EGIPTO - DIA 12. El Cairo islámico y despedida del país

20 de Noviembre de 2008.
La última jornada la íbamos a dedicar a sumergirnos en el especial microcosmos que supone perderse por El Cairo islámico de hace seis o siete siglos. Esta zona de la ciudad asalta los sentidos y confunde. Resulta irónico comprobar que ante la intensa pobreza que no deja de mostrarse se dé también uno de los índices de criminalidad más bajos del mundo, lo que prueba la legendaria hospitalidad de los egipcios.
No sería extraño encontrarnos con caballos, pollos y corderos deambulando por las calles estrechas, congestionadas de gente en carretas tiradas por burros o recogiendo basura, vendedores  callejeros itinerantes y gente tomándose la vida con una gran parsimonia. El polvo y los escombros oscurecen la grandiosidad arquitectónica  de una ciudad que una vez fue el centro intelectual y cultural del mundo árabe, pero que aun así y con un mínimo de imaginación sus monumentos te permiten trasladarte a aquellos tiempos gloriosos.
Teniendo en cuenta la desalentadora cantidad de lugares para visitar, decidiríamos no agobiarnos y llegar hasta donde pudiéramos. Pero teníamos claro que comenzaríamos por el sitio desde donde se gobernó Egipto durante siglos. Hablo de la espectacular  ciudadela del siglo XII de Saladino, su fundador y caballeresco enemigo de las cruzadas cristianas.


Muralla de la Ciudadela

Aunque durante mucho tiempo tendría una función defensiva, con el tiempo también sería la residencia de sucesivas dinastías de sultanes y gobernantes, quienes adornaron  su recinto con soberbios edificios como las mezquitas de Muhammad Alí, con su hermoso patio central y una ornamentada fuente turca para las abluciones y cuyo interior es una de las joyas más reverenciadas en El Cairo, o la de Suleiman Pasha, más sencilla y pequeña, pero no por ello menos hermosa.


Mezquita de Muhammad Alí o de Alabastro. Ciudadela

Mezquita de Muhammad Alí o de Alabastro. Ciudadela

Mezquita de Muhammad Alí o de Alabastro. Ciudadela

Mezquita de Muhammad Alí o de Alabastro. Ciudadela

Tras la visita de ambas decidiríamos pasear por el conjunto de patios, jardines, puertas y cientos de rincones que esconde el inmenso recinto, pero prescindiríamos de entrar en otros interesantes lugares con los que cuenta el complejo como el Museo Nacional de Policía y el Museo Militar Egipcio, ya que esto nos hubiera supuesto el día entero.


Monumento a  Ibrahim Pasha.Ciudadela

Mezquita de Muhammad Alí o de Alabastro. Ciudadela

Mezquita de Muhammad Alí o de Alabastro. Ciudadela

Mezquita de Suleiman Pasha. Ciudadela

Pero de lo que no quisimos privarnos es de disfrutar, desde algunos puntos de la fortificación, de sus imponentes vistas, pudiendo divisar a lo lejos las sombras puntiagudas de las pirámides, las lanzas de centenares de minaretes hincándose en el cielo, rascacielos sobre las orillas del río y barrios de grandes edificios decrépitos.


Vistas de El Cairo desde la Ciudadela

Vistas de El Cairo desde la Ciudadela

Con semejante panorámica abandonaríamos esta imponente construcción para dirigirnos hacia un bello parque situado relativamente cerca de la ciudad de los muertos, o mejor tendría que decir de los muros  que flanquean uno de sus enormes laterales y desde donde podríamos ver la inmensidad de esta. Aunque en un principio nos llamaba la atención adentrarnos por su laberínticos recodos, Oda, la guía egipcia del primer día, nos quitaría la idea de la cabeza pues nos aconsejó ir con alguien que conociera la zona, pues aunque hay zonas que no son peligrosas, otras sí lo son y es fácil pasar de una a otra sin darte cuenta y tener un disgusto.


Ciudad de los Muertos

Por lo tanto nos quedaríamos con las ganas de visitar un cementerio  que se ha ido convirtiendo en una ciudad para los vivos a medida que la gente lo visitaba y lo hacía suyo. Parece ser que la mayoría de las tumbas se parecen a casas pequeñas, con un patio y dos o tres salas bajo las que se entierran los cuerpos, estirados de lado, sin mortaja y de cara a La Meca. Tenía pinta de ser un lugar interesante, pero esta vez decidimos anteponer la seguridad.
El parque al que me refería unos párrafos atrás se llamaba El Azhar y tardaríamos casi una hora en llegar hasta él caminando. Merecería la pena pues encontraríamos un hermoso espacio verde repleto de jardines, árboles, fuentes y arbustos, suponiendo un auténtico oasis de naturaleza en la inmensidad de ladrillo y asfalto que supone El Cairo. Parece mentira que antes de convertirse en este tranquilo lugar fuese un inmenso vertedero.


Parque El Azhar

Parque El Azhar

Desde sus paseos poblados de palmeras podríamos obtener nuevas y preciosas vistas de la ciudad, especialmente de la Ciudadela, la colina de Moqattam y El Cairo islámico. Había muchas familias descansando en las praderas y jugando con sus hijos en los pequeños estanques y en lo más alto del recinto hallaríamos un edificio andalusí  cuyo interior alberga un restaurante y una cafetería donde no pudimos evitar tomarnos un refresco contemplando las hermosas panorámicas que nos rodeaban.


Parque El Azhar

El Cairo desde Parque El Azhar

Tras estos momentos de relax, era el momento de volver al barullo y locura de la ciudad, tomando un taxi para que nos llevara a las puertas de la mezquita Al Rifa´i. En su interior de mármol y oro se encuentran enterrados importantes personajes como el jedive Ismail, quien, desde 1863, modernizó esta ciudad y promovió la construcción del canal de Suez. También descansan aquí su hijo, el sultán Husein Kamil y el nieto de este último, el tristemente célebre rey Faruk, que fue obligado a exiliarse en 1952 por oficiales del ejército egipcio encabezados por el general Neguib y el coronel Abdel Nasser. También destacar que aquí se encuentran los cuerpos del último sha de Persia y su mujer.


Mezquita de Al Rifai

Mezquita de Al Rifai

Mezquita de Al Rifai
Justo en frente de la anterior podríamos visitar una nueva e interesante construcción: la mezquita del Sultán Hassán, realizada a escala de las grandes catedrales europeas y considerada como la pieza clave de la arquitectura mameluca de El Cairo. También se encuentra entre las más grandes e importantes a nivel mundial.
Mezquita del Sultán Hassán

Mezquita del Sultán Hassán

La mezquita cuenta con muros de 38 metros de altura que han cumplido funciones  de fortificación en varias ocasiones y un alminar de 80 metros de alto, de estilo mameluco, pero su elemento más espectacular es el portal de entrada, uno de los más grandes de todo El Cairo. Una vez dentro nos encontraríamos con una sala central en la que se ha colocado una fuente para asearse antes de empezar a rezar y cuatro grandes salas porticadas donde se podía enseñar el Corán.


Mezquita del Sultán Hassán

Mezquita del Sultán Hassán

Nuestro tour de mezquitas continuaría por la de Ibn Tulum, cuyo nombre hace referencia a un general turco de Bagdad que fue enviado a Egipto como supervisor del ejército abasida en la zona, pero pronto se declaró gobernador independiente y mandó construir un lujoso palacio en El Cairo el cual disponía de una piscina donde, según la leyenda, Ibn Tulum flotaba sobre sus cojines que tiraban  y empujaban sus esclavas. También levantaría esta mezquita que sigue siendo la más grande de la ciudad y en la que se dice cabía un ejército. Tiene un patio central de más de dos hectáreas y está cercado por una enorme muralla doble. Destacan también en ella el minbar o púlpito de madera y el minarete. Por cierto que también se dice que es famosa porque en ella tocó tierra por primera vez el Arca de Noé.


Mezquita de Ibn Tulum

Mezquita de Ibn Tulum

La tarde empezaba a caer y aunque lo intentamos no conseguiríamos llegar a tiempo al museo Gayer Anderson donde nos interesaba contemplar la curiosa distribución de sus habitaciones y la decoración interior con magníficos detalles en sus paredes y techos.
Tampoco podríamos acceder a la mezquita de Sayida Seinab, construida para honrar a la hermana del nieto del Profeta Hussein, pues la entrada no está permitida a los no musulmanes.
Así que visto lo visto no dudaríamos en regresar caminando al hotel para pasar el resto de la tarde descansando antes de salir a cenar, por última vez, con parte del grupo.
Pero cuando no llevábamos ni cinco minutos tumbados en nuestras camas, de repente, empezarían a sonar sirenas por los pasillos del hotel y a los pocos segundos, un empleado estaba llamando a nuestra puerta. Según abrimos nos invitaría de forma amable pero seria a que saliéramos de la habitación y nos dirigiéramos al hall como consecuencia de que habían saltado las alarmas de incendios. Sólo tendríamos tiempo de coger nuestros zapatos y nada más, y gracias porque querían que saliéramos descalzos pero le convencimos para poder cogerlos.
Cuando llegamos al vestíbulo aquello era un espectáculo en pura regla. Había muchísima gente con albornoces, camareros sirviendo zumos y refrescos a muchos clientes bastante cabreados, la policía y bomberos yendo de un sitio a otro y gritándose entre ellos, el personal de recepción totalmente desbordado y desquiciado. La verdad que nos reímos un rato con la situación y más después de saber que todo había sido por que se había prendido una pequeña llama en una habitación y había empezado a salir humo, haciendo saltar todas las alarmas. Sin duda, que parecía una película de los Hermanos Marx  y como todo hacía indicar que iba para largo, al final decidimos irnos a cenar junto con nuestros amigos catalanes y esperar que todo hubiera pasado a la vuelta, como así fue.
A la mañana siguiente sólo habría tiempo para las despedidas y para intercambiarnos los teléfonos y las direcciones de los correos electrónicos y así intentar estar en contacto en el futuro.
Un mini autobús nos llevaría hasta el aeropuerto de El Cairo, donde a las 09:45 despegaríamos rumbo a Madrid, dejando atrás el fascinante país de las pirámides, los faraones y el Nilo.

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