viejo y la Ciudad Episcopal. Un rincón escondido en el que dejaría pasar los minutos en total soledad.

Puente Nuevo y Río Tarn

Ciudad Episcopal,Puente Viejo y Río Tarn

Mi ruta continuaría dirigiéndome al barrio de la Madeleine, situado igualmente en la margen derecha del río, en la que me encontraba. En el pasado era un arrabal reservado para los pobres y marginados, a la par que en la margen izquierda se situaba el poder político y religioso. Hoy, sin embargo, es un barrio tranquilo que huye del turismo de masas que se da al otro lado del río. Aquí podría visitar los exteriores de la iglesia de la Madeleine, los cuales tampoco me dirían nada, entre que no destacan especialmente y que parte de ellos se encontraban cubiertos con andamios.

En contraposición a la última visita, puedo decir que me quedaría sin palabras al contemplar las vistas de la Ciudad Episcopal, justo desde enfrente suyo, es decir había conseguido llegar, después de callejear un rato, hasta el punto desde donde se toman todas las fotografías de la famosa imagen de Albi que aparece en libros y catálogos turísticos. Y, de verdad, que merece la pena pegarse el paseo.

Ciudad Episcopal y Río Tarn

Para llegar hasta allí, lo más directo, si no te apetece dar rodeos, sería cruzar el puente viejo, torcer a la izquierda por la Rue du tendat y continuar por ella hasta el final, pasando la señal que indica callejón sin salida. Aunque pueda parecer que no lleva a ningún sitio, en nada te encontrarás con la soberbia imagen del Palacio Episcopal, la catedral de Santa Cecilia y las murallas, sólo separadas de ti por el río Tarn. Una imagen bellísima y única.

Ciudad Episcopal desde Rue du Tendat

Después de tomarme mi tiempo aquí, era el momento de volver a atravesar el río, esta vez por el puente viejo, construido hacia el año 1040, favoreciendo así el desarrollo del barrio de la Madeleine y los intercambios comerciales. Tras la terrible riada de 1766 se decidiría, posteriormente, ensancharlo y reforzar la calzada para adecuarla a los transportes de la revolución industrial, aprovechándose esta circunstancia hasta nuestros días, siendo hoy uno de los puentes abiertos a la circulación más antiguos de Francia.

Quería llegar, de nuevo, al centro neurálgico de la población y para ello no me quedaba otra que afrontar el desnivel de cualquiera de las calles que llegan hasta él, eligiendo la Rue de la Gran Côte por estar flanqueada por bellas construcciones que pertenecieron a ricos banqueros, comerciantes y gente pudiente.

Rue de la Grand Côte

De esa manera volvía a encontrarme en la monumental plaza de Santa Cecilia, para desde ella dirigirme al sector de la ciudad que me faltaba por conocer. Este destaca especialmente por estar repletos de edificios históricos y un buen número de plazas agradables, aunque tal vez para mí, sea el que menos impacta visualmente en cuanto a vistas y monumentos se refiere, tal vez porque después de lo que llevaba visto era muy complicado sorprenderse ya.

Comenzaría caminando por la Rue Mariés, importante arteria comercial de Albi y, en estos momentos, repleta de gente, para desde ella empezar a callejear y encontrarme lugares tan destacables como la casa Enjalbert, la casa Reynés, la plaza de André Delmas y su árbol de la Paz, el Ayuntamiento, el palacio de Justicia, la plaza de Vigan, el barrio Le Patus Crémat, o la plaza Lapérouse.

Casa Enjalbert

Plaza de André Delmas

Hôtel de Ville o Ayuntamiento

Barrio Le Patus Crémat

Sería en esta última, caracterizada por su modernidad, al igual que el gran teatro que se encuentra flanqueando unos de sus laterales, donde decidiría realizar un buen descanso acompañado de un crepe de nutella y un zumo (5 euros).

Antes de dejar Albi, todavía tendría tiempo, después del descanso, para caminar sin rumbo y sin mapa por las calles de la ciudad y tomarme una última cerveza en una terraza cercana a la catedral de Santa Cecilia (3,5 euros), antes de volver a dirigirme a la estación.

Catedral de Santa Cecilia al atardecer

El tren que tenía previsto tomar era el de las 20:09, pero cuando llegué ya anunciaban un retraso de 20 minutos, algo que me sorprendió en un país como Francia donde, de primeras, todo funciona siempre a la perfección. Así que nada me sentaría en un banco y allí que esperaría a que llegase.

Se me olvidaba comentar que mi idea para hoy era haberme acercado también a Cordes – sur – Ciel, un pequeño pueblo a treinta kilómetros, del que había leído maravillas, pero tengo que reconocer que tras los primeros momentos en la ciudad y ver todo lo que ofrece, me quitaría la idea de la cabeza. Además hay que tener en cuenta que si no cuentas con vehículo particular, como era mi caso, el último bus desde Cordes hasta Albi sale a las 17:30, por lo que no era plan de ir a matacaballo.

Creo, por tanto, que un día en Albi puede ser perfecto para descubrirlo de forma relajada y poder verlo todo pausadamente y sin prisas.

Cuando llegué a Toulouse eran ya las 21:30, así que dado que en la misma estación había una hamburguesería llamada Quick, similar al Mac Donald, no lo dudaría y en ella que me metería a cenar un menú y un helado (11 euros).

Las piernas ya pesaban mucho, después de la panzada a andar que me había pegado, por lo que no tardaría mucho en meterme en la cama, nada más llegar al hotel.

Mañana me esperaba otro día de lo más completo en Toulouse.

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