CANADA - DIA 15. Icefields Parkway: autopista hacia el cielo

14 de Julio de 2012.

Y es que como dice el título de este capítulo, no podría definir mejor esta carretera de 230 km, considerada por muchos como, posiblemente, la más bella del mundo. Y no les quito razón, ya que las vistas de montañas de más de tres mil metros, las cumbres plagadas de glaciares, los valles alpinos, lagos de una pureza virgen, picos nevados, cascadas, bosques, ríos con poderosos caudales, fauna de lo más diversa, hace que sea merecedora de este título.

Icefields Parkway


Entramos por el puesto de control situado en la villa de Lake Louise, donde habíamos dormido. Aquí mostraríamos nuestro pase anual y la simpática guardia nos facilitó un mapa de lo más chulo, donde se te describe todo lo que puedes ver pormenorizadamente y kilómetro por kilómetro. Yo ya llevaba la lección aprendida desde España, pero me sirvió para compaginar la información y añadir algo más.

Muy pronto, en una de las rectas de la fabulosa carretera, encontraríamos el primer mirador, el del lago Héctor, rodeado por un enorme bosque. Pararíamos para hacer las fotos de rigor y seguiríamos el camino sin demorarnos demasiado, ya que queríamos hacer muchas cosas en el día de hoy.

En cuanto al tiempo, parece que fue una falsa alarma el aviso de ayer porque aunque amaneció nublado y gris, al final se quedó en claros y nubes, por lo que tampoco llovió, así que tan contentos, ya que salvábamos otro día.

Al cabo de un cuarto de hora, llegaríamos hasta la señal que indicaba Bow Glacier Falls, donde nos desviaríamos para aparcar, justo delante, del majestuoso lago Bow. Desde aquí parte una ruta que te permite ver una gran cascada ocasionada por el deshielo del glaciar Bow. Son 9,2 km de ida y vuelta. Pero aquí nos encontraríamos de nuevo con un pequeño problemilla de nada y es que había carteles que indicaban que era zona de peligro porque hacía unos días se habían avistado osos Grizzly en unos cuantos kilómetros a la redonda. Ante esta advertencia, Javi dijo, inmediatamente, que no realizaba la ruta por precaución, lo cual es muy lícito y respetable, pero a mí sí que me apetecía mucho hacerla, por lo que como a él no le importaba que yo me animara con la caminata, pues aparte, se encontraba algo cansado y de esta manera aprovechaba para descansar por aquel entorno idílico, pues, rápidamente, me puse en marcha y comencé a andar. Unos minutos antes de dar los primeros pasos pude ver como otro senderista que estaba unos cuantos metros por delante de mí se rociaba todo el cuerpo con un spray especial para repeler osos y que estos no se te acerquen, lo que me resultó bastante curioso y ya de paso hizo que no le perdiera la pista durante todo el camino y le siguiera a una distancia prudencial, por si acaso.

En la ruta comienzas rodeando el lago Bow  por toda su orilla derecha, mientras ves como sus aguas hacen de espejo de las montañas que se reflectan de forma perfecta en estas.

Lago Bow

Poco después te adentras en un pequeño bosque, donde gracias a mi amigo con olor a anti oso y un gesto por su parte de silencio, ya que me esperó, pude ver a tan sólo unos pasos a una marmota y ya era la segunda que veía.

Marmota en el Valle del Río Bow

Después de agradecerle el detalle del aviso, el continuó y yo al rato hice lo mismo para salir a un enorme valle que me conduciría, siguiendo el curso de pequeños riachuelos provenientes de la cascada, hasta esta misma, que se despeñaba con fuerza sobre las rocas del suelo. Aquí permanecí un rato descansando y disfrutando del entorno y como tampoco quería entretenerme mucho, pues me estaban esperando, comencé el camino de vuelta para aparecer, de nuevo en el parking a las tres horas desde que salí de él. A la vuelta pude ver a todo tipo de gente, desde personas con unos cuantos años a sus espaldas, hasta familias con niños, lo que claramente demostraba que a la gente no le importaban demasiado los carteles, pero oye cada uno es libre de hacer lo que quiera.  Allí me esperaba mi amigo, más relajado que la leche y tan a gusto.

Valle del Río Bow

Bow Glacier Falls

Bow Glacier Falls

Continuamos por esta carretera de ensueño, donde cada curva del camino, ofrece una vista todavía mejor que la anterior y entre paisajes de cuento, llegamos a otra de las estrellas del parque de Banff, el lago Peyto, uno de los lugares más famosos de las rocosas y que más ha sido fotografiado y plasmado en millones de guías y publicaciones de todo el planeta. 

Llegamos a su mirador, tras un pequeño paseo de quince minutos por un sendero asfaltado, cuesta arriba, que desemboca en una plataforma de madera que da al lago. Lo que encontramos fue, antes que nada, una terrible masa de gente, estaba a rebosar y no cabía un alfiler, por lo que estuvimos esperando un buen rato hasta conseguir un puesto en primera fila, para así poder deleitarnos con el paisaje como era debido y el tiempo que hiciera falta.

Lago Peyto

El lago es sin duda, uno de los mejores, pues es perfecto, así, sin más, sus aguas de azul turquesa, provenientes de glaciares y su entorno incomparable hace que tenga pocos competidores y te deje boquiabierto. Cansado al final, de tantos empujones y de que los japoneses te pusieran las cámaras en la boca, decidí saltarme la pequeña valla de madera y me fui a un pequeño mirador natural de piedras  que se encontraba más abajo, para aquí poder deleitarme y extasiarme todo lo que me apeteció.

Mirador del Lago Peyto masificado

Una vez que conseguí salir del trance en que me había dejado semejante belleza, pude volver a donde se encontraba todo el gentío y ya desde aquí, al coche con el que seguiríamos la ruta parando en diferentes miradores de la carretera para admirar más glaciares y cascadas que salían de todas partes y así llegar hasta la ribera del lago Waterfowl, donde unas cuantas fotos más serían suficientes, antes de hacer, de nuevo, otra parada algo más larga en el Mistaya Canyon.

Lago Waterfowl

Este es un cañón de lo más chulo, donde el agua lo ha moldeado todo a su antojo, creando todo tipo de curvas y arcos naturales. Son sólo 400 metros desde el aparcamiento, por lo que llegas en nada y lo mismo para volver. Además puedes acercarte hasta el mismo borde de las grandes paredes de roca, siempre, por supuesto, con bastante precaución pues hay algún cartel donde ya se avisa que alguien ha tenido un desafortunado resbalón y no se ha salvado para contarlo. Aquí tocaría llevar a cabo el ritual de los tradicionales sándwiches, que como todos los días no podían faltar.

Mistaya Canyon

Mistaya Canyon

Atravesaríamos después un área, la Saskatchewan Crossing, desde donde se supone que tienes más posibilidades de ver osos y algún que otro animal atravesando la carretera, pero no hubo suerte en esta ocasión, ¡una pena!

Saskatchewan River Crossing

Y así continuamos otros cuantos kilómetros para, un poco más adelante, afrontar otra nueva senda. Se trataba de la Parker Ridge de 5 kilómetros (ida y vuelta) y que por una serie de zigzag  en continua subida te lleva hasta la cima de una montaña. La verdad que es otra de esas rutas dura, especialmente para mí, que hoy llevaba más kilómetros acumulados y empezaba a notar el cansancio. Pero bueno, al final mereció la pena y la recompensa fue el poder ver de lejos el glaciar Saskatchewan, una lengua de hielo proveniente del campo de hielo de Columbia, además de un montón de picos nevados y más glaciares por todas partes, todo esto mientras íbamos pisando la nieve, desde la última parte del recorrido, sin ningún tipo de peligro ya que estaba blanda y son grandes extensiones de terreno, por lo que no hay posibilidad de caer a ninguna parte.

Icefields Parkway desde Parker Ridge

Saskatchewan Glacier desde Parker Ridge

Parker Ridge

Cuando descendimos, dejándonos deslizar suavemente con las botas sobre la nieve hasta que está desapareció, y llegamos al coche, eran ya las 19.30 pasadas, por lo que decidimos hacer la última parada del día en el increíble y descomunal glaciar Athabasca. Este es otra gran lengua helada, procedente del campo de hielo de Columbia, que se extiende desde lo alto de las montañas hasta muy cerca de la carretera.  Sólo tienes que avanzar unos 750 metros desde el segundo parking, para llegar hasta la barrera de la que no se debe pasar, pues se corre el peligro de caer en alguna de las muchas grietas y fisuras que esconde esta gran masa de hielo. La pena es que se estima que a consecuencia del cambio climático, este fabuloso glaciar, desaparecerá para siempre en unos cien años.

Desgraciadamente el hombre se está cargando el planeta y muchas de sus maravillas. Es curioso ver como a lo largo de la pequeña carretera que te lleva hasta este, hay placas situadas en la misma, indicando hasta donde llegaba el glaciar y el año respectivo, con lo que te das cuenta del retroceso tan espectacular que ha sufrido en tan poco tiempo.

Athabasca Glacier

Por hoy ya no podíamos más, así que nos quitamos los cuarenta kilómetros que nos faltaban para llegar hasta nuestro alojamiento, el Sunwapta Falls Rocky Hodge y después de una cena bien densa y un auténtico homenaje consistente, por mi parte, en espaguetis con carne de búfalo que estaban para chuparse los dedos (25 dólares por persona), nos iríamos a la cama, no sin la duda de si durante la noche, algún oso vendría a hacernos una visita, ya que delante de nuestra habitación había un espeso bosque, donde unos días antes habían sido vistos hasta tres de estos merodeando por los alrededores y llegando hasta casi las puertas de varias de las habitaciones. ¡Qué emocionante!

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