MARRUECOS - DIA 8. Valle de Ourika

25 de Marzo de 2013.

Ayer, tras las presentaciones oportunas y al poco de servirme el té a la menta, no tardaría mucho en preguntarle al dueño del Riad si ellos podían gestionarme una excursión en la que estaba especialmente interesado para el día de hoy. Esta no era otra que la de las cascadas de Ouzoud, consideradas como las más altas y hermosas del país.

El precio me pareció más que razonable, pues costaba 25 euros. Desde España lo preguntaría en varias agencias y los precios iban desde los 50 a los 30 euros, por lo que creo que era una buena oferta. Así que no dudé en pocos minutos en decirles que sí. Tras una llamada al agente respectivo, me diría que ya estaba todo listo y que mañana, es decir hoy, tendría que estar preparado a las 8.30, hora en la que vendrían a buscarme.

Para ir con tranquilidad, les pediría tenerme preparada el desayuno a las 07.45, por lo que con puntualidad suiza, estaba sentado a esa hora en el comedor. Dicho y hecho en unos instantes ya me estaban sirviendo crepes con mermelada, pan tostado, zumo de naranja natural, un yogur y una jarra de leche fría. Todo estaba realmente bueno.

Como sólo eran las 08.20 y ya estaba con todo dispuesto, aprovecharía para subir a la azotea del Riad a disfrutar de las vistas que ofrece de los tejados de la medina y de la cordillera del Atlas, que estaba a rebosar de nieve, y es que cuando hacía dos días en Essaouira no paró de llover durante toda la mañana, en las montañas cayó una nevada de aúpa, que me permitía verlas de esta manera, con un manto blanco brutal, que creaba un contraste perfecto con el resto del paisaje semidesértico y rojizo.

Tejados de la Medina desde Riad Monriad


Tejados de La Medina y El Atlas desde Riad Monriad

A las 08.35 estaba en el recibidor, esperando a que vinieran a recogerme, pero los minutos seguían pasando y allí nadie llamaba a la puerta. Sería paciente y esperaría hasta las 09.00 antes de preguntarle al dueño que si era normal el retraso que estaba sufriendo. A lo que sólo me respondería con un –“espera un momento” – A los pocos segundos le oía gritar a la persona que estaba al otro lado del teléfono en árabe, lo que rápidamente me hizo deducir de que las noticias no iban a ser buenas. Efectivamente, no me equivocaba. Pocos minutos después me comunicaba que la excursión quedaba suspendida porque las carreteras de acceso a la zona de las cascadas estaban cortadas por la nieve. Mi cara fue un poema porque tenía especial ilusión en conocer esas caídas de agua. Esta vez no me enfadaría, ya que eran buena gente y no me salía ese tipo de reacción, pero sí que me vine abajo y me quedé un poco traspuesto en el sofá de la pequeña sala de estar en la que me encontraba esperando. El buen hombre después de disculparse como diez veces, al final me dejaría sólo y yo me quedaría un poco con la mirada perdida, valorando qué hacer el día de hoy.

Diez minutos después, entraba por la puerta una chica joven, con cara risueña y enorme positividad, que tras saludarme en un perfecto castellano, me volvía a pedir disculpas y me proponía una solución. Como ellos consideraban que todo lo que había sucedido era responsabilidad suya, por no haber previsto las posibles consecuencias de las nevadas y de lo que podía pasar, y a pesar de ello, mantuvieron la excursión a la zona, me proponía realizar una excursión al valle del Ourika durante todo el día y de manera completamente gratuita a excepción de la comida. Su política era que los clientes se fueran siempre contentos y así me lo comunicaba, creyendo que esta era una buena manera de que me viniera arriba. Y vaya que si lo consiguió, porque era la primera vez en mi vida que iba a hacer una excursión con una agencia sin gastarme un solo euro. Así que volvía a estar feliz y bastante animado.

La verdad que nunca había oído hablar de la zona a la que me iban a llevar, por lo que hoy iba a ser, sin comerlo ni beberlo, una jornada de constantes sorpresas. Y tengo que reconocer que ahora estaba encantado.

Transcurridos otros diez minutos, llamaban a la puerta del Riad y tras las presentaciones oportunas, un señor árabe con turbante, me conducía hasta una furgoneta negra donde me esperaba el grupo con el que iba a compartir el día de hoy. Seríamos tan sólo 8 personas y el conductor y estaría formado por un matrimonio francés y su hijo, dos amigas, también francesas, una madre y su hija de Frankfurt, y yo.

Pronto haría muy buenas migas con Vanessa e Isi, las dos mujeres alemanas, que hablaban un inglés claro e intermedio y que me permitía entenderlas y que ellas me entendieran a mí, por lo que desde el primer momento ya iríamos charlando y bromeando. Con el resto del grupo no tendríamos ningún tipo de contacto dado que sólo hablaban francés y nosotros no teníamos ni idea de ese idioma.

Sólo son 67 kilómetros los que separan Marrakech del valle del Ourika, por lo que no se tarda nada en llegar a la carretera que da acceso al mismo. Hasta que te adentras en él, el recorrido es monótono, aunque es cierto que con la cordillera del Atlas nevada, como telón de fondo, la cosa cambia y te impacta bastante.

Cordillera del Atlas Nevada camino Valle de Ourika

A partir del kilómetro 43, el paisaje comenzaba a cambiar, señal de que empezábamos a llegar a las estribaciones del Alto Atlas. Tomábamos una carretera diferente que se bifurcaba de la principal y se iba elevando progresivamente. La vegetación hacía acto de presencia y pronto nos acompañarían olivos, chopos, nogales y alcornoques. En unos minutos más haríamos la primera parada en el arcén de la carretera para que pudiéramos ver el contraste tan grande que se había producido en sólo unos minutos. Ante nosotros teníamos un pequeño valle, formado por una vegetación verde intensa, y salpicado de pequeños pueblos bereberes de color rojizo, distribuidos por la ladera de la montaña. Una imagen idílica y que ya desde el primer momento me hacía tener muy buenas vibraciones.

Valle de Ourika

Pueblo en el Valle de Ourika

Sería este el primer lugar en el que seríamos abordados por vendedores ambulantes que nos ofrecían piedras, fracturadas en dos mitades, cuyo interior estaba decorado con cristales de carbonato cálcico de diferentes colores. Estaríamos tentados de comprar alguna, pero nuestro guía nos advertiría de que no eran auténticas y que eran obran de unos excelentes trabajos manuales realizados por los vendedores.

Muy cerca de este improvisado mirador también podríamos observar una buena muestra de cerámica, apilada en varios puestos pegados a la carretera. Nos dirían que provenía de Safi, con lo que no pude evitar esbozar una leve sonrisa, motivada por haber podido presenciar de primera mano, en aquella ciudad, la elaboración de la misma.

Artesanía del Valle de Ourika

La siguiente parada sería en una cooperativa de aceite de argán, formada por mujeres en riesgo de exclusión social. Todas las trabajadoras hablaban algún idioma, además del propio, por lo que en un perfecto castellano e inglés, una de ellas nos iría explicando a las alemanas y a mí, cómo, de forma artesanal, se trabajan las semillas para conseguir el afamado aceite, además de otras cremas y productos, derivados del mismo. Tras la charla y las demostraciones oportunas te dan la opción de realizar compras de diversos productos.

Trabajando el Aceite de Argán en el Valle de Ourika

De nuevo en la furgoneta, nuestra ruta continuaría hasta llegar a una primera cascada que dejaba un importante charco de agua sobre el asfalto por el que circulábamos. Una pequeña senda que salía de un lateral me llevaría hasta el torrente que se desparramaba con fuerza desde lo más alto. Aquí estaría como quince minutos disfrutando de este oasis de frescor y tranquilidad.

Cascada del Valle de Ourika

La carretera seguía ascendiendo cada vez más y de forma tortuosa, enfrentándose a curvas complicadas que íbamos salvando sin el mayor problema. Por el lado por el que circulábamos nos protegían las paredes de roca de la propia montaña, mientras que por el otro, éramos testigos de la brecha por cuyo fondo transcurría un río. Ambas orillas eran salvadas por multitud de puentes colgantes que nada tenían que envidiar a la mejor de las películas de aventuras donde estos se muestran.

Puente Colgante en el Valle de Ourika

No tardaríamos mucho en volver hacer una nueva parada, esta vez para comer, pues eran ya las 13.00 de la tarde. Sería en un restaurante llamado Azro, que tenía como peculiaridad que sus mesas estaban situadas en el fondo del barranco y a sólo unos pasos del curso del río, vamos que con estirar la mano podías meter esta en las frías aguas que descienden desde las cumbres. Además como asiento tienes cómodos y mullidos sofás, más propios del salón de una casa que de un lugar en plena naturaleza como el que estábamos. Hay que decir que a lo largo del curso del río, hay infinidad de locales de este tipo, por lo que se puede elegir el que más le convenza a uno, aunque todos tienes características similares.

Terraza del Restaurante Azro.Valle de Ourika

Terraza del Restaurante Azro.Valle de Ourika

En este entorno privilegiado haríamos el almuerzo. Yo, por supuesto, que con mis nuevas amigas. Los tres elegiríamos lo mismo: ensalada, brochetas y naranja con canela. (130 dírhams). Cómo se ve el precio es alto y muy lejos de lo que se acostumbra a pagar en otros lugares de Marruecos, pero también es cierto que es una zona muy turística y que te encuentras en un entorno espectacular y todo eso se paga.

En un momento del almuerzo también podríamos disfrutar de nuevos ritmos marroquís, de forma improvisada, y es que de la nada aparecerían tres músicos que tocarían varias canciones para entretenernos durante unos instantes.

Música en directo en el Restaurante Azro.Valle de Ourika

Cuando terminamos la sobremesa, la furgoneta nos dejaría, minutos después, en el pueblo de Setti Fatma, donde nos esperaba un joven guía que nos conduciría a las renombradas cascadas del río Ourika.

Poblado de Setti Fatma en el valle de Ourika

Ruta hacia las Cascadas del Río Ourika

Nada hace suponer que la facilidad del inicio del sendero, se irá convirtiendo, según avance el trekking, en algún que otro paso complicado y en trepadas que, si bien, no son nada complicadas para gente acostumbrada a la montaña, sí que pueden ser un quebradero de cabeza para aquellos que no sean muy duchos en este terreno. Por lo que si no se tiene un buen guía que esté pendiente de todo el grupo, es probable que más de uno acabe desistiendo de seguir adelante.

Ruta hacia las Cascadas del Río Ourika

Yo iría en todo momento con Vanessa e Isi, lo que nos permitió avanzar sin problema. A medida que íbamos ganando altura se iban sucediendo diferentes cascadas y las vistas del valle y las montañas que conforman este eran cada vez más increíbles. Nunca me hubiera imaginado que a tan pocos kilómetros de Marrakech pudiera haber tesoro semejante.

Ruta hacia las Cascadas del Río Ourika

Cascada del Río Ourika

Tras algo más de una hora llegábamos a una nueva cascada, encajonada en el desfiladero, donde permanecimos más de media hora hasta que fueron llegando todos los miembros de la excursión.

Cascada del Río Ourika

Cuando todos los componentes del grupo volvimos a estar reunidos, el guía nos comentaría que la ruta continuaba por encima de nuestras cabezas hasta varios nuevos saltos de agua, pero que por falta de tiempo y debido a la condición física de algunas personas, nos daríamos aquí la vuelta, lo que a todo el mundo le pareció bien. Yo tengo que reconocer que hubiera continuado, pero tampoco era plan de decir nada, después de que no me estaba costando un duro la escapada.

Por cierto, que a lo largo de toda la subida te vas encontrando pequeñas tiendas con productos típicos bereberes y a sus artesanos mostrando como se fabrican. También son curiosas las improvisadas neveras naturales que  los comerciantes, aprovechando los recursos naturales, crean para tener bien fríos los refrescos que ofrecen a los turistas.

Artesano en la Ruta hacia las Cascadas del Río Ourika

Nevera Natural en la Ruta hacia las Cascadas del Río Ourika

El descenso se haría complicado para alguno de los componentes del equipo, por lo que tardaríamos también un buen rato en terminarlo.

En definitiva, hay que tener en cuenta que esta ruta no es un tranquilo paseo por un parque, que pueda realizar cualquier persona. Conviene tener un mínimo de condición física e ir provisto de unas botas de trekking y ropa adecuada a la montaña. Yo vi a mucha gente que la hacía sin que cumpliera ninguno de los requisitos anteriores, pero de ahí que luego vengan los accidentes y lamentaciones. Así que cada uno saque sus propias conclusiones.

Llegaríamos a Marrakech casi a las 18.30, el tiempo justo para despedirme de mis efímeras amigas, con las que tan buenos momentos había pasado durante todo el día, y llegar casi corriendo al Café Glacier, donde quería disfrutar de la puesta de sol que hoy tenía pinta de ser espectacular porque no había ni una nube en el cielo. Efectivamente no me equivoqué, sería sublime y las vistas nada tenían que envidiar a las de los otros cafés en los que había estado.

Plaza Jemaa-el-Fna desde Le Grand Balcon du Cafe Glacier

Puesta de sol en la Plaza Jemaa-el-Fna desde Le Grand Balcon du Cafe Glacier

Puesta de sol en la Plaza Jemaa-el-Fna desde Le Grand Balcon du Cafe Glacier

Lo único que en este hay un control en el que no puedes acceder a la terraza si antes no pagas la consumición, pero nada más. Una fanta de naranja me saldría por 20 dírhams.

Ya con la noche cerrada sobre mi cabeza, decidiría hacer las últimas fotos desde aquí y marcharme a recoger la maleta al Riad Monriad para trasladarme al del primer y segundo día: La Perle D´azur. La verdad que sería un auténtico fastidio, porque estaba encantado con este segundo alojamiento de Marrakech, pero como la reserva en el otro la había realizado al principio del todo, el haberla cancelado me hubiera supuesto pagar una noche entera, por lo que no era plan de perder ese dinero más el del nuevo Riad, así que lo dejé tal cual.

Plaza Jemaa-el-Fna iluminada

Torre de la Koutoubia iluminada

Plaza Jemaa-el-Fna iluminada

No era la mejor manera de terminar mi estancia en Marrakech, pero era lo que había, así que dejé la maleta en mi cuarto y me fui a disfrutar de la última noche en la maravillosa plaza Jemaa el Fna. Quería despedirme por todo lo alto de este lugar, por lo que no dudé en sentarme en unos de los puestos y pegarme un auténtico festín. Tenía duda entre dos puestos. El número 14 dedicado a pescado y el 31 especializado en carne. Al final optaría por este último. Me sentarían en un pequeño hueco que quedaba libre, flanqueado a ambos lados por gente de la ciudad, y me darían una carta para elegir lo que quería tomar. Me pediría una bandeja de salchichas, otra de pinchos morunos, una de algo parecido al estofado llamado Kuakin y un postre cuyo nombre era pastilla. Además del aperitivo de tomate triturado que te sirven y dos coca colas. Como se puede ver, esta vez no escatimé en nada y todo me salió por 155 dírhams.

Puesto Callejero número 31 en la Plaza Jemaa-el-Fna

Lo mejor sería comerlo todo a la manera tradicional, es decir con las manos, ayudado por sopas de pan. Si a esto le añado que a uno de los lados me tocaría una pareja marroquí majísima, que hablaban un perfecto castellano dado que él era médico y trabajaba en Barcelona y que estuvimos de cháchara toda la cena, pues ya no se podía pedir más al asunto.

Sólo me quedaba ya dar el último paseo por la plaza para sentir, por última vez, la magia y el encanto de este lugar sacado del mejor de los cuentos de “Las Mil y una noches”.

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