Ayer, tras las presentaciones
oportunas y al poco de servirme el té a la menta, no tardaría mucho en
preguntarle al dueño del Riad si ellos podían gestionarme una excursión en la
que estaba especialmente interesado para el día de hoy. Esta no era otra que la
de las cascadas de Ouzoud, consideradas como las más altas y hermosas del país.
El precio me pareció más que
razonable, pues costaba 25 euros. Desde España lo preguntaría en varias
agencias y los precios iban desde los 50 a los 30 euros, por lo que creo que
era una buena oferta. Así que no dudé en pocos minutos en decirles que sí. Tras
una llamada al agente respectivo, me diría que ya estaba todo listo y que
mañana, es decir hoy, tendría que estar preparado a las 8.30, hora en la que
vendrían a buscarme.
Para ir con tranquilidad, les
pediría tenerme preparada el desayuno a las 07.45, por lo que con puntualidad
suiza, estaba sentado a esa hora en el comedor. Dicho y hecho en unos instantes
ya me estaban sirviendo crepes con mermelada, pan tostado, zumo de naranja
natural, un yogur y una jarra de leche fría. Todo estaba realmente bueno.
Como sólo eran las 08.20 y ya
estaba con todo dispuesto, aprovecharía para subir a la azotea del Riad a
disfrutar de las vistas que ofrece de los tejados de la medina y de la
cordillera del Atlas, que estaba a rebosar de nieve, y es que cuando hacía dos
días en Essaouira no paró de llover durante toda la mañana, en las montañas
cayó una nevada de aúpa, que me permitía verlas de esta manera, con un manto
blanco brutal, que creaba un contraste perfecto con el resto del paisaje
semidesértico y rojizo.
Tejados de la Medina desde Riad Monriad |
Tejados de La Medina y El Atlas desde Riad Monriad |
A las 08.35 estaba en el
recibidor, esperando a que vinieran a recogerme, pero los minutos seguían
pasando y allí nadie llamaba a la puerta. Sería paciente y esperaría hasta las
09.00 antes de preguntarle al dueño que si era normal el retraso que estaba
sufriendo. A lo que sólo me respondería con un –“espera un momento” – A los
pocos segundos le oía gritar a la persona que estaba al otro lado del teléfono
en árabe, lo que rápidamente me hizo deducir de que las noticias no iban a ser
buenas. Efectivamente, no me equivocaba. Pocos minutos después me comunicaba
que la excursión quedaba suspendida porque las carreteras de acceso a la zona
de las cascadas estaban cortadas por la nieve. Mi cara fue un poema porque
tenía especial ilusión en conocer esas caídas de agua. Esta vez no me
enfadaría, ya que eran buena gente y no me salía ese tipo de reacción, pero sí
que me vine abajo y me quedé un poco traspuesto en el sofá de la pequeña sala
de estar en la que me encontraba esperando. El buen hombre después de
disculparse como diez veces, al final me dejaría sólo y yo me quedaría un poco
con la mirada perdida, valorando qué hacer el día de hoy.
Diez minutos después, entraba por
la puerta una chica joven, con cara risueña y enorme positividad, que tras
saludarme en un perfecto castellano, me volvía a pedir disculpas y me proponía
una solución. Como ellos consideraban que todo lo que había sucedido era
responsabilidad suya, por no haber previsto las posibles consecuencias de las nevadas
y de lo que podía pasar, y a pesar de ello, mantuvieron la excursión a la zona,
me proponía realizar una excursión al valle del Ourika durante todo el día y de
manera completamente gratuita a excepción de la comida. Su política era que los
clientes se fueran siempre contentos y así me lo comunicaba, creyendo que esta
era una buena manera de que me viniera arriba. Y vaya que si lo consiguió,
porque era la primera vez en mi vida que iba a hacer una excursión con una
agencia sin gastarme un solo euro. Así que volvía a estar feliz y bastante
animado.
La verdad que nunca había oído
hablar de la zona a la que me iban a llevar, por lo que hoy iba a ser, sin
comerlo ni beberlo, una jornada de constantes sorpresas. Y tengo que reconocer
que ahora estaba encantado.
Transcurridos otros diez minutos,
llamaban a la puerta del Riad y tras las presentaciones oportunas, un señor
árabe con turbante, me conducía hasta una furgoneta negra donde me esperaba el
grupo con el que iba a compartir el día de hoy. Seríamos tan sólo 8 personas y
el conductor y estaría formado por un matrimonio francés y su hijo, dos amigas,
también francesas, una madre y su hija de Frankfurt, y yo.
Pronto haría muy buenas migas con
Vanessa e Isi, las dos mujeres alemanas, que hablaban un inglés claro e
intermedio y que me permitía entenderlas y que ellas me entendieran a mí, por
lo que desde el primer momento ya iríamos charlando y bromeando. Con el resto
del grupo no tendríamos ningún tipo de contacto dado que sólo hablaban francés
y nosotros no teníamos ni idea de ese idioma.
Sólo son 67 kilómetros los que
separan Marrakech del valle del Ourika, por lo que no se tarda nada en llegar a
la carretera que da acceso al mismo. Hasta que te adentras en él, el recorrido
es monótono, aunque es cierto que con la cordillera del Atlas nevada, como
telón de fondo, la cosa cambia y te impacta bastante.
Cordillera del Atlas Nevada camino Valle de Ourika |
A partir del kilómetro 43, el
paisaje comenzaba a cambiar, señal de que empezábamos a llegar a las
estribaciones del Alto Atlas. Tomábamos una carretera diferente que se
bifurcaba de la principal y se iba elevando progresivamente. La vegetación hacía
acto de presencia y pronto nos acompañarían olivos, chopos, nogales y
alcornoques. En unos minutos más haríamos la primera parada en el arcén de la
carretera para que pudiéramos ver el contraste tan grande que se había
producido en sólo unos minutos. Ante nosotros teníamos un pequeño valle,
formado por una vegetación verde intensa, y salpicado de pequeños pueblos
bereberes de color rojizo, distribuidos por la ladera de la montaña. Una imagen
idílica y que ya desde el primer momento me hacía tener muy buenas vibraciones.
Valle de Ourika |
Pueblo en el Valle de Ourika |
Sería este el primer lugar en el
que seríamos abordados por vendedores ambulantes que nos ofrecían piedras,
fracturadas en dos mitades, cuyo interior estaba decorado con cristales de
carbonato cálcico de diferentes colores. Estaríamos tentados de comprar alguna,
pero nuestro guía nos advertiría de que no eran auténticas y que eran obran de
unos excelentes trabajos manuales realizados por los vendedores.
Muy cerca de este improvisado
mirador también podríamos observar una buena muestra de cerámica, apilada en
varios puestos pegados a la carretera. Nos dirían que provenía de Safi, con lo
que no pude evitar esbozar una leve sonrisa, motivada por haber podido
presenciar de primera mano, en aquella ciudad, la elaboración de la misma.
Artesanía del Valle de Ourika |
La siguiente parada sería en una
cooperativa de aceite de argán, formada por mujeres en riesgo de exclusión
social. Todas las trabajadoras hablaban algún idioma, además del propio, por lo
que en un perfecto castellano e inglés, una de ellas nos iría explicando a las
alemanas y a mí, cómo, de forma artesanal, se trabajan las semillas para
conseguir el afamado aceite, además de otras cremas y productos, derivados del
mismo. Tras la charla y las demostraciones oportunas te dan la opción de
realizar compras de diversos productos.
Trabajando el Aceite de Argán en el Valle de Ourika |
De nuevo en la furgoneta, nuestra
ruta continuaría hasta llegar a una primera cascada que dejaba un importante
charco de agua sobre el asfalto por el que circulábamos. Una pequeña senda que
salía de un lateral me llevaría hasta el torrente que se desparramaba con
fuerza desde lo más alto. Aquí estaría como quince minutos disfrutando de este
oasis de frescor y tranquilidad.
Cascada del Valle de Ourika |
La carretera seguía ascendiendo
cada vez más y de forma tortuosa, enfrentándose a curvas complicadas que íbamos
salvando sin el mayor problema. Por el lado por el que circulábamos nos
protegían las paredes de roca de la propia montaña, mientras que por el otro,
éramos testigos de la brecha por cuyo fondo transcurría un río. Ambas orillas
eran salvadas por multitud de puentes colgantes que nada tenían que envidiar a
la mejor de las películas de aventuras donde estos se muestran.
Puente Colgante en el Valle de Ourika |
No tardaríamos mucho en volver
hacer una nueva parada, esta vez para comer, pues eran ya las 13.00 de la
tarde. Sería en un restaurante llamado Azro, que tenía como peculiaridad que
sus mesas estaban situadas en el fondo del barranco y a sólo unos pasos del
curso del río, vamos que con estirar la mano podías meter esta en las frías
aguas que descienden desde las cumbres. Además como asiento tienes cómodos y
mullidos sofás, más propios del salón de una casa que de un lugar en plena
naturaleza como el que estábamos. Hay que decir que a lo largo del curso del
río, hay infinidad de locales de este tipo, por lo que se puede elegir el que
más le convenza a uno, aunque todos tienes características similares.
Terraza del Restaurante Azro.Valle de Ourika |
Terraza del Restaurante Azro.Valle de Ourika |
En este entorno privilegiado
haríamos el almuerzo. Yo, por supuesto, que con mis nuevas amigas. Los tres
elegiríamos lo mismo: ensalada, brochetas y naranja con canela. (130 dírhams).
Cómo se ve el precio es alto y muy lejos de lo que se acostumbra a pagar en
otros lugares de Marruecos, pero también es cierto que es una zona muy
turística y que te encuentras en un entorno espectacular y todo eso se paga.
En un momento del almuerzo
también podríamos disfrutar de nuevos ritmos marroquís, de forma improvisada, y
es que de la nada aparecerían tres músicos que tocarían varias canciones para
entretenernos durante unos instantes.
Música en directo en el Restaurante Azro.Valle de Ourika |
Cuando terminamos la sobremesa,
la furgoneta nos dejaría, minutos después, en el pueblo de Setti Fatma, donde
nos esperaba un joven guía que nos conduciría a las renombradas cascadas del
río Ourika.
Poblado de Setti Fatma en el valle de Ourika |
Ruta hacia las Cascadas del Río Ourika |
Nada hace suponer que la
facilidad del inicio del sendero, se irá convirtiendo, según avance el
trekking, en algún que otro paso complicado y en trepadas que, si bien, no son
nada complicadas para gente acostumbrada a la montaña, sí que pueden ser un
quebradero de cabeza para aquellos que no sean muy duchos en este terreno. Por
lo que si no se tiene un buen guía que esté pendiente de todo el grupo, es
probable que más de uno acabe desistiendo de seguir adelante.
Ruta hacia las Cascadas del Río Ourika |
Yo iría en todo momento con
Vanessa e Isi, lo que nos permitió avanzar sin problema. A medida que íbamos
ganando altura se iban sucediendo diferentes cascadas y las vistas del valle y
las montañas que conforman este eran cada vez más increíbles. Nunca me hubiera
imaginado que a tan pocos kilómetros de Marrakech pudiera haber tesoro
semejante.
Ruta hacia las Cascadas del Río Ourika |
Cascada del Río Ourika |
Tras algo más de una hora
llegábamos a una nueva cascada, encajonada en el desfiladero, donde
permanecimos más de media hora hasta que fueron llegando todos los miembros de la
excursión.
Cascada del Río Ourika |
Cuando todos los componentes del
grupo volvimos a estar reunidos, el guía nos comentaría que la ruta continuaba
por encima de nuestras cabezas hasta varios nuevos saltos de agua, pero que por
falta de tiempo y debido a la condición física de algunas personas, nos
daríamos aquí la vuelta, lo que a todo el mundo le pareció bien. Yo tengo que
reconocer que hubiera continuado, pero tampoco era plan de decir nada, después
de que no me estaba costando un duro la escapada.
Por cierto, que a lo largo de
toda la subida te vas encontrando pequeñas tiendas con productos típicos
bereberes y a sus artesanos mostrando como se fabrican. También son curiosas
las improvisadas neveras naturales que
los comerciantes, aprovechando los recursos naturales, crean para tener
bien fríos los refrescos que ofrecen a los turistas.
Artesano en la Ruta hacia las Cascadas del Río Ourika |
Nevera Natural en la Ruta hacia las Cascadas del Río Ourika |
El descenso se haría complicado
para alguno de los componentes del equipo, por lo que tardaríamos también un
buen rato en terminarlo.
En definitiva, hay que tener en
cuenta que esta ruta no es un tranquilo paseo por un parque, que pueda realizar
cualquier persona. Conviene tener un mínimo de condición física e ir provisto
de unas botas de trekking y ropa adecuada a la montaña. Yo vi a mucha gente que
la hacía sin que cumpliera ninguno de los requisitos anteriores, pero de ahí
que luego vengan los accidentes y lamentaciones. Así que cada uno saque sus
propias conclusiones.
Llegaríamos a Marrakech casi a
las 18.30, el tiempo justo para despedirme de mis
efímeras amigas, con las que tan buenos momentos había pasado durante todo el
día, y llegar casi corriendo al Café Glacier, donde quería disfrutar de la
puesta de sol que hoy tenía pinta de ser espectacular porque no había ni una
nube en el cielo. Efectivamente no me equivoqué, sería sublime y las vistas
nada tenían que envidiar a las de los otros cafés en los que había estado.
Plaza Jemaa-el-Fna desde Le Grand Balcon du Cafe Glacier |
Puesta de sol en la Plaza Jemaa-el-Fna desde Le Grand Balcon du Cafe Glacier |
Puesta de sol en la Plaza Jemaa-el-Fna desde Le Grand Balcon du Cafe Glacier |
Lo único que en este hay un
control en el que no puedes acceder a la terraza si antes no pagas la
consumición, pero nada más. Una fanta de naranja me saldría por 20 dírhams.
Ya con la noche cerrada sobre mi
cabeza, decidiría hacer las últimas fotos desde aquí y marcharme a recoger la
maleta al Riad Monriad para trasladarme al del primer y segundo día: La Perle
D´azur. La verdad que sería un auténtico fastidio, porque estaba encantado con
este segundo alojamiento de Marrakech, pero como la reserva en el otro la había
realizado al principio del todo, el haberla cancelado me hubiera supuesto pagar
una noche entera, por lo que no era plan de perder ese dinero más el del nuevo
Riad, así que lo dejé tal cual.
Plaza Jemaa-el-Fna iluminada |
Torre de la Koutoubia iluminada |
Plaza Jemaa-el-Fna iluminada |
No era la mejor manera de
terminar mi estancia en Marrakech, pero era lo que había, así que dejé la
maleta en mi cuarto y me fui a disfrutar de la última noche en la maravillosa
plaza Jemaa el Fna. Quería despedirme por todo lo alto de este lugar, por lo
que no dudé en sentarme en unos de los puestos y pegarme un auténtico festín. Tenía
duda entre dos puestos. El número 14 dedicado a pescado y el 31 especializado
en carne. Al final optaría por este último. Me sentarían en un pequeño hueco
que quedaba libre, flanqueado a ambos lados por gente de la ciudad, y me darían
una carta para elegir lo que quería tomar. Me pediría una bandeja de
salchichas, otra de pinchos morunos, una de algo parecido al estofado llamado
Kuakin y un postre cuyo nombre era pastilla. Además del aperitivo de tomate
triturado que te sirven y dos coca colas. Como se puede ver, esta vez no
escatimé en nada y todo me salió por 155 dírhams.
Puesto Callejero número 31 en la Plaza Jemaa-el-Fna |
Lo mejor sería comerlo todo a la
manera tradicional, es decir con las manos, ayudado por sopas de pan. Si a esto
le añado que a uno de los lados me tocaría una pareja marroquí majísima, que
hablaban un perfecto castellano dado que él era médico y trabajaba en Barcelona
y que estuvimos de cháchara toda la cena, pues ya no se podía pedir más al
asunto.
No hay comentarios :
Publicar un comentario