RIVIERA MAYA - DIA 01. Divagaciones de un viaje improvisado. Llegada y alojamiento

14 de Noviembre de 2009.

Cinco días eran todo lo que me quedaba de vacaciones allá por el mes de noviembre del año 2009 y aunque pueda parecer poco, el caso es que para mí suponía todo un éxito llegar a esta época del año con una semana completa para perderme por algún lugar del mundo y es que normalmente no conseguía pasar de octubre sin haberme fundido la totalidad de las mencionadas vacaciones o como mucho que me quedaran uno o dos días.

El año pasado habían comenzado mis viajes fuera del viejo continente, había empezado a descubrir el mundo y, la verdad, que no podía quejarme pues en menos de dos años ya había tenido la oportunidad de conocer algunos de los pesos pesados en cuanto a lugares del planeta se refiere: Nueva York, Egipto o las cataratas del Niágara entre ellos.

Todo parecía indicar que en esta ocasión acabaría conociendo otro de los países que conforman la conflictiva zona de Oriente Medio. Nada más y nada menos que Siria, con ciudades sacadas de “Las Mil y una Noches” como Damasco y Alepo o las inigualables ruinas de Palmira, pero diferentes razones personales, que no vienen al caso, me harían cambiar de opinión en el último momento, llevándome a perder para siempre la oportunidad de conocer un país tan interesante, pues tan sólo un año y medio después comenzaría la fatídica guerra. Así que no voy a negar que a veces siento cierto arrepentimiento de la decisión que tomé, pero tampoco era plan de ir a un destino sin la motivación suficiente.

El caso es que cambiaría la cultura y la visita a zonas y ciudades monumentales árabes por el relax, el descanso, la juerga y la buena vida de las paradisiacas playas de la Riviera Maya, con alguna pequeña escapada para descubrir algo del mundo maya, valga la redundancia. Como se ve un cambio totalmente radical en cuanto a lo inicialmente pensado y el lugar elegido al final.

Mar Caribe desde Grand Oasis Riviera Maya

Lo bueno de esta escapada, además, era que conseguíamos juntarnos cuatro amigos que, normalmente, no teníamos oportunidad de vernos tantos días y menos cruzando el charco, por lo que la juerga y la marcha estaban aseguradas, formando el grupo David, Raúl, Ángel y quien escribe estas líneas.

Y ahora sí, antes de entrar en faena, veamos algunos datos prácticos, aunque seguramente algunos de ellos ya se encuentren algo desfasados:

CUANDO IR: La península de Yucatán tiene un clima tipo tropical, con una estación seca y muy calurosa que se extiende de junio a noviembre. Durante agosto y septiembre se pueden producir huracanes.

DOCUMENTACIÓN: Los ciudadanos pertenecientes a la Unión Europea deben presentar el pasaporte para entrar en México aunque no necesitan visado para estancias inferiores a seis meses.

MONEDA: En Yucatán se aceptan tanto los pesos mexicanos como los dólares estadounidenses. A la hora de cambiar divisas, el cambio puede resultar bastante caro, por lo que es recomendable viajar con suficiente efectivo o tarjetas de crédito.

SEGURO: Se recomienda  contratar un seguro de viaje completo que cubra cancelaciones, pérdida de equipaje, robo y todo tipo de eventualidades médicas. Si se tiene intención de bucear, tal vez sea necesaria una cobertura adicional.

QUÉ LLEVAR: Es recomendable llevar alguna prenda de manga larga y pantalones largos, para impedir las quemaduras, los arañazos y las picaduras de los mosquitos cuando se visiten las ruinas mayas y los bosques. También es fundamental un buen repelente contra insectos.

ELECTRICIDAD: El sistema eléctrico en México es de 110 voltios con enchufes de tipo americano de dos patillas planas, por lo que es conveniente llevar adaptadores por si no disponen de ellos en el hotel.

SEGURIDAD: Aunque Yucatán es un lugar bastante seguro, hay que mantenerse alerta contra el robo de carteras y otros pequeños delitos en Playa del Carmen.

SALUD: No existen vacunas obligatorias ni riesgos importantes para la salud, pero es aconsejable cierta precaución con el agua y con los alimentos crudos en las épocas más calurosas.

Aunque no suele ser habitual en mi manera de viajar, en esta ocasión sí que contaríamos con los servicios de una agencia de viajes (Halcón Viajes) y es que es imposible competir con determinadas ofertas que lanzan, en algunas épocas del año, los grandes mayoristas, no consiguiendo ni de casualidad, mejorarlas por tu cuenta.

Nosotros optaríamos por el famoso régimen del “Todo Incluido” en un hotel de cuatro estrellas (todavía sigo preguntándome de donde sacarían la categoría como ya contaré), sumando también en el pack un seguro personal, los billetes de avión de ida y vuelta y los traslados del aeropuerto al hotel y viceversa. Todo ello nos saldría por el precio de 600 euros cada uno durante ocho días y siete noches. Una auténtica ganga que hasta la fecha no he conseguido mejorar en ninguno de mis viajes.

Mar Caribe desde Grand Oasis Riviera Maya

Recuerdo aquel sábado del mes de noviembre como si fuera ayer, a pesar de los años transcurridos. Todos los integrantes del viaje llegábamos al aeropuerto de Barajas con tres horas de antelación a la salida del vuelo, tiempo más que de sobra para no perderlo, pero es que las ganas y los nervios por evadirnos de todo una semana nos harían madrugar sin ningún tipo de esfuerzo y para ver pasar el tiempo en casa, pues mejor lo hacíamos en el aeropuerto.

El vuelo de la compañía Iberia saldría en hora. Todavía por aquel entonces no había los lujos de ahora y tendríamos que conformarnos con las pantallas ancladas al techo donde se proyectaban dos o tres películas malas que no despertaban el más mínimo interés entre los pasajeros, matando así el tiempo en otros menesteres tales como juegos de cartas, charlas eternas y buenas horas de siesta. Cualquier ocurrencia era buena para pasar lo mejor posible las interminables casi diez horas de vuelo que teníamos que afrontar.

El desembarco sería rápido y casi sin darnos cuenta estábamos pasando los controles de pasaportes y recogiendo nuestras respectivas maletas, para minutos después enfrentarnos al temido control aleatorio de equipajes, que no es otra cosa que un semáforo que según se ponga en rojo o en verde, implica, en el primer caso, que te tengan que abrir la maleta y registrártela minuciosamente o  que, en el segundo, sigas tú camino sin la más mínima molestia. Cruzaríamos los dedos y afortunadamente no nos tocaría a ninguno, pues las caras de los pobres que eran agraciados con el color rojo eran un poema y se ponían del mismo color que la máquina, después de ver como les ponían pata arriba todas sus pertenencias.

Mar Caribe desde Grand Oasis Riviera Maya

Una vez en la zona común de la terminal nos estarían esperando varios responsables de la agencia Halcón Viajes, donde nos juntarían a todos los que habíamos contratado el pack del viaje con ellos. Acto seguido nos pedirían que les siguiéramos y llegaríamos a dos autobuses, cada uno de ellos con diferente destino. Uno se dirigiría muy cerca de donde nos encontrábamos, es decir a los hoteles que se hallan en la costa de la ciudad de Cancún, algo parecido a lo que es Benidorm, aunque con aguas trasparentes y cristalinas, y otro tomaría camino hacia Playa del Carmen y su franja costera conocida como Riviera Maya, que es la zona que nosotros habíamos elegido. El motivo de decantarnos por esta área sería porque es una zona mucho más idílica que la anterior, con mejores playas, complejos de lujo privados y se encuentra más cercana de las zonas arqueológicas  de visita obligada como Tulum, Cobá o Chichén Itzá, además de otros destinos igual de atractivos como los parques acuáticos de Xelha o Xcaret.

Después de algo más de una hora de viaje y ya completamente de noche, pues en estas fechas el sol se ponía sobre las 17:00 de la tarde, llegábamos a nuestro hotel situado a unos veinte kilómetros de Playa del Carmen, tras algunas paradas anteriores en grandes complejos de lujo.

El nuestro se llamaba Grand Oasis Riviera Maya y no sé si a estas alturas, después de casi diez años, seguirá funcionando o lo habrán cerrado.

El inmenso y lujoso hall de recepción nos permitía llevarnos una grata impresión del que iba a ser nuestro hogar durante la próxima semana, aunque pronto nos daríamos cuenta de que las apariencias engañan y es que ni la zona ni las habitaciones que nos habían correspondido iban a ser para tirar cohetes, pero de eso ya hablaré en el próximo capítulo.

Hoy, para empezar, dejaríamos todos los bártulos en nuestras recién estrenadas habitaciones y nos dirigiríamos a cenar al inmenso buffet, para terminar, como no podía ser de otro modo, en el bar, donde empezaríamos a hacer buen uso  de nuestras pulseras, disfrutando de varias copas tumbados en unas cómodas tumbonas a la orilla del mar Caribe e iluminados por una luna resplandeciente. No había mejor manera de cerrar esta larga jornada de viaje.

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